Asimetrías sanitaria y económica en las comunidades autónomas

Aunque no sea la del carbonero, mantengo una gran fe en la recuperación de la Comunitat Valenciana. Porque son muchos miles las personas que se juegan el todo por el todo en estos momentos; una inmensa presión que conduce más a la reinvención, a la tensión por salira delante, que a la parálisis.

Este ánimo vital no es exclusivo de los valencianos, pero está bien presente entre nosotros. Pymes y autónomos constituyen en nuestro tejido económico una mayor proporción que en otras partes. Puede que carezcan de las reservas económicas presentes en las grandes empresas; pero, frente a las carencias, se encuentra la necesidad imperiosa de sobrevivir: la de poder pagar un sueldo que permita mantener la propia familia y el mayor número posible de trabajadores.

Para que este ánimo no se agriete, la salida a la crisis necesita más de lápiz fino que de brocha gorda. Es algo que debe entender el gobierno de España. La centralización funciona en los momentos en que las decisiones precisan ser rápidas y generales, en las que el mando único evita las dilaciones propias de cualquier proceso participativo. Cuando se propaga el fuego, los bomberos no celebran asambleas.

Cuestión distinta es el día D+1 y los que le sucedan. El tiempo del desconfinamiento y el regreso a la normalidad. En ese nuevo escenario lo que se precisa es la construcción de un espacio de seguridad lo suficientemente sólido como para sustentar la recuperación de la confianza. La homogeneidad pierde aquí buena parte de su valor porque en ese momento hablaremos de lugares concretos y los recursos de prevención y seguimiento de la pandemia precisarán amoldarse a esa realidad de forma proporcionada y dinámica.

Una labor analítica que necesitará de las Comunidades Autónomas y de los Ayuntamientos, ya sea como como detectores precoces o como vigilantes y decisores, sin que ello interfiera la labor de supervisión general que corresponde al gobierno central. Eso sí: basada sobre un intercambio de información homologada, permanente y fiable y la creación, en cada CCAA, de un comité de expertos que siga el pulso de su respectiva demarcación en directo contacto con el órgano homólogo del Estado.

Esta labor de despiece detallado de los rasgos epidemiológicos, demográficos y sectoriales del territorio ocupa un lugar central para introducir el factor seguridad siempre que se disponga de un elemento básico: la capacidad de analizar la presencia y trazabilidad del Covid-19 en la población. El estudio de seroprevalencia que ha iniciado el Ministerio es valioso, pero sus resultados ofrecerán una foto fija a nivel provincial cuando la baremación de la seguridad precisa de mayores y continuadas acciones. Los trabajadores tienen derecho a saber si en su centro de trabajo alguien se encuentra afectado por la pandemia. Lo mismo ocurre con los colectivos más sensibles que no han enfermado, pero de quienes sabemos que, de hacerlo, ocuparán el punto más alto de letalidad. Y, ante los próximos meses, la recuperación del turismo será una aspiración frustrada mientras no se acredite que la Comunitat Valenciana es un lugar anti-COVID friendly. Que lo es para quienes vivimos aquí todo el año y para quienes nos visiten.

La labor de prevención de posibles brotes futuros, que pueden coincidir con la epidemia tradicional de la gripe, también precisa de una atención descentralizada ligada a la coordinación con el Ministerio de Sanidad. Reconozcamos que las CCAA disponen de profesionales de primer nivel y de una experiencia clínica y de salud pública bien acreditada, que se ha intensificado tras vivir en primera línea las causas de la pandemia. También es de este nivel de decisión, apoyado en la experiencia de hospitales y centros de salud, de donde tiene que partir la estrategia de aprovisionamiento y distribución del material sanitario.

El paso de la homogeneidad a la casuística específica de cada territorio requiere asimismo de fineza en el terreno económico porque en este ámbito se producirán, asimismo, diversas asimetrías. La Comunitat Valenciana depende más del turismo internacional y doméstico que otras geografías de España. También cuenta más la exportación de bienes al extranjero, al contrario de lo que sucede en su intercambio de productos con el resto de España, en el que es deficitaria. Como se ha mencionado, tampoco su estructura empresarial es idéntica a la del conjunto del país, ni lo es su estructura sectorial, en la que existe una menor representación de los bienes de media-alta y y alta tecnología y de los servicios avanzados y una presencia mayor de las restantes actividades. Incluso su capacidad de aplicar el trabajo telemático no se corresponde con la intensidad existente en otras economías regionales.

En conclusión, los efectos económicos de la crisis no serán los mismos en todas las CCAA. Convendría, por ello, que la información también aflorara a este respecto. Alguna, como el paro, o el número de afectados por los ERTE, es pública; pero ¿qué sucede con la concesión de los préstamos avalados por el Estado? ¿Cuántas solicitudes han sido denegadas y de dónde procedían? ¿Qué diferencia existe entre lo solicitado y lo concedido? ¿Qué sesgos se pueden identificar?

Disponer de esta información es de utilidad para que el gobierno central ajuste la intensidad territorial de su apoyo económico y las CCAA valoren sus decisiones de reforzamiento de la política estatal. E, incluso, no debería descartarse que la generación de nuevos planes de recuperación económica, ya sean españoles o europeos, tengan en cuenta que las necesidades regionales difieren y, al mismo tiempo que, las CCAA están ahí. Con capacidad de gestión. Manteniendo un directo contacto con la realidad de cada comarca, de cada ciudad. Que el Estado de las Autonomías es un valioso activo de choque para la revitalización económica, como lo está siendo para la salvación de vidas.