VALÈNCIA. Laura Palau es una de las protagonistas indiscutibles de la nueva temporada expositiva en València. La artista presenta en la galería Luis Adelantado el proyecto Segunda Mordida, una exposición que explora las tensiones que surgen del conflicto emocional entre el peso de lo identitario y el privilegio del amarre a un lugar, un proyecto que tendrá una 'cara B' próximamente en el Centre del Carme. Lo hace, además, con una propuesta que dialoga con los proyectos de Javi Cruz y Andrés Izquierdo, que también se pueden ver en la galería, un trabajo le valió hace apenas unas semanas el premio a artista destacada concedido en el marco de Abierto València.
- Has sido galardonada con el Premio artista destacada en el pasado Abierto Valencia, ¿cómo se recibe?
- Muy contenta. Me siento muy privilegiada de que este trabajo haya creado interés y que sea en mi ciudad. Porque aunque yo sea de Castelló, València es mi ciudad. Es muy emocional porque era un proyecto que llevaba en las entrañas desde hace cuatro o cinco años, ha sido un momento duro de mi vida y que el resultado de haber estado hacia adentro haya sido que cuando haya salido fuera se premia, nunca me lo hubiera imaginado. Es un alegría.
- El proyecto Segunda mordida, que ahora presentas en Luis Adelantado, habla de identidad, de territorio, ¿cuál es la semilla emocional que da pie a este trabajo?
-Dos cosas que además se alinearon. Una es que en 2019 me fui fuera, a Berlín, para hacer una residencia artística en GlogauAIR. De ahí me fui directa a hacer otra residencia en Francia, que es cuando cayó el COVID. En Francia cerraron fronteras, no pude volver aún contactando la embajada… Tuve un accidente ahí, estuve un mes y medio en el hospital, y, al salir, como había aplicado en un máster de fotografía en Holanda decidí irme, en una situación bastante endeble. Una cosa que me gustó mucho allí es la combinación de media, esa apertura. Donde yo he estudiado en València las disciplinas están divididas por departamentos y tienes que troncales que no te puedes quitar de en medio. Por ejemplo, en Berlín, en Holanda o en Bélgica, donde estoy ahora, aunque tú hagas fotografía, hay una combinación de media que en España yo no encontré cuando estaba estudiando.
Estas dos cosas me hicieron pensar mucho sobre esa relación que yo tengo entre estar muy a gusto en casa y sentirme muy privilegiada de tener un territorio que me da una identidad, que no se ha borrado por las guerras o por el cambio climático por el momento, y a la vez el hecho de que mi propio territorio, los árboles que tenemos en casa o las constelaciones familiares, también me causa asfixia y no me deja ser otra cosa. Pensando en esa relación, empecé a hilar trabajos anteriores y nuevos para la exposición.

- Mucha literatura o cine contemporáneo reflexionan sobre lo rural, las raíces. No sé si sientes que hay algo generacional en este interés.
- Es verdad que hay muchas mujeres escribiendo sobre esto, como María Sánchez o Irene Solà, que me gustan mucho. Con Yayo Herrero hicimos una presentación en el IVAM y recuerdo que hablaba de que un la gran parte de la población española se concentra en un pequeño porcentaje de territorio. Eso es insostenible. Creo que hay una mirada generacional al interior, hacia lo rural o hacia territorios que hemos deshabitado por pura necesidad, más que por nostalgia.
-He leído que defines como una suerte de agricultora urbana y una cosmopolita rural, ¿son antónimos?
-Esto es una realidad que yo viví mientras crecía. Yo he vivido en mi pueblo a temporadas, pero no siempre. Fue una decisión política empadronarme allí cuando cumplí los 18 años y tener el estudio allí. Entonces, soy de campo pero hay gente más de campo que yo. Mi realidad es distinta. En la ciudad me pasaba lo mismo, cuando estudiaba ser rural no estaba de moda [ríe] No acompasaba con ciertos modelos cosmopolitas, me encontraba chocando con ambos sitios. Yo no entiendo que la agricultura esté en un sitio y la cultura en otro.
-Hablas de cambio climático, política, ¿en qué medida esto está de manera más o menos explícita?
-Esta es una cuestión compleja. Desde todos los campos en los que estemos trabajando podemos ayudar a que haya una sostenibilidad. En el arte ,por ejemplo, creo que es muy importante que pensemos en esos parámetros porque está bajo mucha presión de un sistema capitalista productivo en el que la novedad es continua. Si no, no puedes seguir creciendo, no puedes seguir produciendo... Mi punto de vista es que no es tanto la temática sino la metodología y la forma de pensar lo que debería estar sostenible. He reflexionado mucho sobre esto. Por ejemplo, si la obra no tiene un sitio para estar, es importante pensar muy bien cuál es la necesidad individual. Eso yo se lo hago reflexionar también a compañeros y alumnos que a veces quieren hacer como una instalación para un Open Studio, por ejemplo, y yo les hago esa pregunta: ¿luego dónde va a estar ese trabajo que vas a construir? No construyamos sin pensar dónde va a ir después.

-Fuiste una de las participantes del proyecto Confluències del IVAM, de intervenciones artísticas en ámbito rural, ¿cómo fue la experiencia de crear no solo inspirada en estos espacios alejados de las grandes instituciones culturales sino en ellos?
-La verdad que el IVAM ha hecho - la antigua dirección y la nueva no creo que vaya por otro camino- mucho esfuerzo -porque requiere mucho esfuerzo y muchas voces- por pensar de forma circular, de forma extensiva en el territorio y, en lugar de acercar prácticas al museo, acercar el museo a esas prácticas. Ojalá esto fuese una forma de hacer habitual. Otra cosa muy buena del proyecto es que al final estuvimos cuatro años entre reuniones, producciones, residencias, continuación del proyecto, mediaciones... son unos tiempos realistas que van en contra de la productividad de un sistema capitalista.
-¿Qué continuidad tendrá Segunda mordida?
- Se trata de una forma de mirar, que tiene una forma específica, y algunos de estos proyectos tendrán continuidad y otros no. Pero mi sensación de estar entre ciertos territorios, entre fuera y casa, entre vida y el recuerdo que lo ha producido, entre lo abierto y lo cómodo... Eso va a seguir estando en la forma en la que tengo que trabajar. No obstante, este proyecto fue premiado por la Diputació de Valencia, entonces sí que va a haber ahora directamente una continuación en el Centre del Carme que inaugura en noviembre. Allí se verán trabajos que están pensados dentro de esa misma exposición [en Luis Adelantado]. Son dos exposiciones que se leen juntas, que estaban pensadas juntas y que se han distribuido en dos salas precisamente por eso, en beneficio de la obra.
- Segunda mordida se configura como una parte de ‘Llaga de mar, alivio de monte’, una doble exposición que suma a Javi Cruz y Andrés Izquierdo, ¿en qué medida se entiende como dos proyectos pero como un todo?
- Fue una suerte que Olga [Adelantado] nos pidiera pensar el título en conjunto. Empezamos a hablar por teléfono porque Olga nos puso deberes: buscar el vínculo juntos. Nos pidió indagar en esas visiones compartidas que tenemos. Hay muchísimas correlaciones. Además, es interesante porque yo vengo del interior y me he ido fuera y él viene de una ciudad más grande, que es Madrid y se ha ido a un pueblo de Ávila. Hemos hecho caminos distintos pero el mismo.
