Narrativa independiente, literatura infantil y ensayo político protagonizan el nuevo enclave cultural de la ciudad. Un espacio “antifascista, feminista y de resistencia en tiempos oscuros”
VALÈNCIA. ¿Qué acontecimiento histórico se celebra anualmente en Baiona (Pontevedra) durante el mes de marzo con el nombre de Arribada? Tic, tac, tic, tac… La respuesta es el regreso de la carabela Pinta a la península ibérica tras haber alcanzado por primera vez las costas americanas. Acertar esta pregunta ha permitido a Héctor Gómez cumplir un anhelo vital: poner en marcha una librería. Esta nueva parada imprescindible para los bibliófilos valencianos abre sus puertas en la primera semana de agosto en el número 2 de la calle Hiedra. Y, por cierto, lleva por nombre, precisamente, Arribada Llibres.
De acuerdo, es hora de unir los puntos: ¿por qué controlar un dato de 1493 puede ser la llave maestra que te permita abrir un negocio como este? “El año pasado en mi 40 cumpleaños fui a un concurso de Antena 3, El círculo de los famosos y gané 54.000 euros”, narra Gómez, quien ya tenía experiencia como participante en formatos como Pasapalabra, Quién quiere ser millonario o El cazador. “Cuando vas a estos programas siempre te preguntan para qué querrías el dinero y es algo que dices, pero siempre pensando que no va a poder ser porque no crees que te vayas a llevar mucho dinero. Yo dije que quería abrir una librería y oye, eso está grabado”.
Así que cogió su premio (nos tomaremos la licencia poética de pensar que era un maletín repleto de fajos de billetes o un saco con el símbolo de dólar) y se lanzó a la aventura. “En vez de pagarme la hipoteca, he decidido cumplir el sueño de toda mi vida, este trabajo en el que siempre pensaba cuando me preguntaban a qué me gustaría dedicarme. Montar un negocio siempre es difícil, así que soy muy consciente del privilegio que supone mi situación, porque me he encontrado con este dinero de repente, que me ha permitido no tener que pedir un préstamo ni deberle nada a nadie. Le estoy muy agradecido al azar”.
En efecto, la historia de Arribada Llibres es un relato de golpes de suerte y casualidades, también en su propio nombre, pues, además de ejercer como homenaje a “la circunstancia que me ha permitido económicamente montar todo este tinglado, la propia palabra es igual tanto en gallego como en valenciano. Y me resultaba un término muy estimulante, significativo y simbólico de cara a lo que yo quería montar. ‘Arribar’ tiene esta connotación de llegar a un sitio, de empezar algo nuevo, de un proyecto que nace”.
Ya conocemos los ingredientes que han hecho posible el nacimiento de este proyecto, toca saber qué van a encontrarse los lectores que arriben a sus orillas. “Quiero volcar en la librería lo que yo soy, lo que pienso y lo que me gustaría encontrar como cliente”, explica Gómez. A partir de ahí, ha planteado la estructura temática de sus estanterías a partir de tres ejes. El primero es la narrativa independiente: literatura de editoriales pequeñas o de autores minoritario. La segunda pata sería la el ensayo político, “no me escondo, Arribada es una librería antifascista, feminista y de izquierdas. En eso sí que me pongo unas líneas rojas, no cualquier libro va a poder entrar aquí”. Y cierra la tríada libresca la sección infantil y juvenil: “tengo el firme convencimiento de que los niños y las niñas no solo son los lectores del mañana sino del hoy y hay que integrarlos en la sociedad como personas de pleno derecho, como ciudadanos. Yo fui un niño muy lector y ahora estoy viendo en mi hija, que acaba de cumplir 10 años, muchas de las cosas que era yo: su pasión por la lectura, por descubrir cosas nuevas… Cuando a los chavales les presentas algo que les hace ilusión leer, se lanzan como locos y lo devoran en apenas unas horas. Así que parte de mi misión en Arribada es ofrecer a los niños un sitio en el que puedan encontrar libros que les apelen a ellos no solo como criaturas indefensas, sino como seres pensantes”. Clubs de lectura, presentaciones y un espacio de exposición completarán en los próximos meses la arquitectura del lugar.
Por otra parte, Gómez ha hecho con Arribada una apuesta lingüística decisiva: “quiero darle mucha importancia al libro en valenciano, no considerarlo como un género que es algo que a veces pasa, sino integrarlo de forma orgánica en la librería. Estamos en un momento en el que nos hemos dado cuenta de que los avances nunca se pueden dar por sentados, que siempre hay un riesgo de retroceso. En el caso del valenciano, parece que las políticas del nuevo gobierno autonómico van en un sentido muy claro de desprestigiar el valenciano o de dificultar su enseñanza lo máximo posible”.
Y ahora, el asunto del callejero. Arribada librería se encuentra ubicada en el centro más centro de València (sus coordenadas hacen cosquillas al Mercat Central, la Lonja y otros tantos puntos emblemáticos del cap i casal). Un perímetro enfrentado desde hace años a dos bestias que avanzan al mismo compás: la turistificación extrema y la gentrificación. ¿Cómo lograr que una librería teja vínculos en un entorno del que van desapareciendo paulatinamente los vecinos y son sustituidos por excursionistas fugaces? “Cuantas más librerías haya en una ciudad, más se fomentará el encuentro entre la gente y las conexiones culturales –sostiene–. Esta zona tiene mucha afluencia de turistas y gente que está de paso, así que el principal reto aquí va a ser encontrar a mi público. Pero, al mismo tiempo, al contar con esta situación tan céntrica, mucha gente que vive en otros barrios puede dejarse caer por la librería aprovechando que viene al centro a tomar algo, a pasear o de compras”.
Para Gómez, subir la persiana de Arribada supone formarse en un nuevo oficio, adentrarse en los vericuetos de la profesión de librero. Algo que va mucho más allá de vender ejemplares encuadernados. “El aprendizaje lo es todo. De repente comprendes que tu relación con los libros siempre había sido como lector: ir a la librería, comprar el tomo, leerlo y no pensar de dónde ha venido. Una vez que te metes en este mundo, descubres lo complicados y complejos que son asuntos como la distribución, la logística, la administración… La gestión de una librería va mucho más allá de tener ciertas ideas literarias”. Y sí, se reconoce como un novato en estas lides, pero no es la primera vez que se ve en esa posición: “no he trabajado nunca de esto, pero tampoco había trabajado de reponedor del Carrefour, cajero en McDonald's o agente de seguros hasta que lo hice. Comienzo este proceso desde la duda, la inseguridad y el aprender haciéndolo. En este caso. La librería es una cosa repensadísima durante años, pero al final son decisiones que te sacan de tu zona de confort (una frase horrible, pero que viene al caso). Lo asumo con ganas y con naturalidad”. Y justo por su condición de principiante ha decidido abrir en este sofocante verano: “arranco ahora porque será un momento de poca actividad. Prefiero coger experiencia y enfrentarme a todos los problemas y errores en unas semanas tranquilas a tener que hacerlo en periodos de muchísimo trabajo, como la campaña de Navidad”.
Ponerse el gorro de aprendiz implica, en su caso, luchar cada día contra ese monstruo incansable y despiadado al que llamamos ‘síndrome del impostor’, un visitante habitual en las industrias culturales. “Tengo esa vocecita que me dice ‘no eres librero, no eres librero, nunca lo vas a ser’. Te comparas con el resto de prescriptores que ves en Instagram o te pasas por una librería donde hacen cosas superchulas y dices ‘pero si es que yo nunca voy a saber hacer esto, nunca voy a conocer a tanta gente o nunca tener este gusto que tienen’. Pero no tienes que compararte con nadie, no tienes que ser igual que nadie, sino intentar darle a tu personalidad y tu toque. Poco a poco la cosa irá fluyendo. El objetivo es que la librería tenga una identidad propia”.
Entre los temores habituales a los que se enfrentan libreros de todo pelaje y condición se encuentra el vértigo de estar al día de las numerosísimas novedades editoriales que inundan los estantes sin cesar. Y es que, parte del truco del oficio reside, precisamente, en entrenar las pupilas a la hora de seleccionar títulos y recomendarlos a los parroquianos. Así se asoma Gómez a este abismo: “Hay que partir de la humildad y aceptar que es imposible que sepa de todo y que esté al tanto de todos los libros que se editan en España, que es una cantidad completamente inabarcable. Asumo también que vendrán clientes que sepan más que yo de un tema, pero lo veo como una oportunidad para aprender. Igual que me gustaría imprimir mi sello a la librería y tener la suerte de recomendarle a alguien un libro y que le guste, me encantaría que se generase el camino inverso: que haya gente que me sugiera incluir tal o cual libro. Lo bonito de la literatura es que es un viaje siempre de doble dirección.. Me da mucha vergüenza pensar en que me pregunten por un libro que no conozca y quedar como un librero de pacotilla, pero bueno, son cosas que pasan en cualquier trabajo”.
Las trompetas de la muerte llevan años y años pregonando el fin de las librerías de barrio, su inevitable y eventual derrota ante el pantagruélico Amazon o las grandes superficies. Sin embargo, estos pequeños negocios están empeñados en mantenerse en pie. O, como es este caso, incluso a comenzar de cero su singladura. En el lado del visitante, las madrigueras repletas de celulosa siguen despertando cierta fascinación, cultivan todavía un aura de refugio y barricada. “Hay algo romántico en un negocio que no va muy acorde con el signo de los tiempos porque te invita a la pausa, a la reflexión, a detenerte en vez de a recibir muchos estímulos muy rápidos. Al entrar en una librería el tiempo se detiene. Me gustaría que Arribada sirviera para que la gente pueda evadirse un poco de su día a día y para crear comunidad. Las librerías, al menos como yo las entiendo, son espacios de resistencia y de unión. De lucha contra los tiempos oscuros. Leer forma parte de nuestra forma de relacionarnos con el mundo, podemos entender la vida a través de las palabras de otros y eso es algo que siempre va a estar ahí”, cuenta Gómez.
El trazado urbano de València gana, pues, un nuevo rincón en el que fondear. ¡Larga vida a Arribada Llibres!
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