VALÈNCIA. “Me propongo realizar un trabajo antológico de las costumbres de España, tanto en su apertura y progreso, como en su ocultamiento y tradición, que dan fruto a su idiosincrasia. Para ello utilizaré el medio más actual y representativo de mi época: la expresión fotográfica”. Este es un extracto de la memoria con la que Cristina García Rodero solicitó la beca de la Fundación Juan March, una oportunidad que cambió su vida y que la situó como uno de los referentes indiscutibles de la fotografía española.
“Muchos me decían: ¿por qué te vienes aquí haciendo 600 kilómetros para ver un diablo? Señora, pero es que es un diablo único, especial”, relata la autora. Entre las palabras que encabezan este texto y estas últimas ha pasado más de medio siglo, siendo las más recientes pronunciadas este mismo miércoles en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM). El museo acoge desde esta misma semana la exposición España oculta, que despliega en sus salas 157 imágenes de la histórica serie que inició gracias a la beca, con la que recorrió todo el país para conocer sus fiestas, ritos y costumbres.

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- Foto: MIGUEL LORENZO
Gracias a ella García Rodero adquirió su primera cámara, una Pentax de 35 mm, y tomó un autobús con destino al pueblo conquense de Almonacid del Marquesado, que se situó como primera parada de un viaje que se extendió por la geografía y el tiempo, pues no sería hasta bien entrados los años ochenta cuando presentó su resultado por primera vez a modo de exposición. Más de una década de trabajo convertida en la mirilla a través de la que fijarse en aquello pequeño, dando dignidad e importancia a gestos o celebraciones cotidianas y elevándolas gracias a su particular mirada.
“Lo que más le atraía a Cristina son las personas, cómo viven, sus emociones, cómo se comportan. Desde el punto de vista etnográfico y antropológico la colección tienen un innegable interés”, subrayó la directora del IVAM, Blanca de la Torre, quien acompañó a la artista durante la presentación de la muestra. “Mientras otros fotógrafos retrataban la modernidad de La Movida, Cristina apostó por una fotografía que no interesaba, pero lo hizo con determinación, con pasión y con talento”, añadió.

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- Foto: MIGUEL LORENZO
Fue el antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo el que en 1989 expuso un proyecto que entonces parecía ir a la contra de esa modernidad que imperaba en los productos culturales, especialmente con la explosión de libertad que llegó tras la muerte del dictador Francisco Franco. El centro se llenó de carnavales o prácticas como los ‘Bous a la mar’ de Dénia, un relato empapado de festividades religiosas, de procesiones o romerías, una serie que irradía vitalidad y celebración, en la que caben parrocos y travestis. Todas las fiestas en las que se 'coló' Cristina García Rodero encuentran su espacio en una serie que mira con mimo, empatía y curiosidad a aquellas poblaciones alejadas de los focos.
Todo ello forma parte de la España oculta que exploró García Rodero, una historia de historias que suponen todo un descubrimiento en varias direcciones, por parte del espectador, pero también para la propia autora, a la que esta “aventura” marcó tanto desde el punto de vista profesional como personal, si es que una cosa y la otra se pueden analizar en su caso de manera independiente.
“Odio a las personas que caminan superficialmente sobre las cosas o los fotógrafos que me dicen, ‘ya tengo la foto, vámonos’. Yo no me voy. Aunque haya sacado la foto de mi vida hay que esforzarse hasta el final y al año siguiente más, y al año siguiente más”, aseveró durante la presentación de la muestra. En definitiva: calle, calle y más calle. Porque, al final, la fotografía “es el deseo de ver y de comunicar a los demás”. Palabra de García Rodero.

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- Foto: MIGUEL LORENZO