VALÈNCIA. Dicen que uno no puede elegir la familia en la que nace, un núcleo en el que hay planificación, sí, pero en el que el azar también tiene mucho que decir. Con una colección de arte, especialmente pública y sujeta a los cambios en su gestión, pasa algo parecido. Hay planificación, hay conexiones más o menos explícitas, tiene la nariz de papá, pero también entra en juego el contexto político y económico o las diferentes sensibilidades y ambiciones de quienes la lideran en cada una de sus etapas, que se van superponiendo con el paso de los años como estratos.
En la de dar forma –o nuevas formas- a ese a veces sorprendente árbol familiar está ahora el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), que abre sus puertas esta semana -tras varios retrasos- a la exposición Escena II. Latencias, un proyecto que nace con el objetivo de poner en valor la colección del centro generando a su vez nuevos encuentros entre artistas y piezas. El museo presenta así una selección de ‘All Stars’ sin caer en la obviedad, un recorrido a través de una cuarentena de obras que hablan del pasado y futuro de la institución y que de manera accidental actúa de “bisagra” con la nueva etapa del IVAM. De nuevo, estratos.
Un poco de contexto: esta muestra estaba proyectada para el 35 aniversario del IVAM, celebrado en 2024, siendo comisariada por Nuria Enguita y Sonia Martínez, entonces directora y directora adjunta del museo respectivamente. La marcha de Enguita y la lenta transición hasta la reciente llegada de Blanca de la Torre mantuvo la exposición en suspenso, un proyecto que ha ido tomando en este tiempo varias formas hasta adquirir su configuración final, ahora con Martínez como comisaria junto a Carles Àngel Saurí, quienes presentaron este miércoles la exposición acompañados de De la Torre; la secretaria autonómica de Cultura, Pilar Tébar, y David Gómez, Director Regional en Valencia de Banco Sabadell, un reencuentro que casi tiene un paralelismo con esa idea de unir distintas etapas del museo que ha disparado el proyecto.

- Obra de Joan Cardells.
En esta exposición importan las cronologías y los formatos, pero no porque a través de ellos se articule o se arrinconen los discursos, sino porque ser consciente de ellos permite romper vínculos y discursos evidentes para crear nuevas relaciones, entre obras y artistas, pero también con la propia historia del museo. Prueba de ello son las piezas presentadas de Joan Cardells, una serie de piernas y chaquetas realizadas con uralita y cartón, esculturas que parecen sacada directamente de los dibujos de patrones y cuya disposición evoca al montaje de la exposición que protagonizó en la década de los 90 en el Centre del Carme, entonces sede del IVAM.
A pocos metros se sitúan las ratas gigantes que el artista Guillermo Ros concibió en 2021 para la exposición Un ejercicio de violencia, unos animales que se enfrentaban a la arquitectura del museo, royendo muros y pilares, y que ahora hacen lo propio precisamente con el mobiliario de la muestra que acogía el espacio antes de Escena II. Latencias, en este caso la dedicada a Simone Fattal, una idea de destrucción que se consuma con el montículo de ceniza que firma Reiner Ruthenbeck.

- Obra de Guillermo Ros (izquierda) y Ana Penyas (derecha).
Frente a los animales mutantes de Ros se sitúan los sugerentes XXXIV dibujos para el Infierno de Dante, de Robert Rauschenberg, que a su vez se conecta a través del muro y de la técnica del collage con la Premio Nacional del Cómic Ana Penyas. De la valenciana se presenta una serie de dibujos pertenecientes a su obra Todo bajo el sol, que tiene como punto de partida la década de los 60, desde donde se relata la historia de una familia que sufre las devastadoras consecuencias del turismo de masas, una reflexión sobre la especulación urbanística y el paisaje que salpica otras de las piezas presentadas en la muestra.
La exposición recorre prácticamente un siglo de creación a través de firmas como Ángeles Marco, Pepe Espaliú, Zanele Muholi, Juan Muñoz o Mar Reykjavik, una variopinta familia que se va conectando obra a obra, relaciones que se sitúan desde lo formal, procesual o conceptual y que se enmarcan en un mismo lema, ese “latencias” que funciona de catalizador, unos diálogos en los que el espectador no es ajeno, sino parte activa. “Nuestra intención es que cada espectador amplíe conexiones y relaciones a partir de sus propios imaginarios”, apuntó Sonia Martínez. "Los museos son lugares vivos donde se construyen nuevos significados a través de la interacción. Queremos invitar a que no solo vean las obras, sino que las sientan, que las piensen desde su propia experiencia y que participen activamente en ese diálogo que genera la exposición”, añadió por su parte Carles Ángel Saurí.
El futuro del museo

Las lecturas y conexiones de esta suerte de árbol genealógico son múltiples, vínculos que también miran al futuro del museo. A este futuro apuntan los comisarios de la muestra a través de piezas como la aparentemente delicada Ca5(PO4)3(OH) de M Reme Silvestre, uno de los pocos préstamos de la exposición, en este caso procedente de la galería Luis Adelantado, una pieza que fusiona vidrio óptico, vértebra o infusiones de cítrico y jengibre y que señala a una posibilidad, la de la colección del IVAM que puede ser.
En este sentido, esta exposición también “marca una transición”, subrayó Blanca de la Torre durante la presentación de la muestra, y ha sido actualizada hasta el último momento, generando una última conexión a través de la obra de Xisco Mensua, recientemente fallecido y al que se ha querido “reconocer” en el marco de la muestra, con la artista estadounidense Kara Walker, que protagonizará una de las próximas exposiciones del museo y que se incluye dentro de la programación diseñada por la nueva directora, presentada hace apenas unas semanas.