Arte y fotografía

EXPOSICIÓN

Una máquina del tiempo al corazón de La Ruta

Bombas Gens reúne todo el proceso de patrimonialización de 'la movida valenciana' en un artefacto riguroso y pensado para el gran público

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VALÈNCIA. Eduardo Lestes cuenta en un ensayo Vida y muerte del Bacalao Usos, transformaciones y olvidos en un proceso de patrimonialización cultural (PUV, 2024) cómo la llama de La Ruta se ha mantenido viva gracias, en un primer momento, a los neobakalas que se resistieron a dejar de vivir aquella época (insistiendo en seguir escuchando y compartiendo su música, por ejemplo, en grupos de Facebook); y en su segundo momento, cuando nos sumamos medios de comunicación, museos, televisiones y editoriales a la revisión nostálgica de aquella época para asegurar, con autoridad renovada (la misma que en los 90 condenó la escena), que La Ruta había sido realmente cultura.

Este proceso, que Lestes categoriza como patrimonialización, va llegando casi a su fin. Ya se han publicado ríos de tintas y se han montado dispositivos culturales para recordar, a veces a brocha gorda y otras a brocha más fina, aquellos años. Pero precisamente en este punto, Bombas Gens ha hecho lo que no había hecho nadie aún: juntar todos los relatos para ofrecer una mirada general y rigurosa de aquello que pasó.

Lo hace, claro, en una exposición inmersiva, La Ruta, pero que tiene tanto de dispositivo de puro entretenimiento como de divulgación. Una muestra destinada al gran público pero que la empresa catalana Layers of Reality ha presentado como su carta de presentación definitiva a València, tras la puesta en marcha de Bombas Gens hace ahora casi dos años.

La Ruta tiene como hilo conductor un viaje en coche por la CV-500, la carretera que unía las discotecas más míticas de aquellos años. El principio del viaje es el contexto, así que la primera sala sirve para hacer una larga introducción a partir de un estudio y selección de todo lo que ya se ha publicado. No hace falta investigar mucho más porque, afortunadamente, en los últimos años ha habido sensibilidad suficiente para contar bien las cosas, destacando por encima de todo los dos trabajos pioneros en ese proceso de patrimonialización: En éxtasis, de Joan Oleaque; y el podcast Valencia Destroy, de Eugenio Viñas.

A los paneles informativos les acompañan objetos míticos de aquella época: desde una Vespino hasta toda la memorabilia y ephemera (flyers, camisetas, ejemplares de la Cartelera Turia, etc.). De fondo se escuchan algunas de las canciones más míticas que sonaban en las discotecas de la época. No es la ambientación de la sala, es el eco del siguiente espacio, la sala inmersiva: una nave entera que propone, en un montaje de unos 18 minutos, ese viaje por cada una de las discotecas y sus himnos.

Se trata de un trabajo de animación, en el que cada discoteca y canción tiene su textura, y transforma la sala entera. El montaje audiovisual, a cargo de Radiante y Vitamin Studio, combina animación 3D, uso de Inteligencia Artificial para darle vida a fotografías, y tecnología láser (esto último es una innovación dentro de los montajes de Layers of Reality). La gente podrá simplemente observar, pero también tiene espacio para bailar e interactuar con la propuesta de la sala.

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El siguiente espacio, tal vez el más cargado de pedagogía, repasa las diferentes contribuciones culturales de la escena. Moda, diseño gráfico, artes escénicas… Todo confluyó con La Ruta y tuvo su ventana de vanguardia allí. Cuando aún todo estaba por hacer, las propuestas radicales tuvieron su espacio en aquellas discotecas. Este repaso se hace a través de testimonios recogidos para este proyecto o por todo lo ya publicado anteriormente. Lo hace a través de una especie de laberinto con muestras reales de trajes y carteles de aquella época. Más adelante, una sala de cine propone sentarse y escuchar la historia de la Ruta a través de los que ya la han contado.

Por supuesto, hay una sala dedicada a hablar exclusivamente de la música. El dispositivo elegido es algo parecido a una tienda de vinilos, en el que se recogen muchos de los himnos que marcaron los años de La Ruta. En la pared, los carteles que ya se pusieron en valor en La Ruta Gráfica en el IVAM vuelven a destacar para recordar el trabajo de los ilustradores y estudios de diseño en aquella época.

Se hace de día

Todos los relatos patrimonializadores de La Ruta tienen una culpa encima, que se expulsan subrayando explícitamente que, en el final del fenómeno cultural, las drogas fueron las protagonistas. Es necesario porque, ciertamente, se llevó tantas vidas por delante que sigue siendo un trauma latente en muchas familias. Contarlo con sensibilidad y evitando la alección del tono de los medios de comunicación en los 90 es ese equilibrio esperado.

La Ruta ha decidido contarlo a través de una instalación artística; una sala llena de globos en los que se resumen las consecuencias físicas y emocionales de las drogas de la época (que no difieren tanto de las de ahora). En las paredes cuelgan cuadros con las diferentes drogas representadas. Es el momento en el que el éxtasis de toda La Ruta se transforma, la conciencia de la música y otras artes se transforma también en denuncia; los rincones oscuros de la escena.

Un pasillo posterior a la sala relata el final decadente de la red de discotecas, que murieron de éxito y sin saber ni prever ni frenar una última etapa amarga. Tuvieron que pasar casi dos década para que la sociedad valenciana estuviera preparada para recordar, en clave positiva, La Ruta más allá del formato de la fiesta remember.

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La exposición acaba con una nueva propuesta inmersiva. En este caso, una sala que invita al parkineo. Seis coches de la época aparcados; cada uno con cuatro gafas de realidad virtual 360º. El visitante podrá subirse a uno de estos coches y se meterá de lleno en un amanecer de Barraca para bailar junto a la flora y la fauna de uno de esos amanecer My Way de Nina Simone, el cierre mítico de Carlos Simó en aquella discoteca. Sale el sol, y aunque la gente se resiste a dejar de bailar, es el final del viaje.

En clave valenciana

Esta superproducción de La Ruta ha tenido en cuenta la sensibilidad de contarlo desde la propia València. Por eso, en la lista de créditos están muchas de las personas que han sostenido este proceso de patrimonialización cultural de los últimos años. Las salas recogen propuestas de Vitamin Studio y Radiente, Altre Estudi, la ambientación musical seleccionada por Antonio J. Albertos, la selección de contenidos de la periodista Marta Moreira, el diseño a cargo de Democràcia Estudio o los objetos y carteles de L’Etno y el IVAM.

La exposición, pensada para un público familiar, local y que pueda llegar con todo conocido o con todo por conocer, no se podía hacer sin València. Bombas Gens ha tenido la sensibilidad y el rigor de armarlo así, y recoger toda la fiebre por recordar aquella época de los últimos años.

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