VALÈNCIA. El cómic vuelve al Institut Valencià d'Art Modern (IVAM). Casi una década después de que el museo abriera sus puertas de par en par con VLC.Línea Clara, el centro sigue explorando las distintas ramas del noveno arte, en este caso poniendo el foco en la autoedición y las creaciones más rupturistas. Es la hora del fanzine. El IVAM abrirá la próxima semana una nueva ventana a este tipo de producción gráfica con ¡Eso no es cómic! Fanzines: Vanguardia e innovación del cómic en España, una exposición comisariada por los expertos Álvaro Pons y Noelia Ibarra que reivindica esa producción que surge de los márgenes de la mano de autores como Elias Taño, Don Rogelio, Roberto Massó, Genie Espinosa y Nadia Hafid, entre otros. Lo harán, además, con una propuesta en la que lo expositivo es una parte del todo, pues convertirán la sala en un espacio vivo que acogerá talleres o charlas. Unos días antes de su apertura al público, aprovechamos para hablar con Álvaro Pons del futuro -y pasado- de un fanzine que, ahora sí, entra en los museos valencianos por la puerta grande.
- El título de la exposición comienza con una negación -"esto no es cómic"-, ¿qué es el fanzine?
- Cuando Noelia Ibarra y yo nos planteamos cómo hacer el tratamiento de la exposición una de las cosas que teníamos muy clara es que exponer un fanzine en un museo es casi matar la propia esencia del fanzine. El fanzine, en el fondo, es provocación y es ir en contra de lo establecido. En este sentido, una de las cosas que han tenido los fanzines generalmente, sobre todo en los últimos años, es una respuesta desde el aficionado tradicional que dice que no es cómic. Es una frase que se repite muy habitualmente. Nosotros hemos querido decir precisamente que eso sí que es cómic jugando con esa negación, con esa ironía, para después decir muy claramente que es la vanguardia y la modernidad del cómic. No sólo es cómic, sino que es el futuro del cómic.
-¿Es el fanzine la puerta a la innovación en otros formatos o es injusto pensarlo como paso previo?
- El fanzine rompe los límites del lenguaje del cómic tradicional y busca nuevos caminos. Mucha gente cuando ve las obras, por ejemplo, de Roberto Massó o Cynthia Alfonso, dicen: esto no es cómic, esto es otra cosa. Bueno, eso es cómic pero buscando nuevos caminos. Es cierto que el fanzine se mueve por definición y por propia decisión fuera de los cauces habituales. En ese sentido el fanzine tiene la necesidad de huir de lo establecido y por eso crea su propio circuito, ahora también aprovechándose de las redes sociales. El fanzine es hoy por hoy un espacio de libertad absoluta donde la experimentación, la búsqueda de nuevos caminos, está casi obligada. Es cierto que en un mercado donde ha cambiado tanto la industria del cómic en los últimos años, donde ha desaparecido el método tradicional que era empezar en revistas, mucha gente ha pensado que el fanzine puede ser una solución a eso y no lo es. El fanzine es simplemente un espacio donde los autores encuentran libertad absoluta. Muchos son los autores que han empezado por ahí como un primer paso, pero no necesariamente. Aquí en València, por ejemplo, tenemos el caso de autoras como Nuria Tamarit que empezaron precisamente en fanzines, pero también hay autores que han buscado volver al fanzine porque entendían que era una forma de contar algo que no podían contar a través de otros medios tradicionales. En este sentido, el fanzine está jugando un papel muy permeable y flexible. Puede ser cualquier cosa que se le quiera decir que es, incluso saltar del papel a los medios digitales.
-Hablas de provocación y de libertad, pero, ¿qué pasa cuando el fanzine entra dentro del sistema, de la institución, como es el caso de esta exposición?
-Efectivamente chirría, porque exponer un fanzine es precisamente lo contrario a su naturaleza. Lo que hemos intentado es trasladar esa riqueza plástica que tiene la experimentación en los fanzines y, además, vamos a hacer uso de la sala para instalar una especie de taller donde veamos esa capacidad de mutación, será una zona viva con charlas o talleres, rompiendo un poco ese criterio más clásico de la idea de exposición.

- Obras de Roberto Massó y María Medem
-¿La innovación pasa por temáticas, estéticas o formatos?
-En todo. En este momento no tiene límites. Tenemos gente que innova desde el propio lenguaje de la web, introduciendo animaciones o aprovechando el scroll de la pantalla. También tenemos gente que está trabajando abstracción pura o poesía gráfica; creadores que vuelven al underground de toda la vida o que está haciendo cosas muy íntimas. En ese sentido el fanzine, si algo le caracteriza, es que no tiene límites de ningún tipo. Nosotros hemos intentado dar algunas pinceladas de por dónde van las temáticas más comunes, pero son apenas pinceladas y que además son en todo momento permeables, no son herméticas. Por ejemplo, las páginas de Don Rogelio son underground gráficamente pero son casi poesía gráfica. Lo que hace Roberto Massó es abstracción pero desde una mirada muy personalista. Precisamente lo que queremos mostrar es esa variedad, esa diversidad brutal que hay.
- La exposición recorre medio siglo de creación, desde fanzines de los años 70 como La piraña divina o el primer número de TMEO a piezas de autores contemporáneos, ¿qué diferencias encuentra entre una escena y otra?
-Una cosa que queríamos mostrar es que estos autores no vienen de la nada, vienen de una tradición de reivindicación y provocación. No creo que haya ninguna diferencia a nivel de esencia. El fanzine del año 70 sigue siendo tan provocador como el fanzine de hoy. ¿Qué es lo que ha cambiado? Pues evidentemente la mentalidad de la época o los medios técnicos, antes se distribuían en conciertos o en bares y ahora se llevan a festivales de autoedición. Pero lo que es la publicación sigue siendo combativa, que es lo fundamental, busca ir contra lo establecido. Evidentemente, el discurso de libertad que tenía La piraña divina es diferente al discurso de libertad de hoy, porque la sociedad es diferente 50 años después, pero sigue siendo un discurso de libertad. Claro, cuando Nazario hace La piraña divina se juega a que lo metan en la cárcel, porque estaba todavía en vigor la Ley de vagos y maleantes y la dictadura. Sin embargo, no ha habido cambios en la esencia, aunque sí en la forma de narrar o en los tipos de estilos.

- Dinero, Revista de poética financiera e intercambio espiritual
-¿El fanzine digital es todavía algo anecdótico o realmente ocupa ya un espacio importante en la escena actual?
-Es un espacio muy importante. Mucha gente ya habla de 'instazines'. A partir de la pandemia, sobre todo, se han multiplicado. La creación digital ha encontrado en las redes sociales un aliado total. Es verdad que generan no pocos dilemas, porque no puedes evitar pensar que estás metiendo un fanzine o una publicación de tipo alternativo en una megaempresa como es Meta, que es la propietaria de Instagram.
- Y con sus propias reglas, además, por lo que respecta a los límites de contenido.
- Es verdad que limita muchísimo, pero también te encuentras gente que está haciendo cosas muy libres. Por una parte puedes pensar que el discurso se ha domado en algunas cosas, pero por otra encuentras por dónde salir. Es curioso ver cómo la necesidad de provocación va encontrando sus caminos. Aunque no la tenemos en la muestra, hay un caso muy claro que es el de Irene Márquez, un caso de gente que ha estado buscando un discurso provocador, sorteando las limitaciones de la red social. Yo creo que una de las características que tiene el cómic es que ha sido un medio que siempre se ha tenido que acoplar a condicionantes en el continente. Cuando estaba en prensa, por ejemplo, ha estado limitado a tres viñetas cada día; luego a la publicación en una revista a ocho páginas. Es decir, siempre ha tenido los condicionantes por su propia naturaleza de reproducibilidad. En la web se han seguido manteniendo esos condicionantes pero se acopla a ellos, sabe cómo utilizarlos para sortearlos y seguir dando su mensaje. Creo que el cómic siempre ha sido muy consciente de esas limitaciones formales, en muchos casos también temáticas, y ha sabido cómo sortearlas. Veo ahora como muchas autores están publicando en Instagram cosas que sortean esas absurdas limitaciones, por ejemplo, de carácter sexual, y me recuerda mucho al cómic de Brugera de los años 40 y 50, cómo se saltaban las limitaciones de la censura haciendo verdaderas salvajadas. Ese espíritu del cómic es capaz de salvar ese tipo de limitaciones.
-Además, entiendo que este nuevo escenario digital también cambia esa idea de comunidad, antes únicamente vinculada a compartir espacio físico, y ahora no necesariamente.
-Efectivamente. Todo eso cambia incluso la propia narrativa y la propia creación, en tanto en cuanto tú tienes un feedback del lector que antes no tenías, con lo cual esa comunidad es performativa también, porque la propia creación viene afectada por los comentarios de la comunidad. Eso genera nuevas narrativas, nuevas posibilidades y recursos que son interesantes a explorar.

- Obras de Javier Lozano y Bárbara Alca.
-Con todo, no desaparecen esos puntos de encuentro físicos, como es Tenderete, ¿qué importancia tienen?
-Son fundamentales. Evidentemente está cambiando la manera que tenemos de relacionarlos a través de lo digital pero el contacto personal genera otro tipo de relaciones. Sin demonizar la parte de relación digital, porque gracias a ella conseguimos mantener relaciones que de otra manera no tendríamos, es cierto que la relación personal en el aspecto creativo aporta una serie de características orgánicas que no podemos tener en lo digital. Ese contacto yo creo que es muy rico porque da lugar a descubrir cosas que de otra manera no podrías descubrir.
-Hace casi diez años de VLC.Línea Clara en el IVAM, en este tiempo, ¿cómo ha cambiado el acercamiento de las grandes instituciones artísticas al noveno arte?
- Me acabas de hundir, cómo pasa el tiempo [ríe] Ha cambiado mucho, también a nivel social, el cómic ya se ha aceptado como una forma cultural establecida, que tiene un valor importante de creación y como arte. En ese sentido las instituciones también lo han aceptado. Evidentemente también por intereses, porque el cómic tiene una componente popular indudable, pero yo creo que en general sí que se ve una apertura por parte de todas las instituciones, políticas o culturales. El caso, por ejemplo, de la Universitat de València es paradigmático, así como el del IVAM. En general hay un cambio de actitud hacia el cómic. Es verdad que posiblemente esa primera exposición en el IVAM fue un disparadero, visto ahora con la perspectiva de diez años rompió esa última frontera que teníamos. El IVAM marcó el camino y luego se sumaron otros como museos como el Reina Sofía o el CCCB de Catalunya. Sí ha habido un efecto dominó. Esto es algo que ya estaba pasando fuera, grandes museos como el MoMA o el Louvre ya habían trabajado el cómic antes, en España quedaba esa frontera y se rompió. Afortunadamente es un camino que han seguido muchos, que es lo importante.