Las recientes inundaciones nos obligan a reflexionar sobre una carencia fundamental en nuestra sociedad: la falta de educación en materia de protección civil y seguridad básica. Mientras se insiste en la necesidad de dotarnos de infraestructuras y sistemas de emergencia, seguimos descuidando el pilar más importante: la preparación ciudadana.
La realidad es que la mayoría de los ciudadanos desconocen cómo actuar ante una emergencia. ¿Cuántos saben interpretar una alerta por temporal? ¿Cuántos conocen los puntos seguros de su barrio o las rutas de evacuación? Esta falta de conocimiento no solo aumenta el riesgo para la población, sino que también dificulta la labor de los servicios de emergencia.
La solución debe comenzar en las aulas. Los centros educativos son el entorno ideal para sembrar una cultura de prevención y autoprotección
La solución debe comenzar en las aulas. Los centros educativos son el entorno ideal para sembrar una cultura de prevención y autoprotección. No hablamos de crear alarmismo, sino de dotar a los más jóvenes de herramientas prácticas: conocer los riesgos de su entorno, saber interpretar alertas, identificar puntos seguros y, sobre todo, entender que la seguridad es una responsabilidad compartida.
Paralelamente, necesitamos modernizar nuestro sistema de alertas. Los actuales canales de comunicación no siempre logran transmitir la urgencia de manera efectiva. Deberíamos aprovechar la tecnología: aplicaciones móviles con geolocalización, alertas personalizadas según el riesgo específico de cada zona y mensajes claros que no den lugar a interpretaciones erróneas.
La experiencia nos demuestra que los minutos previos a una catástrofe son cruciales. Un ciudadano bien informado y preparado no solo tiene más posibilidades de protegerse, sino que puede ayudar a otros y facilitar el trabajo de los servicios de emergencia.
La prevención no puede seguir siendo el eslabón olvidado. Necesitamos un compromiso firme de la Generalitat para integrar la educación en protección civil en los programas escolares y campañas de concienciación ciudadana continuas.
Las catástrofes naturales son inevitables, pero sus consecuencias pueden mitigarse significativamente con una población educada y preparada. No esperemos a la próxima tragedia para actuar. La mejor respuesta ante una emergencia es la que se planifica y se aprende en los momentos de calma.