Vicky se curtió bajo la batuta (qué gran maestro) de Vicente Patiño pero se ha lanzado al ruedo gastronómico más pronto que tarde y lo ha hecho en Sagunto; en pleno centro histórico (Castillo, 18) y con la valentía de quien intuye que el mundo es de lo valientes. Bravo. 

Andaba Sagunto huérfano (yo aún recuerdo aquel L´Armeler, primeros años del siglo XXI) de mesas ilusionantes: pues bien, ya la tiene. Su cocina respira talento, ganas y respeto al mercado, “nos interesa la gastronomía sincera, donde el producto es el eje central —y al que nosotros le aportamos nuestra personalidad, creatividad y raíces (arrels)”. 

Me gustó especialmente el cremoso de queso de Almedíjar (Alto Palancia), con tierra de almendras y pesto de rúcula que es, por cierto, uno de sus plato-icono, y es que precisamente ese ha de ser camino: sabor y territorio. “Trabajamos con ostras, rodaballos, merluzas, bonito, vieiras... y no pueden faltar los cítricos: mi padre tiene un huerto donde cultiva naranjos y limoneros”.

Yo solo espero que ande pegada al producto de calidad y encuentre un público junto al que crecer; intuyo que ambas cosas irán de la mano.