VALÈNCIA. La ciudad se despierta tras el rugido de Gloria. Por primera vez desde hace días la luz del sol baña las fachadas de los talleres de Ciudad Fallera, donde las jornadas son cada vez más largas. Apenas quedan dos meses para que veamos arder unos ninots que transformarán València en un espectáculo de arte urbano sin igual, una cuenta atrás que se vive con especial atención cuando hablamos de la falla de la plaza del Ayuntamiento. Sin embargo, ser la más analizada y fotografiada no la salvará de ser pasto de las llamas. Porque esta falla, también pasará. Los artistas falleros Manolo Martín y José Ramón Espuig serán los encargados de levantar el diseño de Escif, Esto también pasará, un proyecto que no dejará indiferente a nadie. De ella dijo el jurado que la seleccionó que era una falla “del siglo XXII”, un monumento que da un giro de tuerca a aquello que hemos visto hasta ahora plantado en la plaza. “Bueno, dejémoslo en finales del siglo XXI”, bromea Manolo Martín. Aunque ambos han quemado rueda en esto de plantar fallas, confiesan que el encargo de 2020 es especial, no solo por lo emblemático de hacer ‘la municipal’, sino por el reto que supone dar vida a una construcción que, aunque con los ojos cerrados, estará de cara a todos los edificios de la plaza en algún momento del día.
Sí, la falla de 2020 se mueve. "Hacer mover tanto peso y que se mantenga al aire es muy complicado. Nos dará mucha faena la plantà, pero es un gran reto que nos hemos metido en la cabeza y vamos a lograrlo", nos explica José Ramón Espuig, maestro mayor del Gremio de Artistas Falleros, en nuestra visita a un taller que funciona como un reloj suizo. La conexión con el motor que hará que dé un giro completo al día obliga a no dejar nada al azar: la estructura está condicionada a una maquinaría que es clave para ejecutar el proyecto tal y como lo idearon. "Lo básico de una falla es el esqueleto, esa arquitectura interior que la soporta. Si nosotros hacemos esta falla sin movimiento la forma es muy libre, en el momento en que aparece un motor, del que está suspendida, cambia radicalmente la forma de atacar el proyecto. Tienes que tener en cuenta el encaje de una cosa con la otra", añade Martín. Aunque no es la primera vez que una falla genera, de una forma u otra, movimiento, lo cierto es que hacer girar las aproximadamente doce toneladas que pesará la bautizada como “meditadora” no es un reto menor. Y son conscientes de ello.
Es esta mujer meditando el volumen principal del proyecto, un gigante que, aunque cuenta con una altura similar al del resto de fallas de su ‘liga’ (unos 20 metros), al presentarse sin adornos ha obligado a los artistas a seccionar con precisión médica cada parte. En total catorce piezas, creadas a partir de materiales como cartón o la vareta, que se reparten en al menos cuatro naves distintas de la Ciudad del Artista Fallero. Esta creación ‘expansiva’ en realidad no se aleja tanto de lo que será finalmente el proyecto una vez se plante en la plaza del Ayuntamiento, pues el gigante central vendrá acompañado por diferentes ninots que, en lugar de generar escenas en la base de la meditadora, tomará las vallas, fuentes y farolas de la plaza. “Las escenas están repartidas en la plaza, conviven con el entorno urbano”, explica Martín, que destaca la “virtud” de Escif de contar historias que no necesitan de carteles para ser entendidas, convirtiendo cada escena casi en una versión tridimensional de aquellos murales que salpican la ciudad. Entre los ninots, mucha crítica social, como un oso polar en referencia al cambio climático o un grupo de inmigrantes.
“Cuando Escif habla te enamora, la historia de la falla nos gustó a la primera”, relata Espuig. Escif, que en 2015 ya firmó el proyecto Todo lo que sobra para la comisión Mossén Sorell-Corona, plantea este año un discurso en torno a la idea de permanencia, de una realidad cambiante, un discurso que, a pesar de que no lo parezca, se verá reflejado en la “majestuosa, elegante y profunda” meditadora, explican desde el estudio BrilloySabor de Escif, pues girará aunque de una manera casi imperceptible. “A primera vista, esta meditadora se nos presenta impasible, como una montaña. Sin embargo, algo en ella nos hace sospechar que se mueve [...] La montaña se convierte entonces en faro, llenando con su presencia cada rincón de la plaza”, explican desde el estudio. “Aceptar el carácter efímero de nuestra fiesta, también nos revela una de las grandes leyes universales de la naturaleza. Todo cambia todo el rato”. Tras haber intervenido espacios como el Palais de Tokyo de París, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) o haber participado en el proyecto Dismaland de Banksy, el valenciano Escif firma en su ciudad uno de sus mayores trabajos. Aunque, como todo, también pasará.
"Es un concepto totalmente nuevo", recalca los artistas falleros, que señalan la “buena sintonía” con la que trabajan con un Escif que llegó a sus vidas hace un año, cuando el proyecto empezó a tomar forma… de manera digital. Fue en septiembre cuando comenzaron a trasladar aquel diseño en una falla material, un proceso de trabajo que está bien avanzado, aunque no será hasta el día de la plantà que puedan ver el resultado del mismo. A pesar de que se ha destacado el carácter innovador del proyecto, Martín defiende que es una falla “tradicional de verdad”. No hay más que ver su esqueleto de madera o acabados de cartón. Más allá del debate sobre qué es tradición y qué es innovación, que podría ocuparnos horas, el reto está ahora en cuestiones más terrenales: su montaje en la plaza. Antes de marcharnos, una última pregunta para los artistas falleros: cómo van a sacar las enormes piezas que componen la falla. “Cogiendo carrerilla”.