VALÈNCIA. La visita a una feria de arte como Arco se me presenta como una especie de juego. Uno pone la mente en blanco cuando está en el control de seguridad dispuesto a recibir un bombardeo de toda clase de información visual más o menos novedosa. Una vez dentro los estados emocionales que se alcanzan son múltiples y variados: desde lo admirativo-devocional, hasta, sin solución de continuidad caer, sin darse uno apenas cuenta, en el autoengaño justificativo, pasando por el cuestionamiento absoluto de lo que tiene uno delante hasta, finalmente, la hilaridad. En este impresionante conjunto de obras, las hay que querría tener cerca todos los días (si las pudiera costear), a otras ante las que intento contar hasta tres para no caer en la descalificación inmediata y quizás prematura por falta de información. Resumir una feria tan libre y heterodoxa es complicado, pero podemos decir que, aunque en los medios se haya dado la sensación de lo contrario, ha sido un certamen poco reivindicativo (asunto “Sierra” aparte), escasamente innovadora (mucho dejà vu) y sí, la alargadísima sombra de Duchamp todavía sigue con nosotros.
Arco es un transitar entre la belleza y la provocación, aunque sea a través de la ausencia de aquella. El arte contemporáneo dejó a un lado esta clasificación. Lo irritantemente inarmónico también nos provoca miradas sobre las que volvemos ¿será ésta una forma de atracción tan válida como la que nos provoca la belleza, sobre la que no hemos indagado suficientemente?. Lo que es indiscutible es que Arco es un encuentro imprescindible por mucho que huela a hoguera de las vanidades para indagar en aquello que hoy día es considerado arte.
La representación valenciana se ceñía a cuatro galerías, que no está nada mal. Queriéndome alejar de lo que vendría a ser una crónica ferial me ceñiré a lo que me ha gustado más de lo que exponían nuestros representantes puesto que quiero alejarme de las crónicas descriptivas habituales. Quizás no sea lo más visionario y rompedor de lo exponían nuestros Spai Tactel, pero a mí se me fue la vista hacia la sugerente escultura metálica de Amanda Moreno que dibuja las formas ¿paisajes? empleando lo tridimiensional del formato. Ello permite ver muchas obras en una según el ángulo que adoptemos. De la histórica Espai Visor, me pareció especialmente interesante, como me lo es la obra de Liliane Lijn (1939) tan visionaria, que estos días puede admirarse en el espacio de la calle Carrasquer en Velluters. Parece mentira lo que ya hacía esta mujer a finales de los sesenta. Una de las obras más espectaculares de la feria presidía el stand de la imprescindible Luís Adelantado. A pocos les deja indiferente la “Patética para un instrumento innombrable” una pieza escultórica de gran formato que emerge de la realidad preexistente puesto que es el resultado de la intervención sobre antiguos muebles dispuestos rítmicamente y regalándoles una segunda vida. Me llamó también la atención el gran díptico de Alex Marco que desde hace unos años ha dado a su obra pictórica un giro hacia la abstracción y la austeridad en el color. En Rosa Santos siempre se me van los ojos al virtuosismo técnico y conceptual de los óleos de Chema López y la fantasía poética de la obra de Xisco Mensua.
Una delicia fue la visita a este espacio en el Círculo de Bellas Artes pequeño en tamaño pero grande en la calidad por el arte que colgaba en sus paredes. Hay que felicitarse por la labor de selección de los participantes. Drawing Room es la única feria española dedicada al dibujo contemporáneo entendida esta técnica de forma abierta. Aquí pueden descubrirse artistas que han hecho del dibujo o del papel el medio. Sin aspavientos y sin la espectacularidad de otros certámenes. Porque con estos formatos y esta técnica-desde los grandes maestros hasta la actualidad- no hay trampa ni artificio posible. Es arte despojado y auténtico.
El referente de la ilustración en nuestra ciudad es, sin duda, Pepita Lumier y esta feria le va como anillo al dedo presentando a David de las Heras de quien me gustó mucho la delicadeza, imaginación y fantasía que emplea para representar la naturaleza soñada a la vez que amenazada. La obra de Agente Morillas muestra un mundo personal a través de una obra colorista y fantasiosa. Original e idónea la enmarcación “a la antigua” de estas obras de pequeño formato. De Paz y Comedias la artesanía hecha arte de Anna Talens. Preciosa es la obra de María García-Ibáñez que con aspiración tridimensional, empleando la forma de las redes, explora el vacío, tomando como punto de partida la estructura de las colmenas. Una obra de aspiración tridimensional. Las aguadas de arquitectura metafísica, traslación al papel de su obra escultórica, de Miquel Navarro están presentes en Galería Shiras, así como las sugerentes y en cierta medida enigmáticas obras taxonómicas de Nuria Rodríguez y el virtuoso dibujo de Nieves Torralba. Finalmente, Set Espai D´Art presenta el interesante trabajo del artista francés Eltono y su paso del papel a la escultura tridimensional. En este caso, el artista dibuja recorridos entre lo imaginado y lo real por la ciudad de Valencia que convierte en formas escultóricas en madera. La intervención del azar se produce al recorrer dichos trazados callejeros haciéndolos rodar y dejando que el asfalto vaya dejando su impronta en la madera. La experiencia urbana del artista queda plasmada de forma azarosa en los dibujos y esculturas de este artista francés. Más íntimo y reflexivo es el trabajo de Ana H. Del Amo: geometría, ensamblaje.
En el espectacular espacio del edificio Cibeles, se dice que se celebra la feria más mainstream de esta semana del arte. Eso sí, uno ha de estar preparado a propuestas de lo más jugoso, a lo difícilmente digerible (hiperrealismo kisch, paisajismo chirriante y pretencioso, o burdas imitaciones de Chillida de cuestionable legalidad). Muchísimo público para ser un viernes por la mañana y por lo que pude ver, numerosos puntos rojos. Se percibía ambiente comprador. Ese que se genera cuando tienes echado el ojo a algo que te gusta y temes que pueda caer en manos ajenas en cualquier momento. Shiras, sí no han leído mal, también se presentaba en este certamen, lo hacía con algunos de sus artistas valencianos fetiche y que han venido exponiendo desde la apertura del espacio de la calle Vilaragut como los consagrados José Saborit, Sebastián Nicolau, Horacio Silva, Miquel Navarro o Javier Chapa. Galería Benlliure acudía, como suele ser habitual, con toda la artillería encabezada por los valencianos Manolo Valdés, Carmen Calvo o Genovés. Alba Cabrera presentaba los nuevos trabajos de Calo Carratalá con espectaculares tondos selváticos, aunque en esta ocasión una jungla de tonos pardos, en contraste con aquellas fascinantes selvas cuajadas de verde de hace unos años. La galería también traía la abstracción orgánica de Cristina Alabau y el velado expresionismo abstracto de Nanda Botella.