Arte y fotografía

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Santi Palacios: “La fotografía nace con vocación de perdurar, aunque caduque cada medianoche”

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VALÈNCIA. En un mundo donde las imágenes parecen tener los minutos contados después de cada publicación, Santi Palacios busca justo lo contrario, que sus fotografías permanezcan. O mejor dicho, que incomoden, que conmuevan y que nos obliguen a reflexionar. Como fotoperiodista, sociólogo y fundador del medio sin ánimo de lucro Sonda Internacional, Palacios lleva más de una década documentando las rutas migratorios que conectan África y Oriente Próximo con Europa. Pero su trabajo no se limita a registrar el tránsito en el mar: intenta comprenderlo, y sobre todo, hacerlo comprensible.

Parte de esa mirada se reúne ahora en On the Edge, la exposición que podrá verse del 15 de octubre al 15 de noviembre en la plaza Décimo Junio Bruto dentro del festival ValenciaPhoto, patrocinada por Canon. La muestra recorre algunos de los cruces más peligrosos del Mediterráneo y propone detenerse en los márgenes, donde tantas vidas quedan suspendidas.

El mismo día de la inauguración, Palacios ofrecerá una ponencia en la que compartirá la historia detrás de esas imágenes y su forma de entender la fotografía como herramienta de pensamiento crítico. Días antes, conversa con Culturplaza sobre esa mirada y sobre las realidades que, al otro lado del mar, siguen reclamando nuestra atención.

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-On the Edge explora los bordes, no solo los físicos sino también los simbólicos, de las rutas migratorias. ¿Qué has descubierto tú en estos márgenes?
-Lo que se muestra en esta exposición forma parte de un cuerpo de trabajo más grande sobre mi exploración de las rutas migratorias como una forma de conectar distintos fenómenos sociológicos. Me apasiona la interconexión entre el conflicto, la ruta migratoria y la crisis climática. En este caso, documentar las rutas migratorias, te permite entender los motivos por los que las personas abandonan su lugar de origen -catástrofes naturales, conflictos armados…-, hablar de la ruta en sí, que es una de las situaciones más extremas a las que se puede enfrentar un ser humano, y observar después la vida en los países de recepción, con cuestiones como la integración, la multiculturalidad o la xenofobia.

Dentro de todo ese abanico de temas -los cuales me interesan todos- me obsesionó documentar un instante muy particular: el momento en que una persona se prepara para cruzar una frontera, en la que la cruza o muere en el intento. Ese interés tiene dos motivos. Por un lado, porque a nivel simbólico, sociológico y periodístico es uno de los instantes más importantes para los grupos migratorios; y por otro, porque fotográficamente es un instante muy visual, donde rara vez podemos captar en una sola imagen algo tan potente como dos continentes o dos países totalmente diferentes. Lo que me he encontrado al contar esto son miles de historias humanas y una desconexión bastante importante, que es lo que me importa contar, entre lo que se vive en el terreno y lo que acaba filtrándose o permeando en el debate público.

-Después de tantas imágenes, reportajes y telediarios sobre las fronteras, ¿crees que realmente hemos llegado a comprender lo que ocurre ahí?
-Es difícil saberlo. Creo que es un análisis muy profundo y complejo, porque tiene que ver con el tiempo que dedicamos a querer comprender. Cuando hablamos de estos bordes, estas fronteras del arco mediterráneo, entender lo que pasa requiere años. Yo mismo llevo mucho tiempo y a veces todavía me cuesta, porque son realidades muy complejas. No podemos absorberlas a golpe de unos segundos en un telediario.Como audiencia tenemos que dedicarle tiempo si queremos comprenderlo bien.

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-¿Cómo eliges el momento exacto en el que disparar? ¿Hay algo que te guía más allá del instinto periodístico?
-Me enfrento a una contradicción, porque soy fotoperiodista, entonces me dedico a informar y utilizo la fotografía como una herramienta para informar; pero también soy fotógrafo. La contradicción aparece cuando, además de informar, busco fotografías que generen imágenes que no se puedan olvidar. Y creo que hoy en día conseguir imágenes que no se puedan olvidar es un reto mayor que nunca. Competimos con miles de fotografías producidas por todo el mundo, tanto a nivel profesional como personal: las que te llegan de tu entorno, las que ves en redes sociales o en los medios de comunicación. Nuestro objetivo es que alguna de las nuestras te cautive lo suficiente como para que la recuerdes, reflexiones sobre ella, hables de ella esa noche con tu pareja, con tu familia, con tus amigos. Que te despierte una emoción, una reflexión, y sobre todo que genere más preguntas que respuestas, porque de eso se trata: de generar debate.

Traducir todo esto al momento fotográfico en el que disparas es muy difícil de describir con palabras, porque hay que estar allí. A base de pasar mucho tiempo, por ejemplo en las operaciones de rescate del Mediterráneo central, vas aprendiendo a anticiparte, a intuir cuándo puede producirse una escena que funcione gráficamente, que contribuya a contar bien la historia y que, además, tenga carga emocional. Se trata de intentarlo muchas veces para que, de vez en cuando, aparezca una de esas fotografías que consiguen permanecer en el tiempo.

-Debe ser complicado buscar emocionar sin que uno mismo se desborde. ¿Como fotógrafos, tenéis que aprender a contener la emoción para que no os sobrepase el momento?
-Es algo muy personal, que cada uno gestiona a su manera. En mi caso, fotografiar me ayuda mucho. Al trabajar en este tipo de situaciones siento que estoy siendo parte activa del momento. Creo que sería mucho peor ver la situación y no estar haciendo nada al respecto. Al fotografiar, estoy aportando mi granito de arena: tratar de contarlo lo mejor posible y hacer un buen trabajo fotográfico y periodístico. Tratar de trasladar al espectador hasta el lugar donde están ocurriendo los hechos.

Estar activo y concentrado me ayuda. Muchos de esos instantes pasan muy rápido, y hay que estar muy atento para captarlos, para no perdértelos, para ser consciente de lo que estás viendo y de los detalles. Esa concentración te centra en lo que tienes que centrarte, que es tu trabajo.

-La inmigración se ha convertido en el centro del debate político en Europa. ¿Sientes que se ha perdido de vista la dimensión humana de quienes cruzan el mar?
-Hay mucha desconexión entre lo que sucede, lo que viven los protagonistas de las historias que contamos y lo que luego se filtra en el debate público. En ese sentido, creo que hay una gran falta de empatía. Uno de los objetivos, a través de la fotografía, es precisamente prescribir esa necesidad de empatizar y que el mundo pueda hacerlo con las personas fotografiadas.

Por nuestra parte, lo que nos toca es hacer el trabajo lo mejor posible y trasladar estas realidades de la mejor manera a las lectoras y los lectores. Y bueno, insistir que en esta muestra aporta un fragmento de un trabajo mucho más amplio. Nuestra obligación es contar bien la historia de principio a fin: los motivos por los que las personas abandonan sus países, las rutas migratorias y las vidas en los lugares de destino. Es una obligación colectiva porque es inabarcable, y tratamos de hacerlo lo mejor posible, centrados en la crisis climática y en las causas ambientales que empujan al desplazamiento de personas, pero siempre con la mayor seriedad posible, sabiendo que todo esto tiene un gran impacto en el debate público.

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-En un momento en que el periodismo independiente se precariza, ¿cómo se sostiene un trabajo como el tuyo o el de Sonda Internacional?
-Es muy difícil financiar los trabajos en profundidad, genuinamente difícil, porque el periodismo internacional tiene costes muy elevados y, hoy en día, lamentablemente, parece que lo que creamos son casi productos de lujo, por decirlo así, porque han costado muchísimo dinero. Son trabajos que no solo tienen esos costes de producción, sino también muchísimo tiempo de dedicación. Entonces, el coste final del producto que entregas a los lectores y las lectoras es muy elevado, pero el periodismo históricamente se ha entregado gratis o casi gratis, a un valor muy escaso.

Para que te hagas una idea, Sonda Internacional es un medio de comunicación sin ánimo de lucro especializado en periodismo sobre la crisis climática. Trabajamos en la crisis climática porque tiene un impacto directo en el desplazamiento de personas. Ahora vengo de Sudán del Sur, de trabajar sobre cómo las inundaciones obligan al desplazamiento interno dentro de las fronteras, y en breve viajo a Bangladés, donde hay personas que viven en el mayor campo de refugiados del mundo y sufren el impacto constante de los ciclones. Entonces, nosotros nos tenemos que financiar con donaciones, porque existe una gran diferencia entre la forma en la que se valora el trabajo de calidad -que parece que sí se valora- y la aportación económica que se está dispuesta a hacer por él. Como producto, el periodismo hoy en día no parece tener un gran valor, aunque sí exista el deseo de que ese trabajo exista. Por eso nos constituimos como una organización sin ánimo de lucro y nuestra financiación procede de las donaciones de personas que quieren que este tipo de proyectos sigan existiendo.

-¿Y a nivel personal, cómo gestionas el regreso a casa después de estas salidas?
-Es algo que nadie te enseña a gestionar y que todos hemos tenido que aprender a nuestra manera. Es verdad que al principio puede ser difícil, pero con el tiempo encuentras las herramientas y la forma de hacerlo. Es muy importante destacar que esto es una profesión, una profesión muy seria, y hay que gestionarla como tal. Somos profesionales haciendo un trabajo que creo que es muy importante. Tienes que hacer esa distinción, igual que la hace un médico o una doctora en un hospital, que trabaja a veces con situaciones muy complicadas y después tiene que volver a casa y seguir con su vida normal. Es cierto que los cambios de realidad pueden ser muy bruscos y que se producen en poco tiempo, pero con los años aprendes a gestionarlo. Y la mejor manera de hacerlo, al menos en mi caso, es lograr hacer un buen trabajo y ver que ese trabajo cumple su papel: tratar de hacer periodismo visual de calidad que ayude a comprender la historia que se está contando.

-¿Cuándo sentiste por primera vez que las fotografías podían ser una herramienta de comprensión social, no solo de registro?
-No sabría decir el instante exacto, pero vengo de la sociología y fue a través de la sociología visual y la antropología visual cuando entendí que, con la fotografía, todo podía tener un mayor impacto. Me di cuenta de que lo importante no era tanto ofrecer respuestas, sino generar preguntas que contribuyeran al pensamiento crítico y al debate, que es también a lo que aspiran las ciencias sociales. En mis primeros proyectos, cuando aún era muy joven y estaba explorando, vi que era a través de la fotografía cuando más lo conseguía. Al publicar los primeros reportajes entendí que la fotografía es una herramienta fascinante y apasionante, y que los trabajos en profundidad, bien realizados, pueden tener un impacto real y positivo en la creación de pensamiento público y crítico.

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-Después de tantos años fotografiando el dolor y la resistencia humana, ¿qué has aprendido del público que observa tus imágenes?
-Que hay un interés muy genuino, y esto me sorprende para bien. Es una fuente de motivación para todos: ver que la gente realmente quiere mirar y quiere saber. Vivimos una época tremendamente visual, en la que hay que ver para creer y ver para comprender. Y aunque a veces parezca que las fotografías caducan pasada la medianoche, la fotografía nace con vocación de perdurar. Cuando una imagen se imprime en un medio, en una exposición, en una conferencia o en un libro, y se muestra en un espacio más tranquilo y reflexivo que el de la actualidad mediática, te sorprende el interés real que despierta en el público. Siempre he recibido un feedback muy bueno en ese sentido. Luego cada uno tendrá su opinión sobre los temas que tratamos, pero el interés por saber más es genuino: hay muchísimas preguntas e interacción. Creo que ese interés existe, y que nuestro reto ahora es conseguir que llegue a un público todavía más amplio.

-De la exposición que se podrá ver en València, ¿hay alguna fotografía que tú no olvides?
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No me olvido de ninguna de esas fotografías, pero te puedo destacar varias. Hay una tomada en España, que no es donde suelo trabajar, en la frontera entre España y Marruecos. Muestra a un chico sentado sobre un poste, en una cabina de seguridad de la valla fronteriza. Saltó la valla una noche en la que distintos jóvenes intentaron entrar, pero no le dio tiempo a ascender antes de que llegara el despliegue policial. Me impresionó mucho porque eso fue de noche, y cuando amaneció seguía allí, sentado, sin moverse, mirando hacia el mar. Hasta que lo obligaron a bajar y lo devolvieron a Marruecos. Ese instante, y la calma con la que parecía afrontar una situación tan extrema, me impactó mucho.

También recuerdo otra fotografía de una pareja envuelta en una manta térmica, saliendo de una playa de Lesbos. Acababan de llegar en una patera junto a varias familias de Irak, Siria y Afganistán. Habían cruzado el mar en condiciones muy malas, un día en el que apenas creíamos que pudiera cruzar nadie por el estado del mar. Llegaron por una zona de acantilados, y la sensación de tranquilidad al ver que lo habían conseguido, que no habían muerto en el intento -porque ese día realmente podrían haberlo hecho-, me impactó profundamente. Es uno de los instantes reflejados en la exposición y uno de los que más me ha marcado.

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