VALÈNCIA. "Exponer un fanzine en un museo es casi matar su esencia, porque nace para permanecer al margen de las instituciones culturales". Menuda forma de presentar la nueva exposición de fanzines en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), pero es que la cosa tiene su miga. El museo valenciano abre sus puertas -una vez más- a la autoedición con un proyecto expositivo que recorre medio siglo de creación, una muestra que reivindica el fanzine como el gran espacio de libertad del cómic, incluso para aquellos que lo consideran fuera del noveno arte. Es por ello que, no con poca ironía, el museo presenta ¡Eso no es cómic! Fanzines: vanguardia e innovación del cómic en España, una muestra comisariada por Noelia Ibarra y Álvaro Pons que pone en valor la viñeta en la institución museística, aunque suene contradictorio.
Es precisamente por esa naturaleza efímera del fanzine, que se distribuye en gran medida por canales en los márgenes de los circuitos artísticos, que presentarlo como un objeto de exhibición habla de una suerte de “muerte” del objeto, subrayaron los impulsores de la muestra, un colorido funeral que precisamente por no obviar esa contradicción tiene más sentido aún. “El camino es largo y el fanzine donde tiene que estar es fuera del museo [pero] esta exposición va a hacer que estos dos mundos tiendan puentes donde colaborar. Esa capacidad del fanzine de estar innovando es el mismo espíritu del IVAM. Es necesario crear esos puentes”, relató Pons, quien años atrás realizó la generosa donación de miles de piezas al museo que fueron el germen la bautizada como Fanzinoteca.
Esta donación fue un punto clave para impulsar la relación del museo con el noveno arte, que tuvo un punto de inflexión hace casi una década con la apertura de la exposición VLC. Línea clara, que dio paso no solo a más proyectos expositivos en este ámbito sino también a generar una línea de adquisiciones con las que se engrosó la colección del centro. Esta relación, además, parece estar llamada a seguir evolucionando de la mano de la nueva directora del museo, Blanca de la Torre, que defendió la inclusión del cómic como “una línea más” dentro de las artes visuales.
- Foto: JUAN GARCÍA
“Yo misma he incluido el cómic en algunas de las exposiciones que he comisariado de arte contemporáneo […] No entiendo una ruptura, lo entiendo en ese marco transdisciplinar que he propuesto para el museo. Esas artes visuales más tradicionales deben estar en constante diálogo con esas otras disciplinas”, expresó De la Torre durante la presentación de la exposición. Este es el futuro, pero el presente nos sumerge en una exposición que reúne una buena selección de artistas y obras que nos lleva a fanzines míticos de los años 70, como La piraña divina, el primero número de TMEO o Ademuz km.6, hasta una producción actual en la que también caben los “instazines”, obras creadas desde y para el entorno digital.
“Nuestra propuesta no pretende ser una nómina cerrada [de autores], un canon cerrado, sino ofrecer al visitante toda una inmersión en el mundo del fanzine, que puede aproximarse a distintas propuestas y ver como las etiquetas no son categorías cerradas”, expresó Ibarra. Es por ello que los autores están ordenados alfabéticamente y no por estilo o de manera cronológica, una disposición que habla de ese espíritu de “experimentación e innovación” del fanzine que nace de libertad que ofrece tanto el formato como el propio hecho de tratarse de autoedición, ofreciendo unos márgenes flexibles que permiten a los autores retorcer y ampliar las posibilidades que permite.
Oscar Raña, Roberto Massó, Marta Cartú, Don Rogelio, Natalia Velarde, Rosa Codina, María Medem, Nadia Hafid… la lista de participantes es extensa, una buena representación de autores que, en todo caso, suponen el 50% de la exposición, pues el espacio se presenta como una sala “cambiante” en la que, precisamente atendiendo a esa naturaleza del fanzine, la exhibición es una parte del todo. “No queremos una sala en la que la gente esté callada y hable bajito”, subrayó Pons. Es por eso que una parte del espacio se ha convertido en una suerte de taller en el que se invitará a varios autores a realizar fanzines a lo largo de la permanencia de la exposición, una sala que también acogerá una nutrida programación que pondrá negro sobre blanco que el museo no es lugar para el fanzine, pero puede serlo.

- Foto: JUAN GARCÍA