VALÈNCIA.- La infancia de Antonio Camarasa (Russafa, València, 1935) no difiere mucho de la de tantos otros niños de su época. Con apenas trece años ya trabajaba en un despacho de contabilidad pasando facturas a limpio. «Aquel primer trabajo me aburría enormemente» —recuerda Antonio— «así que ese mismo año pasé a emplearme en una fábrica de muebles, Mariano García». El cambio no surtió efecto de buenas a primeras, y Antonio acabó de nuevo en el departamento de contabilidad. Y otra vez a pasar facturas, traer almuerzos… «Yo sabía que ese tiro no iba mal dirigido» —confiesa el diseñador— «porque Mariano García contaba con un departamento de Planificación y Proyectos y pensé que allí tendría un porvenir». La vocación de Antonio por el dibujo tenía un antecedente, ya que su padre fue artesano, que como pintor y decorador, doró y policromó los techos interiores del Palau de la Generalitat y otros edificios religiosos de València, «bastante deteriorados tras la guerra civil».
Mientras trabajaba en Mariano García, a Camarasa se le presenta la oportunidad de comenzar de manera profesional en el campo de la ilustración, gracias a la revista Avigan, donde estuvo a cargo de la portada durante más de veinte años, dando un aire nuevo a esta publicación técnica sobre el sector avícola y ganadero, que contaba con gran cantidad de suscriptores internacionales, incluso en la Unión Soviética.
En 1957, la situación en Ifni interrumpe su incipiente carrera. El diseñador es llamado a filas por sorteo, «el número 2 de toda España», puntualiza, y permanece en el Sáhara Español durante la guerra de Marruecos (1957/58), alternando el lápiz con el fusil. A la vuelta de Sidi Ifni, «muchos compatriotas no tuvieron tanta suerte», Camarasa responde a un anuncio en prensa que demanda un jefe de estudio para la división valenciana de la agencia de publicidad Gisbert (Madrid). «Con toda mi cara, y sin tener ni idea de lo que era un estudio de publicidad, me planté allí con un bloc de dibujos realizado en Ifni. Salí con el trabajo y tuve la gran suerte de coincidir en aquel despacho con grandísimos profesionales como el fotógrafo Paco Jarque o el ceramista Enric Mestre. Poca gente sabe que Mestre, antes de iniciarse en la cerámica, hizo trabajos en diseño gráfico. En aquel momento el grafismo en la prensa valenciana era bastante rudimentario, y diría que hicimos un trabajo casi heroico. Conservé la amistad con ambos para siempre», rememora.