Un recorrido por algunos de los más relevantes edificios históricos que se emplean en la actualidad para uso docente
VALENCIA. Volvamos al colegio, aunque sea de visita. Valencia, cuenta con un amplio conjunto monumental que pasa un tanto desapercibido porque, quizás, la función que cumple eclipsa su vertiente histórica y artística. Tendemos a prestar menos atención a espacios de uso público, en este caso docente; la poca información y el acceso en ocasiones restringido, tampoco ayudan demasiado. Ya aviso que el catálogo que sigue no es ni mucho menos exhaustivo.
No suele entrar este rincón de la ciudad en las listas de hits del centro histórico, pero me confieso fan de esa teatral e imponente fachada del setecientos valenciano cuando ando o voy en bicicleta por Velluters y me tropiezo con ella en la calle Carniceros. Sí, aquí uno se da de bruces ante el encajonado lienzo en claroscuros en que se convierte la fachada, cuando índice el sol sobre ella, lo que es parte de su teatral encanto, remitiéndome, por asociación, a lo que debía experimentarse cuando al girar el cantó se presenciaba la todavía más imponente puerta barroca de la Seu, antes de que la piqueta acabara con la trama de callejuelas preexistente, para abrir la Plaza de la Reina. La segunda sorpresa es de la grandiosidad de la Iglesia acabada en 1771 obra de Puchol y Gilabert con su enorme cúpula de 24 metros de diámetro y 48 de altura, posiblemente la segunda más grande de España, que toma como modelo el Panteón de Agripa. La ausencia de frescos se debe a que el mecenazgo del Arzobispo Mayoral, no dio para tanto, pero esa desnudez la emparenta más si cabe con la magistral obra romana.
Este antiguo colegio, se halla en esta ubicación desde hace más de 275 y su actividad no ha cesado. La construcción del edificio comienza en 1739 y finaliza en 1742. Interesante es la Biblioteca de Investigadores, de acceso público, que acoge volúmenes de los siglos XVII al XIX provenientes de diferentes colegios y bibliotecas particulares y que tuve la suerte de conocer en mis años de universidad.
Junto a las Alameditas de Serranos asoma a la ronda interior la fachada más interesante de la manzana perteneciente a este colegio fundado en 1853, de peculiar eclecticismo y con evocaciones bizantinas en sus cuatro arcos de medio punto. Tras ella, se halla recóndita la mayor de sus peculiaridades, pues este centro presume albergar la primera, y preciosa, estructura completa en hierro de la Valencia de finales del siglo XIX obra del arquitecto Arnau, quien se aventuró a emplear técnicas propias de la ingeniería, tras conocer en Madrid las primeras construcciones férreas aplicadas a edificios. El espacio fue el eufemísticamente llamado Salón de Racionistas, puesto que allí se practicaba el reparto de raciones de comida, y que estaba anejo al edificio principal de la Gran asociación que se levantó en 1866, obra del famoso arquitecto Sebastián Monleón, quien poco años atrás había proyectado la plaza de toros. El prestigio del colegio hizo que recibiera visitas de la realeza del XIX: desde la reina Isabel II, pasando por la reina Victoria Eugenia, Amadeo I de Saboya, Alfonso XII y la infanta Isabel de Borbón.
No es demasiado conocido que la basílica que Valencia dedica a su patrón, San Vicente Ferrer, nacido aquí pero muerto en Vannes (Francia) donde descansan sus restos, es la popularmente llamada iglesia de los dominicos, perteneciente al homónimo centro colegial en el que tantos niños de la ciudad se han formado. Que nadie se eche las manos a la cabeza si digo que el más espectacular estilo gótico religioso de Valencia, salvada la Seu, puede admirarse en este espectacular edificio. Si Nueva York tiene la archifamosa Catedral de San Patricio, Valencia su Iglesia de los Dominicos. Sí, he dicho “estilo gótico” porque en realidad se trata del mejor neogótico. Proyectada y comenzada en 1906 por Joaquín Arnau, fue terminada por Francisco Almenar al morir el primero, añadiéndole, con fortuna, sus dos torres caladas de 39 metros con pináculos de aspecto burgalés. Lamentemos —una vez más en esta ciudad— que la altura de cornisa de los edificios de Cirilo Amorós nos priven de una vista más espectacular del conjunto. Aunque sin acabarse, fue bendecida el 12 de Octubre de 1916.
Tomando como modelo el gótico más fetén, lo tiene todo: planta de cruz latina, tres tres naves más dos laterales dedicadas a capillas, corta nave de transepto no sobresaliente en planta, crucero, cimborrio y ábside con girola, las mencionadas torres caladas, rosetón, y tres portadas —una para la nave central y dos para las laterales— y coro alto a los pies. Vamos, que todo aquel que quiera estudiar lo que es el estilo gótico francés, tiene en Valencia un ejemplo de libro.
La portada central está rematada por un gran escudo con las armas de la Orden de Santo Domingo, contando en el centro con la imagen del perro con la antorcha en la boca símbolo propio de Santo Domingo de Guzmán.
Tras la autorización de San Ignacio de Loyola se construye entre 1552 y 1566 el primer colegio de los jesuitas en España. En 1644, el colegio recibe un legado testamentario de Bárbara Pérez de San Vicente pero lo condiciona a que usado en la construcción de un colegio para niñas. Los legatarios, contraviniéndolo flagrantemente lo gastan en la en la creación del Colegio Seminario de Nobles, es decir, destinado a la educación de hijos de la nobleza.
Su estado actual se debe a reformas del siglo XVIII y su visita encierra no pocas sorpresas. Interesa la visita de su claustro de arcos de medio punto sobre columnas toscanas, así como las dos escaleras, también del setecientos. El intradós de la primera tiene decoración de esgrafiados y blasones en las pechinas y la segunda fue construida en 1721, según consta en una inscripción situada en la cúpula.
La iglesia fue renovada entre 1723 y 1725, y su portada barroca que recae en el patio de deportes lamentablemente está hoy cegada. No obstante la gran reforma del edificio y que en gran medida dio como resultado lo que hoy vemos desde un exterior poco amable por la cantidad de tráfico que soporta con una calle Játiva sobredimensionada, fue llevada entre 1785 y 1786 por Lorenzo Martínez, que abrió nuevas aulas. La Iglesia merece sin duda una visita, y su acceso se realiza, bien por el claustro o por la puerta de estilo neoclásico por la calle San Pablo a espaldas de la calle Játiva.
Tres curiosidades de la histórica institución. La primera: la capilla quedó inmortalizada en el cuadro de Joaquín Sorolla 'El beso de la reliquia', que en la actualidad se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. La segunda: en el vestíbulo de entrada hay dos campanas que pertenecían al antiguo Colegio de San Pablo; la Vella data del año 1319 es decir, de poco después de la reconquista. La 'Nova', de 1545, es renacentista y está encima de la medieval. Y, finalmente, la tercera: bajo el patio de deportes existe un refugio de la Guerra civil española formado por varios pasillos abovedados conectados entre sí.
Muchos se preguntan qué es ese gran edificio austero y en ladrillo rojizo, que ocupa longitudinalmente buena parte de la tranquila y hermosa calle Trinitarios, en pleno barrio de la Seu-Xerea. Se trata de la Facultad de Teología desde 1971, aunque antes fue Seminario Conciliar que inició su andadura en el siglo XVIII, aprovechando un gran caserón —y tan grande— del Conde del Real. En 1896 el Papa León XIII le otorgó nuevos estatutos convirtiéndolo en Universidad Pontificia. Dispone de dos claustros ¿quién dijo alguna vez que en Valencia hay pocos claustros? El grande es accesible y ecléctico, y del pequeño, que la literatura nos dice que tiene un interés más que notable, poco o nada puedo decir puesto que su acceso es restringido. Restringido es también el acceso a la iglesia, con esbelta cúpula, y separada pocos metros de la iglesia del Salvador.
Actual sede de la Universidad católica San Vicente Martir, este edificio terminado sobre 1760 y situado en la calle Quevedo, ha sido objeto de una importante restauración ya que su estado era lamentable. La interesante iglesia ha pasado toda clase de vicisitudes, entre ellas el abandono, desde su terminación a mediados del XVIII, y el límpido aspecto que luce su fachada es poco más que un trampantojo, puesto que su interior se halla en deplorable estado, tal como tuve la oportunidad de comprobar recientemente. Ello no deja de sorprender cuando el resto del edificio se encuentra en estado de revista, incluido el acogedor claustro neoclásico en ladrillo, a lo que hay que añadir el hecho de que el edificio lo explote el arzobispado de Valencia con fines universitarios, lo que invitaría a pensar que precisamente el espacio reservado al culto estuviese en un estado mucho más digno.
La nómina se extiende a otros conjuntos arquitectónicos desde el XIX a nuestros días, pero el espacio de este artículo no nos permite extendernos más: El Colegio San José-Jesuitas y su interesante iglesia de estilo neobizantino, el colegio de San José de la Montaña con su iglesia neogótica, el antiguo Asilo de San Juan Bautista, frente al IVAM, hoy sede también de la Universidad Católica San Vicente Martir, al igual que el asilo de Marqués de Campo en la calle Corona.
Ya entrado el siglo XX, encontramos en la ciudad ejemplos de magnifica arquitectura racionalista (Colegio Mayor Luís Vives), decó (antigua Facultad de Farmacia o el Instituto Vicente Blasco Ibáñez en la Avenida Reino de Valencia, obra de Francisco Mora), pero son ejemplos de por sí con la entidad suficiente como para dedicarles un artículo sobre una edad de oro de la arquitectura en Valencia, que se desarrolló a lo largo y ancho de la primera mitad de la pasada centuria.