VALÈNCIA. El dragón yace sobre un lecho de rodeno del Parque Natural de la Calderona. Sus contornos -el lomo, la cola, el ala- se confunden con la montaña; no hay frontera visible entre la escultura y la naturaleza. La boca está abierta, como congelada en medio de un bostezo, y extiende hacia nosotros una lengua tachonada de piedras que nos invita a caminar hacia su interior. Atravesamos su boca y nos introducimos en un espacio dominado por líneas curvas, incrustaciones de mosaicos y trencadís. Es una de esas casas-museo que además de estar plagada de obras de arte nos regala una experiencia inmersiva en un mundo fantástico. Como la casa suiza de HR Giger, el creador de Alien; la de Dalí en Cadaqués o la Casa del Volcán de César Manrique en Lanzarote.
En las cavidades internas de este ser mitológico hay mucho movimiento: se fabrica papel reciclado a diario, hay una cámara oscura para cianotipia, un taller de serigrafía y otro de pintura. Estamos en uno de los centros de investigación artística más peculiares de España, construido sobre la herida de una antigua cantera de los años sesenta ubicada en el municipio valenciano de Gilet, a menos de 15 minutos en coche del monasterio franciscano del Santo Espíritu.
“La bestia madre está despertando”, nos explica la escultora Rhea Marmentini, impulsora del proyecto de land art y recuperación paisajística conocido como el Dragón de la Calderona. Después de siete años de inactividad en los que ha sufrido los efectos del vandalismo de los terroristas domingueros, este espacio volvió a la vida en el año 2020 y se encuentra en estos momentos en un proceso simultáneo de recaudación de fondos y restauración.