Arte y fotografía

‘La espera, el fluido, la medida’

Marina González Guerreiro cuenta el tiempo en la galería Rosa Santos

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VALÈNCIA. El tiempo es, como otras muchas cosas de lo que creemos como esencial para la vida humana, un artefacto cultural que ha servido, de diferentes formas y en diferentes momentos de la historia, para ordenar el caos del mundo. En la actualidad se hace a través de relojes precisos, de sincronizaciones automáticas, de cambios de hora, de calendarios de Google, de quejas por los retrasos (a veces milimétricos) del transporte público, del scroll infinito. Sentimos que el tiempo se nos escapa, pero es algo eminentemente humano. 

Marina González Guerreiro lleva ya un tiempo centrando las preguntas de su obra en el tiempo, cuestionando “la idea del tiempo productiva, lineal, cronológica; atender las otras formas de pensar el tiempo, ya sean más subjetivas o desde la inexactitud”.

En La espera, el fluido, la medida (Galería Rosa Santos, hasta el 13 de febrero de 2026) centra el tiro en la manera en la que se ha ido midiendo el tiempo y esperando a lo largo de los siglos, a lo ancho del mundo. Nada más sencillo que cuestionar las coordenadas de la vida contemporánea que ver el recorrido histórico de sus bases culturales.

Un parlamento mide el tiempo disponible de los discursos con unos platos por donde corre el agua a diferentes niveles; pero también una escalera de hierro que invoca el baño en un puerto marítimo puede transporta a un tiempo-otro

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La artista, como viene siendo habitual, plantea un trabajo de archivo en un doble sentido: por una parte, la acumulación de unas piezas que no buscan tanto responder a una tesis sino que son la suma de unos hallazgos, más evidentes o colaterales, de aquellas preguntas que le surgen durante el proceso artístico; por otra, porque los objetos encontrados siguen siendo una fuente importante de aquello que acaba en la galería.

“Esperar no significa dilatar el tiempo, sino habitarlo. La espera se convierte en práctica ética: mirar lo que otros descartan y dignificar la materia fuera de lugar. Cada fragmento conserva su historia y su tiempo visible. En esa atención paciente se revela el cuidado: una poética del reparar, recomponer y dejar que la materia hable por sí misma”, escribe Susana Guerrero para la hoja de sala, en la que establece esa relación con el trabajo de archivo y el concepto de espera que tanto tiene que ver con la propuesta de González Guerreiro — “La espera es tiempo suspendido, un hueco”, establece la artista en conversación con este diario.

La pieza principal de la muestra es una rueca, en la que en vez de hilos discurre una fila de bolas de porcelana. La artista relaciona este artefacto tradicional con la espera, desde prácticamente su mito fundacional: el de Penélope esperando a Ulises. Alrededor de la rueca, platos y cuencos de cerámica hechos también por la artistas acumulan pequeñas piezas de porcelana, tierra y latón, que ha ido haciendo a mano. La espera y el tiempo no es solo su pregunta sino también su proceso. Dos carros de hierros (un material “nuevo y complicado”, según confiesa ella misma, con el que ha trabajado) indican el camino hacia esa pieza principal.

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Pero en el resto de la sala hay otros artefactos que también miran al tiempo. El ya nombrado dispositivo para medir el tiempo de los discursos —que inspira la idea de la medición del tiempo a través de la relación estrecha entre los humanos y la naturaleza, ahora socavada en parte por números en pantallas—, pero también elementos que visualizan el tiempo de manera diferente al de esa flecha tirana que no deja de avanzar. Por ejemplo, como una rueda, que representa un ciclo que nunca acaba; o como una espiral que va creciendo y que en este proyecto tiene forma de columnas trajanas a pequeña escala a modo de diario.

El tiempo y la espera están en el tema, en el material y en el proceso. Marina González Guerreiro busca en el tiempo y solo encuentra “más ganas de seguir investigando, de seguir haciendo”. Y este redactor se da cuenta en la repregunta que busca respuestas claras y entrecomillables siguiendo la imposición de un tiempo que es el del artículo periodístico, pero no el del proyecto que está presentando la artista.

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