VALÈNCIA. “Es un regalo a la ciudad”, decía Marina Sender, presidenta del Colegio Territorial de Arquitectos de València (CTAV), a la salida de la rueda de prensa de presentación de la nueva Guía de Arquitectura de València, la más completa sobre la ciudad, que se ha actualizado tras una primera versión en 2007 y una reimpresión en 2010. Un trabajo monumental, que ha supuesto cuatro años de trabajo, y que culminó ayer con la presentación del volumen, tanto en papel, como en formato y aplicación.
La Guía de Arquitectura de València contiene 631 fichas de edificios y bienes patrimoniales característicos de la ciudad. No solo están todos los edificios que hacen levantar la mirada cuando uno va por la calle paseando, sino que además hay otros que tal vez no sean tan llamativos y vale la pena descubrir. Y ese que según explicaban los directores del trabajo, Francisco Taberner y Armando Llopis, junto con el vocal de cultura del CTAV, Carlos Salazar, “nos centramos demasiado en las fachadas”.
Tras la sencillez de una ficha con un puñado de datos y unas líneas para resumir la singularidad del edificio, hay un trabajo intenso de investigación que incluye la revisión y cotejo en diferentes fuentes de quién ha realizado el trabajo arquitectónico y cuándo, además de buscar planos, realizar fotografías que se adapten tanto a la publicación como a la naturaleza del edificio, y un rigor en la historia que hace de esta guía casi una obra de orfebrería.
El libro divide las 631 fichas en seis periodos: desde la fundación de la ciudad al siglo XVI; del siglos XVII al 1864; del 1865 al 1909; del 1910 al 1935; del 1936 al 1974 y del 1975 al 2020. A través de ellas se puede entender los periodos de grandes cambios arquitectónicos que vivió la ciudad: el derribo de la muralla cristiana; la introducción del hierro en las estructuras, que posibilitó el aumento de alturas; la introducción de vanguardias urbanísticas provenientes de París o Berlín; la huella de Goerlich; o la hornada de jóvenes recién salidos de Escuela de Arquitectura que se encargaron de alzar los edificios de las nuevas instituciones autonómicas tras el fin de la dictadura.