Viajera incansable y practicante de yoga, su primera escuela financiera fue su casa, donde aprendió de su padre y sus hermanos. Su mayor virtud: su capacidad para organizarse
VALÈNCIA.- Arancha Gazulla Abío (Zaragoza, 1970) nació en tierras mañas, se licenció en Derecho en Granada y trabaja en València. ¿Cómo se explica eso? «Siempre he sido muy inquieta y si veía alguna oportunidad para poder conocer una ciudad nueva, me apuntaba sin dudar. He vivido en Zaragoza, Granada, Barcelona, Lovaina, Madrid y València. De hecho, en 1991 se dieron las primeras becas Erasmus de Europa y me fui a estudiar a Bélgica. Es una experiencia que aconsejo», así lo apunta a Plaza esta licenciada en Derecho, con el MBA del IESE Business School bajo el brazo, amante del cine, la lectura, el yoga, la pintura, estar con sus amigos y, faltaría más, viajar.
Inició su carrera como abogada en 1993. Posteriormente, trabajó en diferentes empresas y entre 2001 y 2003 fue responsable de desarrollo de negocio de Feria Valencia en Madrid. «Me llamaron para que desarrollara el negocio en la capital. Formamos un equipo muy sólido y divertido, mientras hicimos crecer un 300% la presencia de empresas con sede en Madrid en los diferentes certámenes de Feria Valencia. Fue un trabajo muy fructífero y bonito».
Desde 2004 a 2010, fue técnico en el departamento de Cambio Climático de la consellería de Agricultura. «Me vine a vivir a València y, como la sostenibilidad y el medio ambiente me han interesado siempre, no dudé cuando surgió la oportunidad de poder trabajar en este sector». Todo ello mientras compaginaba su cargo de consejera delegada en la empresa familiar Albaes, la primera firma textil de trajes tradicionales de la Comunitat Valenciana. «Y siendo madre de tres hijos (sonríe). ¿Cómo compagino todo? Con mucha organización y un buen equipo detrás».
A finales del verano del pasado año fue nombrada responsable en la city valenciana de la empresa de asesoramiento financiero (EAF) catalana Diverinvest, fundada por David Levy. ¿Cuándo le picó el ‘gusanillo’ por los mercados financieros? «Podría decir que siempre lo he tenido porque mi padre y mi hermano son analistas financieros; en casa hemos vivido en el día a día la evolución de los mercados de un modo muy cercano».
El equipo, el ambiente y el trato con el cliente fue lo que atrajo a Arancha a Diverinvest. «Ofrecemos una fórmula que funciona y nos situamos a su lado prestándole un asesoramiento global e independiente, teniendo muy en cuenta sus necesidades personales. Se le hace un traje a medida con esmero para que se sienta cómodo y feliz con sus inversiones». «No recibimos comisiones y nuestros sueldos proceden íntegramente de los clientes». El balance que hace tras casi un año es muy positivo: «Hemos ganado en proximidad y notoriedad, organizando cursos y conferencias con una gran respuesta. Además, tanto a nivel personal como empresarial, se nos han abierto las puertas con cordialidad, hemos podido transmitir nuestro modelo de negocio, y muchos de ellos lo han suscrito», explica.
España apenas cuenta con poco más de un centenar de empresas de asesoramiento financiero debidamente reguladas por la CNMV, cuando en otros países de nuestro entorno la cifra es muy superior. ¿Por qué? «Aquí, el nivel de cultura financiera se sitúa por debajo de la media europea, y no se ve la necesidad de acudir a un asesoramiento cualificado para poder optimizar la gestión de las finanzas personales», advierte Gazulla. Entonces, ¿cómo concienciar a los españoles para que paguen por recibir asesoramiento financiero como lo hacen cuando van al mecánico, notario, abogado…? «Gracias a la nueva normativa europea MiFid II, los clientes van siendo conscientes de las comisiones que se les estaba cobrando y valoran más invertir ese dinero en un asesoramiento financiero profesional. Puestos a pagar, mejor hacerlo a alguien que vele por que se consigan sus objetivos financieros, en vez de hacerlo implícitamente sin tener conocimiento de qué pasa con nuestra cartera. Poco a poco el público ve que la inversión en un buen asesor —aunque solo sea para seleccionar productos baratos y eficientes— compensa con creces la inversión a largo plazo».
¿Cómo ve la marcha de unas bolsas que siguen teniendo el respaldo de los bancos centrales y sus megainyecciones de liquidez? «Las bolsas solo pueden subir, pero siempre que esperemos el tiempo necesario. Hay que saber aguantar los vaivenes. Las empresas son las verdaderas creadoras de riqueza y las que pueden dar rentabilidad a nuestro dinero. Pero, además, lo que está pasando ahora es que para salir de la crisis de la covid-19 se ha inundado de dinero la economía —incluso directamente en cuenta corriente a los americanos—, y eso ha hecho que la recuperación haya sido mucho más rápida de lo que nadie podía esperar».
El ‘manguerazo’ de liquidez de los bancos centrales ha despertado el fantasma de la inflación, pero Gazulla recuerda que «llevamos treinta años de inflación baja en Estados Unidos y Europa, por no hablar de Japón. El coronavirus ha generado dos cosas: un caos y cuellos de botella en las cadenas de producción, y a la vez una avidez por consumir que está llevando a una subida en los precios y eso, si continúa, se llama inflación. La discusión es si es transitoria porque, si se queda la inflación, los tipos de interés tendrán que subir y ya no será jauja».
* Este artículo se publicó originalmente en el en el número 81 (julio 2021) de la revista Plaza