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memorias de anticuario

Arte para descubrirse en los jardines valencianos

Con esa mirada curiosa que siempre les recomiendo cuando recorren la ciudad, veamos los jardines históricos con ojos más abiertos: de una forma más completa, y disfrutando de la fusión entre naturaleza urbana y arte

22/01/2017 - 

VALENCIA. Sucede con los parques que en ocasiones los árboles no nos dejan ver… el arte. Sí, se suele decir eso de “museo al aire libre” y otros lugares comunes para referirse a un catálogo escultórico, restos arqueológicos o fuentes ornamentales que, ya sea por la desafortunada ubicación- un poco así “dejada caer”- o porque cuando disfrutamos de un parque o jardín, lo que atrae nuestra mirada tiene más que ver con el entorno natural, muchas veces, parece mimetizados con el paisaje arbóreo.

El viejo cauce del rio Turia es ya una parte de nuestra propia casa, está en la boca de todos y se ha convertido, afortunada y milagrosamente, si nos acordamos-con terror- a lo que pudo haberse destinado, en la niña mimada de la nueva Valencia. Y bien que lo merece, puesto que se trata, recordando de una frase del arquitecto catalán Oriol Bohigas, refiriéndose al mismo, de “una maravillosa anomalía”. Pero el del cauce es caso aparte, y junto a él la ciudad está salpicada de jardines que podemos llamar históricos, puesto que se gestan entre los siglos XVII y XIX.

No, aquí no voy a descubrirles un recóndito y secreto jardín, ignoto-aunque haberlos haylos, pero no son de acceso público (patrimonio escondido, ya tengo un tema para tratar en otra ocasión) sino que les animaré a que se fijen en elementos peculiares de jardines que tienen ustedes pateados.

Viveros o Jardines Del Real

Me parece más evocador el nombre de Jardines del Real, pues como espacio ajardinado es de los más antiguos de la ciudad, aunque no de uso público, al menos inicialmente, puesto que nació  para solaz y uso exclusivo de los moradores del Palacio Real y será, a lo largo de los siglos, cuando se independice y modifique, hasta la fisionomía actual. Por ejemplo la pequeña colina que asoma a la calle General Elio y que se hizo emerger empleando los escombros del viejo palacio tristemente derribado. Los parterres están regados de esculturas conmemorativas y laudatorias, no demasiado relevantes, firmadas por los más relevantes escultores figurativos del siglo XX.

No obstante, lo más interesante son los elementos arquitectónicos, restos arqueológicos repristinados sería más apropiado, que se trasladaron desde distintas partes de la ciudad y que fueron salvados del derribo. Se trata de varias puertas de palacios y conventos que cumplen de nuevo su función, aunque en este caso para dar entrada a distintas partes del jardín. Sin duda la más interesante es la renacentista del palacio de los Duques de Mandas que estaba originariamente en la calle Avellanas, de la primera mitad del siglo XVI. La particularidad son sus dos magníficas esculturas de gigantes (el palacio era conocido popularmente como “el dels gegants”), que parecen dispuestas a soltar un mandoble a quien ose traspasar el dintel. Los y medallones con efigies en perfil que nos recuerdan a los de la lonja también son propios de la época. Otra es la portada del convento de San Julián que estaba situado en la calle Sagunto es del siglo XVII tiene una escultura bajo una venera posiblemente del Santo que da nombre al desaparecido edificio y está fechada en 1697. Del siglo XVII es la del palacio de los condes de la Alcudia y Gestalgar y que se encontraba en la plaza de Tetuán en su dintel conserva, dañado, un escudo nobiliario. La última y que da acceso a los jardines Del Real desde la calle Jaca es la del palacio de Jura Real, del siglo XVIII, que se hallaba en lo que hoy es la plaza del ayuntamiento.

La impresión que me da cuando contemplo estos vestigios de un imponente pasado es que no existe una adecuada valoración de estos, ya sea por la nula información, por el estado de conservación como por unos emplazamientos no demasiado elocuentes que las conducen a cierto ostracismo y abandono.

El Botánico

Se dice pronto pero 200 años de antigüedad son muchos, y esos son los que tiene el Jardín Botánico de Valencia, que se gesta sobre el huerto de Tramoieres, y se inaugura en el año 1806. Se trata de uno de los espacios de esta naturaleza más importantes y antiguos de España. No me compete destacar los ejemplares arbóreos más interesantes, sino que nos fijaremos en un patrimonio arquitectónico muy particular, único en la ciudad me atrevería a decir, que podemos hallar en su interior. Me estoy refiriendo a los invernaderos llamados del Umbracle que es del 1900, el de la Balsa de 1888 y el Tropical que se remonta a 1862. Este último es el que tiene un mayor interés pues es diseñado en el año 1859 por el arquitecto valenciano Sebastian Monleón, fue construido entre 1860 y 1862 para albergar plantas tropicales y se trata de una pieza única en España, de la arquitectura en hierro de la época. Se llevó a cabo una restauración muy conservativa en cuanto a la la estructura metálica y el zócalo, de piedra de sillería, que lo sustenta. El citado Umbráculo de 1900 tiene el interés añadido de albergar en su interior, además de todo un microecosistema ecuatorial, una preciosa escultura de varillas de Andreu Alfaro emplazada con mucho gusto.

Monforte

No es de lamentar el emplazamiento de este bello rincón, sino, en todo caso, el de los edificios que lo circundan o mejor dicho, lo asedian. Pero el desarrollo tiene estas cosas. Como otros tantos tienen su origen en un huerto que en el siglo XIX se convierte en jardín de tipología neoclásica, plagado de numerosas esculturas en mármol y estanques, que le dan un especial especial encanto. Su diseño se debe al hiperactivo arquitecto Sebastián Monleón y su construcción finaliza en 1859. El palacete o “pabellón de recreo” es típicamente decimonónico merece una visita y dispone de una torre miramar desde el que seguramente se divisaba la línea azul el Mediterráneo, lo cual hoy en día es algo más propio de la utopía.

Las alameditas de Serranos

Por su especial configuración alargada, adosado al petril del viejo cauce, es un jardín poco concurrido. Se crea a mediados del siglo XIX puesto que una vez derribada la muralla queda un solar, tierra de nadie, desde las primeras casas intramuros hasta el petril del viejo cauce. El elemento ornamental más destacable y muy poco conocido por los valencianos es la llamada Fuente de la Cistella. Su nombre se debe a que la figura central de la fuente es la diosa romana Ceres (de ahí el nombre que damos a los cereales) que porta en su espalda una cesta. Se trata de una escultura en mármol del siglo XVIII que, al igual que el tritón de la glorieta, procede del huerto del canónigo Pontons.

Jardines de la Glorieta

El mariscal Louis Gabriel Suchet, nombrado Duque de la Albufera a su entrada a Valencia en marzo de 1810, era un apasionado de las plantas así que adquirió los terrenos que hoy ocupa el jardín de la glorieta para iniciar una aventura botánica. Puede afirmarse que es el primer jardín creado para uso público de la ciudad.

Diversas esculturas recuerdan a los pintores Muñoz Degraín, Francisco Domingo y Joaquín Agrasot. También al pediatra Ramón Gómez-Ferrer, y la más reciente que homenajea a la capa española. Pero es la llamada Fuente del Tritón la que aquí concita nuestra atención. Bajo el influjo de la alargada sombra de Bernini, la citada fuente es el elemento artístico más destacable del jardín. Su existencia en este emplazamiento se debe a Antonio Pontons, un canónigo que a la vez realizó una labor de mecenazgo. De su huerto de Patraix, para embellecer este nuevo espacio público, fue traída en 1833 y su autor es el escultor genovés Antonio Ponzanelli, quien la tallará en mármol blanco sobre rocalla.

La Alameda

Digámoslo claro: la Alameda (lugar de álamos), uno de los otrora más importantes espacios ajardinados de carácter histórico de la ciudad y hoy en día se intuye pero no se ve. No se ve lo que realmente fue, porque hoy-como incluso ha dicho en alguna ocasión el Consejo Valenciano de Cultura- es un enorme parking, de un kilómetro de longitud. Cuando pienso que Valencia es una ciudad todavía no acabada, me vienen a la mente de casos como este: el paseo de la Alameda, que como tal se configura cuando en 1643, cuando Rodrigo Ponce de León, virrey de Valencia, manda plantar dos hileras de álamos, es una de las asignaturas pendientes de la ciudad. Cierto es que la inversión sería importante pero su futuro pasa devolverla a su magnífico pasado recuperando la fisionomía del siglo XVIII, y ejecutar un túnel pasante con un gran parking subterráneo disuasorio puesto que el centro está a cinco minutos a pie, recuperando uno de los “paseos salón” más importantes de la España de los siglos XVIII y XIX.

De dos pares hablamos cuando nos referimos a sus dos elementos más característicos: las fuentes ornamentales fundidas en París y colocadas en los extremos en 1878, hoy en día sitiadas por el tráfico rodado, y las dos llamativas torres, llamadas “de los guardas”, una dedicada a San Felipe y otra a San Jaime, levantadas en 1714 durante el reinado de Felipe V, son llamativas por sus tejas vidriadas como tantas cúpulas de iglesias valencianas y sus blasones adosados que les dan una personalidad y encanto particular.

Jardines del antiguo hospital

Una afortunada intervención del estudio arquitectónico Vázquez Consuegra, ha devuelto la dignidad que merece a este importante espacio intramuros en el que se funden, en una feliz simbiosis, el jardín mediterráneo y los restos arqueológicos del antiguo e importantísimo Hospital General, cuyo origen se remonta al siglo XV. El entorno arqueológico renacentista necesitaba esta actuación, con urgencia pues también acoge elementos tan importantes como la biblioteca municipal, edificio del siglo XVI frente a la cual todavía se conserva la puerta gótica del antiguo hospital, la ermita de Santa Lúcía de origen medieval, capilla del Capitulet, y el propio Museo de la Ilustración. 

No nos olvidamos otros jardines, sus historias y sus elementos artísticos: el Parterre, las Grandes Vías, el Paseo Blasco Ibáñez o el jardin de Ayora, pero llegado este punto, les invito a que los descubran ustedes.

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