VALÈNCIA. ABBA. Michael Jackson. Fleetwood Mac. Aunque les sorprenda, ellos son algunos de los protagonistas de la lista de discos más vendidos de la semana en Reino Unido, uno de los mercados musicales más competitivos. Sí, hablamos de octubre de 2025. Y es que, en un océano de novedades -ahora cada vez más veloces, a golpe de trend en TikTok-, los greatest hits siguen siendo garantía de éxito y refugio para muchos. Suena ‘Dancing Queen’ y todo está bien. En esta constelación de estrellas, en València contamos con una que lleva el nombre de su ciudad como tercer apellido. El segundo, el pintor de la luz. El primero, el legal: Sorolla.
El artista ha trascendido su propia producción para, a través de su pincel, crear una imagen del mediterráneo que aún hoy sigue dominando el imaginario colectivo. Con sus claros, los más populares, pero también con sus oscuros, no menos interesantes. Todos ellos, sin excepción, los contiene el Museo Sorolla, ubicado en Madrid y donde vivió junto a su mujer, Clotilde García del Castillo, y sus tres hijos. Allí se custodia la mayor colección de obra de Joaquín Sorolla del mundo, unos fondos que suman en torno a 1.400 pinturas y 5.000 dibujos a través de los que se relata con todo detalle quién fue el valenciano más universal, un listado del que -sin menospreciar las rarezas- sobresalen esos ‘hits’ que todo el que visita el inmueble no quiere perderse, unos ‘grandes éxitos’ que ahora tienen nueva ubicación: València.

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- Foto: MARGA FERRER
El cierre temporal de la casa-museo del artista para su ampliación y rehabilitación ha permitido presentar de forma excepcional en Fundación Bancaja un conjunto de grandes obras que difícilmente pueden prestarse en su conjunto para una exposición, pues en su mayoría forman parte de la colección permanente del centro. La oportunidad era única y la fundación valenciana, que desde hace años colabora de manera estrecha con la Fundación Museo Sorolla, ha sido elegida como el ‘hogar’ temporal de estas obras maestras, piezas que hasta el próximo mes de febrero compondrán la playlist definitiva del pintor, no solo en València, sino en todo el territorio nacional.
“Nosotros somos sorollistas. La Fundación Bancaja es sorollista. Es, ha sido y seguirá siendo sorollista”. Estas palabras las firma el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, quien presentó este jueves el proyecto junto al director del Museo Sorolla y comisario de la exposición, Enrique Varela, quien destacó la “excepcionalidad” de una exposición que -y esto es importante- solo se podrá ver en València, pues una vez finalice las piezas regresarán a Madrid. “Reunir estas sesenta obras maestras nos da cuenta de los niveles de excelencia artística que alcanzó el pintor […] Son las obras fundacionales del Museo Sorolla, las obras que Clotilde y su hijos legaron al Estado para que se creara al Museo Sorolla”, destacó Varela.
Son muchas las selecciones y recorridos que se podrían haber diseñado, una tarea difícil que se ha concretado finalmente en estas sesenta piezas de las cuales una es de la propia Fundación Bancaja, ¡Triste Herencia!, una excepcional pieza que refleja el drama social de niños enfermos acogidos por el hospital valenciano San Juan de Dios, obra con la que ganó el Gran Premio en la Exposición Universal de 1900 en París y que supuso la consagración internacional del pintor. El conjunto compone un mapa global de Sorolla a través de su faceta como retratista o paisajista, con pinturas que reflejan momentos íntimos o escenas de ámbito social, un recorrido cronológico que nos invita a visitar de su mano todas las etapas de su vida y espacios que habitó. Toca coger la mochila y emprender un viaje que es, en realidad, el de toda una vida.

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- Foto: MARGA FERRER
Cómo no, las imágenes de ese mar mediterráneo que ayudó a definir son el corazón de la muestra, que se inicia con las exquisitas El baño del caballo, Paseo a la orilla del mar o Después del baño. La bata rosa, piezas en las que esa luz blanca, en ocasiones amarillenta, penetra con fuerza como un día de verano, una luz cegadora que contrasta con otros escenarios con los que comparte espacio expositivo, paisajes de un cantábrico frío y cambiante que nos abren una ventana a Biarritz, Zarauz o San Sebastián y su sociedad burguesa.
Su primeros años de formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos y posteriormente en Roma, como pensionado de la Diputación de Valencia, también encuentran hueco en un relato que muestra a un Sorolla aprendiz que se presenta como artista en una suerte de autorretrato en el que, por contra, aparece de espaldas, pintando. No es la única vez que se presenta a sí mismo, aunque será años después y de frente. Lo acompañan entonces una serie de retratos en los que representa su vida familiar, a su mujer Clotilde, su cuñado Juan Antonio García o sus hijos, con piezas tan sugerentes como el retrato colectivo La siesta. “Él trataba con cierto desdén el género del retrato, no le motivaba, pero le permitía generar unas redes clientelares y sociales que eran muy necesarias. [Estos retratos familiares] no están marcados por el encargo, sino por el cariño”, indicó Varela.

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- Foto: MARGA FERRER
El recorrido continúa con una ruta que nos lleva a Burgos, donde vemos un extraño paisaje nevado, Toledo o Segovia. Estos viajes no son baladí, pues cabe recordar que uno de los grandes proyectos que acometió fue la serie Visión de España, encargada por la Hispanic Society of America (HSA), para la que la que recorrió varias provincias de España con el objetivo de retratar sus costumbres. Paneles, por cierto, que protagonizaron una histórica exposición en Fundación Bancaja en 2007, un hito que ahora se completa con esta muestra. Precisamente, algunas de las piezas que ahora se muestran, que representan a hombres y mujeres anónimos vestidos con indumentaria tradicional, servirían para completar algunos de los paneles de la HSA, como Castilla. La fiesta del pan.
Esta suerte de biografía pictórica que es la exposición Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla también tiene un final, un último capítulo que nos lleva a Mallorca. Fue en el verano de 1919 cuando, junto con su familia, se instaló en la isla, donde retrató paisajes como la Cala de San Vicente (Pollença), un paraje que ya había llamado la atención de artistas como Santiago Rusiñol o Anglada Camarasa. Allí realizó una de sus series “más bellas y sugestivas”, siendo esta la última ocasión en la que el artista pintó ese mediterráneo que siempre le inspiró. Y todos esos Sorollas, de principio a fin, están ahora en Fundación Bancaja.