VALÈNCIA. Cantaba Mecano aquello de “entre el cielo y el suelo hay algo” y es precisamente esos dos espacios -o tres, según se mire- donde ha posado la mirada la artista castellonense Laura Palau, que despliega en el Centre del Carme (CCCC) el proyecto Mala hora, bona hora, una exposición que tiene como núcleo la práctica de las conocidas como Tretzenades, una forma de predicción meteorológica ancestral que antaño guiaba la siembra, la poda, la cosecha y la gestión del agua y servía como ritual que alineaba la actividad humana con los ciclos de la Tierra.
El proyecto es el resultado del premio Alfons Roig de la Diputación de Valencia, que reconoció la obra de Palau como Mejor Proyecto Artístico en 2024, un trabajo que, en realidad, supera los propios muros del Centre del Carme, bien por lo que respecta a la propia investigación y centro intelectual del proyecto, pero también en el plano expositivo. No en vano, hace apenas unos meses inauguró en la galería Luis Adelantado el proyecto Segunda Mordida, una exposición con la que exploraba las tensiones que surgen del conflicto emocional entre el peso de lo identitario y el privilegio del amarre a un lugar.

Este proyecto supuso, en cierta medida, una ‘cara A’ que ahora se completa con Mala hora, bona hora, un proyecto colaborativo que acerca la sabiduría popular del campo valenciano para reconectar con la naturaleza frente al cambio climático. La propia artista fue la encargada este viernes de presentar la muestra, que se podrá ver hasta el 18 de enero, junto al gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, Nicolás Bugeda; el diputado de Cultura, Francisco Teruel; y la comisaria de la exposición, Jana J. Haeckel.
La exposición, aseguró la comisaria, “recopila el conocimiento popular a lo largo de las generaciones a través de la mirada de la artista y nos muestra cómo esas creencias ancestrales y esa observación silenciosa pueden ayudarnos a entender y conectar con la naturaleza para concienciarnos de la importancia de escucharla para convivir con los cambios climáticos que se están produciendo”.

En este sentido, la muestra nos invita a mirar hacia arriba como primer paso, un punto de partida que nos presenta un muro cubierto por numerosas fotografías de cielos cambiantes, imágenes de nubes tomadas por la propia artista así como por amigos, una mirada al cielo que es en realidad un plural, son muchos cielos, un archivo colaborativo de cielos cambiantes. La mirada, con todo, también se posa en lo terrestre, en las maderas y o el vidrio, con el que da forma a una escultura inspirada en el llamado calendario de cebolla.
Un hilo casi invisible conecta unos y otros materiales -también el material de archivo que descansa sobre una mesa hecha con madera de distintos árboles-, la voz de José Ramón, un vecino de la localidad de Castell de Cabres cuyo testimonio, recogido en varias entrevistas grabadas en el último año, sirven como eje conductor de un proyecto con el que Palau apela a la sabiduría popular, la identidad y el territorio para superar la fractura que la sociedad actual ha creado entre la naturaleza y el ser humano.