ALICANTE. En 1971, en una entrevista que el periodista mejicano Jacobo Zabludovskwky le hacía a Salvador Dalí en la casa particular del artista gerundense y, hablando en tercera persona, como solía hacer sobre sí mismo, este aseguraba que “Dalí tiene su propia cosmogonía” y que su “genio” se plasmaba en ella, ya fuera a través de pintura, escultura, grabado o joyas. Su cosmogonía, su propia ciencia o “universo”, podía ser o estar en cualquier cosa y en ninguna de ellas mejor o peor que en las otras. Salvando las distancias —pues Dalí era un amante del pequeño formato y no tanto del muralismo, como explicó en esa misma entrevista—, el alicantino Antonyo Marest ha vuelto a hacer gala de esa 'cosmogonía' propia que le ha llevado en esta primera mitad del año a recalar en algunos de los rincones más importantes del panorama nacional e internacional con proyectos en los que de nuevo ha impregnado su esencia. Su particular universo creativo, cada vez más reconocible y reconocido, cada vez en un formato nuevo o distinto, ahora también en la gastronomía, pero siempre sin dejar de lado el gran formato pictórico.
El único cuadro de gran formato que Dalí admiraba era Las meninas, de Velázquez. Así, desafiando esa órbita daliniana, la cosmogonía identificable de Marest ha llevado al alicantino, en este tiempo, a ser seleccionado por Amazon para llenar el espacio íntimo de su sede más importante de Europa, en Barcelona, pero también ha pasado por Sublimotion, el restaurante más caro del mundo, en Ibiza. "Cuando hablamos de Marest, nos referimos al mismo artista que año tras año, trabajo tras trabajo, representa y ensalza la imagen y la cultura de una forma mediterránea de ver y sentir la vida", describe Fran Picazo, su representante y comisario de arte. Frescura, talento y calidad unida a una excepcionalidad dentro del panorama artístico-cultural internacional que le convierten en 'el elegido' a la hora de desarrollar proyectos que conecten a la sociedad con la arquitectura urbana en estos nuevos tiempos.