Arte y fotografía

'Atreverse a más. Valencia antes del arte normativo. 1947-1960'

El IVAM rescata a los artistas ‘contrasorollistas’ que se atrevieron a la vanguardia

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VALÈNCIA. Los integrantes del grupo Z acudían todas las tardes a la librería de Salvador Sanz Faus. Entonces, empapelaban con papel continuo las estanterías para tapar los libros y poder montar una exposición. Era finales de la década de los 40; una medida urgente, sin catálogos ni pompa, condenada a la no-posteridad. La urgencia en cuestión: escapar de la sombra del sorollismo academicista, de aquello que les enseñaban en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, de una luz y unos colores que poco o nada tenían que ver con lo que se estaba viviendo en aquella época.

Formaron parte del Grupo Z Jacinta Gil, Manolo Gil, José Vento, Custodio Marco, Federico Montañana, Manuel Benet, Carmen Pérez Giner y Ricardo Zamorano. La gran mayoría de estos nombres y apellidos permanecen o muy ocultos o directamente fuera de las historiografías, pero marcaron un sendero por el que el arte valenciano pudo discurrir en años aún muy complicados para la creación durante la dictadura.

El IVAM rescata el legado de estos artistas y otros tantos en Atreverse a más. Valencia antes del arte normativo. 1947-1960, una exposición que permanecerá abierta hasta febrero de 2026 y que ha supuesto una exhaustiva investigación por parte de los comisarios Joan Ramon Escrivà y Nacho París para buscar las obras de estos artistas, excluidos de la historia del arte con la excusa de que el contexto cultural de aquellos años en València era simplemente un erial.

La muestra pone de relieve que ciertamente no lo fue, aunque su legado es un puzzle de muchas piezas que nunca antes de había intentado montar. París y Escrivá han hecho una labor casi detectivesca porque, aunque algunas obras provienen de fondos de instituciones públicas que mantuvieron becas y premios —y por tanto, tienen una muestra de qué estaba en boga, al menos una vez al año—, otros tantos provienen de colecciones particulares, obras que estaban colgadas en dormitorios y comedores de familiares.

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¿Por qué la historia del arte les dejo fuera? “Las obras que tienen las colecciones públicas, como la Diputación de València, son las menos experimentales porque los artistas que concurrían buscaban la aprobación de la academia para garantizarse la beca. Luego, con la explosión de los museos en España, se ha buscado siempre una vocación internacional y ha interesado más lo que estaba en relación con las corrientes hegemónicas internacionales. Lo que era más de aquí no les cuadraba, y eso ha ido dejando de lado este tipo de obras en las colecciones públicas”, explica Nacho París.

Además del Grupo Z, también está muy presente en la muestra el Grupo 7, que estaría formado en un primer momento por Vicent Fillol Roig, Joan Genovés, Vicent Gómez García, Joan Llorens Riera, Josep Masià Sellés, Ricardo Hueso y Vicente Castellano, y que también expondrían fuera del horario comercial de una tienda de muebles propiedad de Vicente Genovés. Y una larga lista de artistas que hicieron carrera individual y que los comisarios han ido mapeando.

Entre tantas aguas

En realidad, ese periodo de supuesta “tierra yerma” en la historia del arte valenciano refleja un momento de convivencia entre disciplinas, tradiciones y exploraciones de la vanguardia. El título de la primera sala, contrasorollismos, resume perfectamente el estado de la cuestión: frente al academicismo luminoso marcado por la obra del pintor que sigue marcando el cánon de la pintura del siglo XX, muchos artistas intentaron huir de ahí sin necesidad de irse al otro extremo; no abandonaron la figuración, incluso los temas pueden ser similares, ¿pero cómo iba a pintar una familia pasándolo bien en una mañana soleada en la playa Ricardo Bastid, represaliado por la dictadura?

O Manuel Baeza, del que la muestra recoge un tríptico de murales de los vestuarios de la Playa del Postiguet, en el que asoma una manera mucho más libre de representar a los trabajadores del mar. O Juan de Ribera Berenguer, que decide pintar una panorámica de València al atardecer, ya con las sombra comiéndose una ciudad a la que solo se le presume la luz.

Estos avances “sin revolución”, tal y como se nombra en otra sala, son pequeños avances que también chocarían con la tendencia mundial a entender que las abstracciones y vanguardias marcaban el nuevo tiempo de la historia del arte. “El triunfo de la abstracción hizo que las figuraciones contemporáneas quedaran en un segundo plano, y por tanto, también es un factor a tener en cuenta para entender que estos artistas no estuvieran representados en las colecciones públicas”, amplia París.

  • El IVAM indaga en la generación de pioneros que rompió con el sorollismo y renovó el arte valenciano en los años cincuenta -

En un texto del Grupo Parpalló, Manolo Gil dijo que “era tan abstracto pintar un cuadrado como una manzana”. “De hecho, en ese momento también se llegó a hablar de abstractismos figurativos, una definición que ahora nos parece inútil”. Así, algunos de estos artistas rescatados quedaron atrapados entre los avances del arte en el contexto mundial, y la situación política española, que marcaba inevitablemente el ánimo y la mirada de los artistas.

Arte sacro y arquitectura del ocio para avanzar

José Luis Fernández del Amo, arquitecto de los pueblos de colonización franquistas, tenía que reproducir las estructuras de las localidades originales, pero con la libertad de poder pensarlas desde cero. En la misma época, Alfons Roig impartía la asignatura de Liturgia y cultura cristiana en la Real Academia de Bellas Artes, y organizaba tertulias con artistas para repensar la relación entre la creación contemporánea y el catolicismo, aún años antes del Concilio Vaticano II.

Era una intuición: en una época en la que el la unidad nacionalcatólica empezaba a relajarse, empezaron a surgir algunas figuras que soñaban una Iglesia más aperturista que el régimen al que habían respaldado. La renovación del arte sacro por artistas que también soñaban con escapar del academicismo propició era solo un murmullo, pero Atreverse a más ha reunido una selección amplia y muy estimulante que lo amplifica en el presente.

“Sí hay un desequilibrio entre la apertura formal, la apertura social y también la recepción social de ese nuevo arte sacro. Lo curioso es que en nacionalcatolicismo, en su necesidad claro de renovación de iglesias, se le fueron colando unas formas que tampoco eran muy bien recibidas. Se da la paradoja de una actividad institucional, que viene del nacionalcatolicismo y del falangismo, que defiende la abstracción, y esto abre unas puertas al arte contra el gusto social y que desde luego no se corresponde con la libertades reales que pudiera tener el pueblo en aquella época”, resume el comisario Nacho París. 

  • José Martínez Peris, Diseño de interior, 1958. Arxiu Valencià del Disseny. -

Nombres como Manuel Millares, Pablo Serrano, Juana Francés, Arcadi Blasco, Rafael Canogar, José Vento, Manuel Hernández Mompó, José Luis Sánchez, Manuel Baeza, Amadeo Gabino, Isabel Villar o Menchu Gal fueron reclutados por Fernández del Amo para poner la primera piedra de un nuevo arte impulsado desde los pueblos de colonización. Pero la renovación se extendió también por las parroquias llevadas por jóvenes sacerdotes que también sintieron la urgencia de renovar la mirada del arte sacro.

Por otra parte, la exposición del IVAM también entiende la arquitectura como una punta de lanza a todo lo que vendría a partir de los años 60. ¿Hubo vanguardia antes de las décadas del aperturismo? Luis Gay Ramos, José Martínez Medina, José Martínez Peris o Francisco Sebastián Rodríguez son algunos de los nombres que plantearon un nuevo rumbo de la arquitectura y el diseño de interiores en edificios como hoteles en la costa o iglesias.

Atreverse a más acaba dibujando una postal que, sin ignorar la oscuridad de la época, sí permite sacar de la sombras aquellos nodos que, individualmente, necesitaban escapar de su contexto, y que, en su conjunto, deja claro que avanzaron lo que estaba por venir. En la foto no solo están las piezas que se esperaban, como la presencia del Grupo Parpalló. También están los cuadros que, ignorados en aquella época, esperaban en casas particulares a ser descubiertos.

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