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entrevista

Antonio Lucas: "En los otros también hay pequeños espacios de verdad que uno tiene que reconocer"

1/12/2024 - 

ALICANTE. Al escucharle, uno siente que mientras habla está componiendo un poema, tomando nota de sus palabras para quizá futuras inspiraciones reposadas. No dice una expresión al azar, su poético sistema neuronal crea construcciones verbales armónicas y a la vez mordaces. Esta semana charlamos con el periodista de El Mundo y autor Antonio Lucas (Madrid, 28 de diciembre de 1975). Sus obras más recientes son Buena Mar (Alfaguara) y Perder la gracia (Alfaguara).

-¿Tienes una rutina de escritor o dejas que el libre albedrío de la inspiración te guíe?

-En este caso que estoy arrancando una novela y a la vez rematando el nuevo libro de poemas  si que tengo una rutina, y tengo que decir que eso no es habitual en mí. Esta vez sí que me he sentado a escribir con unos horarios un tanto administrativos. La prosa requiere de una disciplina marcada, de un trabajo constante para que no se despistan las historias e ideas de los personajes, la poesía es distinta porque sí que bebe más de la inspiración.

-¿Empezaste escribiendo poesía o narrativa?

-La poesía, sin duda. Llegué muy joven a ese género, porque en casa de mis padres había una gran biblioteca de los versos, y además se reunían muchos poetas que pasaron por allí, como Paco Brines, Ángeles Mora, Félix Grande… Como niño que era, para mi no eran más que gente extravagante muy bebedora que hablaban durante horas en la noche y se divertían. Después de todo aquello, en mi adolescencia, con trece años empecé a recordar todos aquellos nombres y figuras que se iban dispensando. Recordaba a García Lorca y a otros autores que invocaban en aquellas veladas. Cuando leí toda esa poesía ya conocía esos nombres y el género no era un territorio que tuviese que explorar desde cero. Ya mi padre me leía poemas para niños y el verso siempre ha estado  muy presente en mi vida.

-¿Crees que la mente del poeta debe tener algo especial o cualquiera puede componer poemas?

-Creo que hay muchos registros en función de cada poeta, tienes desde el que es más sencillo, accesible, limpio y luego tienes a los que tienen un estilo más barroco y que exigen una concentración mayor del lector. No sé si hay unas estructuras neuronales determinadas, pero sí que creo que el peso de la palabra en la poesía es mayor que en la narrativa, y eso implica que los autores del verso tengan una sensibilidad diferente. De todas formas hay poetas que cuando uno lee su vida era gente verdaderamente común, y luego hay otros que sí que han hecho de su vida un poema en sí mismo.

"El lector de poesía es más severo y exigente que el de novela"

La poesía no delata más o menos inteligencia en alguien, lo que sí denota es que la mente del poeta posee una proteína que hace que el lenguaje en tus manos y en tu pensamiento genera una combustión distinta y felizmente desigual con respecto al lenguaje narrativo, uno en el que puede permitirse que haya páginas luminosas y otras más oscuras. El poeta no es alguien tocado por la gracia divina, pero si que es capaz de sacar una porosidad distinta en las palabras. El lector de poesía es más severo y exigente que el de novela.

-Uno de tus últimos libros, Perder la gracia (Alfaguara) está escrito a varias manos, junto a Pedro Simón, Eduardo Madina y Javier Gómez Santander, ¿cómo surge la escritura de esta obra?

-Era un poco poner en limpio las conversaciones y las vivencias de cuatro amigos que quedamos a menudo a cenar y a tomar algo. Queríamos contar nuestra vivencia existencial en el momento vital en el que está cada uno. Pedro Simón desde el periodismo, Eduardo Madina desde la política, Javier Gomez Santander desde su faceta de haber sido director de La Sexta Columna y yo desde la poesía. Proponemos cuatro miradas generacionales, de los que hemos nacido entre el 68  y el 80. Era una forma de poner en claro nuestra amistad y nuestra mirada del presente, la de Edu desde cómo la política ha perdido la gracia, de como la nueva política ha caído estrepitosamente, y después aplicado todo desde los diferentes ámbitos que ocupamos cada uno de los autores. Mezclamos la ironía y la conciencia, una gracia de que ya no somos los jóvenes prometedores y de cómo este país ha ido perdiendo la gracia con el paso desde nuestra generación.

-Nuestra sociedad está polarizada por unos políticos interesados en dividir a la sociedad que luego no se llevan tan mal con sus adversarios de la bancada de enfrente, ¿hay esperanza en tener amistades sanas con amigos que están en las antípodas ideológicas de las propias?

Es verdad que para que haya una buena amistad tiene que haber unas afinidades selectivas, y esos vínculos es importante que haya unos puntos de contacto elementales como una forma de ver la vida. Es imposible por ejemplo que yo tenga amistad con alguien que defienda el nazismo porque habría puntos en los que chocaremos y sería imposible mantener la relación. Sin embargo, sí que es cierto que es sano mantener vínculos desiguales porque enriquece los puntos de vista, reformula las ideas o las vas bastardeando, es muy difícil que una idea que es muda para otros tenga validez. Lo bueno de una amistad es el diálogo, y lo positivo es que ese diálogo sea más aglutinante que disolvente. Entre nosotros cuatro existen esas diferencias pero una raíz común basada en los afectos. Hay que pensar que en los otros también hay pequeños espacios de verdad que uno tiene que ir reconociendo.

-Jorge Bustos me dijo que quería independizar su faceta de analista política de la de las letras, ¿has tenido miedo de que el precio a pagar por opinar sobre actualidad en El Mundo te pase factura en tu carrera como autor?

-No he tenido nunca ese miedo. Mis primeros amigos fueron poetas y editores. Cuando entré en el periodismo yo ya tenía un camino hecho en el territorio de la literatura. Creo que como periodista y  como ciudadano uno tiene una responsabilidad de ser honesto y ahí dar una perspectiva que implica la columna de opinión, analizar la sociedad española y la situación política. Lo que pasa es que Jorge está muy metido hasta el cuello en temas políticos, yo lo que tengo es una credencial de persona que creo en la justicia social, unas ideas progresistas, pero no me siento banderín de enganche de ningún partido ni ariete de ninguna ideología concreta. Vivo, estoy y escribo sobre lo que soy capaz de comprender. Lo que me interesa es escribir bien mojándome, estar un poco alerta, metabolizar en algo que se pueda compactar como artículo y que tenga una cierta voluntad literaria.

"Evidentemente me ha generado problemas escribir lo que pienso pero no me ha preocupado nunca"

Evidentemente me ha generado problemas escribir lo que pienso pero no me ha preocupado nunca. Si algún día me quitasen la columna porque alguien se ha soliviantado haré el periodismo en otros derroteros. El compromiso cívico es perfectamente compatible con las letras, de hecho es muy raro que algún poeta no tenga alguna postura sobre su tiempo. Me da igual que alguien no quiera leerme porque no le gustan mis ideas, yo tampoco leo a otros que sé por dónde van, no tengo ganas de perder el tiempo.

-Hablabas de la buena escritura periodística, ¿crees que algunos periodistas se han olvidado de escribir bien?

Es verdad que hay muchos periodistas de medios digitales que son más descuidados, ha habido cierto descuido a la hora de escribir. Antes se repasaba lo que se escribía, ahora en cuanto salta una última hora el periódico exige un texto inmediato, y eso implica escribir deprisa, casi en streaming, eso juega en contra de pulir los textos. También es cierto que la crisis de la prensa ha hecho que los medios prescindan de los correctores que se encargaban de hacer ese trabajo. El ahorro ha hecho desaparecer esa figura. Por otro lado ha habido también una dejación del texto por parte de los profesionales, se es menos esmerado a la hora de escribir, antes uno leía la prensa y se deleitaba con los textos, ahora encontrarse eso es como toparse con un mirlo blanco.

-Francisco Umbral decía que la mejor literatura se escribía en los periódicos...

-Eso decía él, una de sus frases míticas.

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