Ser malo, en muchas ocasiones, tiene recompensa. En el colegio, por ejemplo, los niños malos suelen recibir más atención que los buenos. De hecho, muchos niños son desobedientes y traviesos por esa razón. Se sienten solos, poco cuidados, invisibles en casa… y descubren que si se portan mal se convierten en el centro de atención. Y la atención es un contacto bastante íntimo. Los maestros los riñen, hablan con ellos a solas, a veces hasta se muestran más amables y comprensivos que con el resto de niños, en un intento de llegar a ellos por la vía emocional y así cambiar su actitud. Pero, ¿qué actitud van a cambiar si portarse mal es su forma de existir, de ser importante, de recibir esa consideración especial? Todos se fijan en él (o ella) y para los compañeros se convierte en un ejemplo a seguir. A veces incluso los imitan y hacen las cosas mal para que los maestros se acerquen también a ellos. El niño malo es la envidia de la clase. El centro de interés.
En la adolescencia sucede algo parecido. Algunos niños buenos que poco a poco tienen problemas para seguir la clase y empiezan a quedarse por detrás del resto, se hacen malotes de pronto. Lo he visto mil veces. Si no pueden destacar por su inteligencia, o por alguna otra cualidad, pues destacarán por pelearse con otros, por fumar porros o por su rebeldía adolescente. Se convertirán en gilipollas pero de esa forma volverán a ser alguien.
Además, mejor que parezca que no quieres estudiar y por eso suspendes que dejar en evidencia que te cuesta, que no eres tan inteligentes o trabajador como la mayoría.
Todos queremos ser alguien. Destacar. Como sea. Algunos adolescentes no llegan a convertirse en rebeldes pero, seamos sinceros, los penes dibujados en la pizarra nunca pasan de moda. Incluso las Converse tienen épocas bajas que los penes pizarreros nunca tienen. Todo adolescente quiere en el fondo llamar la atención y la forma más fácil es atentar contra la autoridad. Penes y, en los últimos años, la llegada de Vox ha puesto de moda dibujar esvásticas nazis (a veces mal hechas). Porque saben que a los profesores les molesta. Y eso ya es suficiente razón para hacerlos.
Pero yo quería hablar de Ayuso.
Como yo lo veo, Ayuso es una niña buscando atención. Esa niña que quiere destacar como sea y, a falta de buenas notas, destaca por su comportamiento disruptivo. A sabiendas de que está mal, claro, pero ¿qué importa si está bien o mal? Los otros niños de Madrid ven que la atención recibida es muy grande. Los medios de comunicación de todo el mundo hablan de ella. No hablan de Barcelona o de Bilbao, no, hablan de Madrid. De la presidenta que no cierra los bares, que se enfrenta a la autoridad dibujando sus metafóricos penes en la pizarra, que en plan macarrilla le dice a sus maestros que no piensa seguir sus normas y llegará a la hora que le dé la gana. Y todos en la clase la envidian porque su mala actitud la convierte en el centro de atención. Los otros niños saben que está haciendo muchas cosas mal, no son idiotas, llamaron “asesino” a Pedro Sánchez por mucho menos, pero también saben que es la malota de la clase y eso es sexi entre los adolescentes y da muchos votos. Lo malo es que esta clase ya tenía a sus malotes y la cosa se ha puesto tensa. Los verdaderos niños disruptivos buscando atención, los de Vox, con sus estrategias basadas en broncas, insultos y desafíos a la autoridad, han visto cómo Ayuso, que parecía una chica buena, les hace la competencia. Así que tienen que ponerse más farrucos para captar la atención debida. Para singularizarse (ya que no pueden hacerlo con su programa electoral, del que apenas sé vaguedades y que parece poco pensado más allá del exabrupto) siendo los más malotes de la clase.
Y en esas estamos, a ver quién llama más la atención de los niños de Madrid. A ver quién dibuja los metafóricos penes más grandes en la pizarra.
O esvásticas.
(¿Y este artículo qué? Tú haces lo mismo, Alberto, hablas de los malos, les prestas más atención que al resto de chiquillos, que sí se esfuerzan y estudian y esas cosas… ¿Te parece correcto? ¿Eh? Dime, venga, dime… ¿Se te ha comido la lengua el gato?)