El pasado 27 de noviembre aterrizaron en Madrid el Presidente chino Xi Jinping acompañado de su glamurosa esposa, la soprano Peng Liyuan y un nutrido sequito de altos cargos de la Administración china. Desde la visita de Hu Jintao en 2005 a España han transcurrido 13 años desde la última visita de Estado de un líder chino a España. Y muchas cosas han cambiado desde entonces. En este periodo se podido observar como la relevancia de China en la escena mundial se ha ido consolidando no solo hasta alcanzar el rango indiscutible de la segunda superpontencia global sino por estar en posición de rivalizar con la primera, los Estados Unidos.
¿Dónde está en lo económico la relación a fecha de hoy entre España y China? No podemos olvidar que la relaciones diplomáticas oficiales y económicas no comenzaron hasta finales de los años 70. El primer dato a tener en cuenta en el ámbito de las relaciones comerciales es el enorme desequilibrio que arroja nuestra balanza comercial. En efecto, en proporción, este déficit comercial es muy parecido al que tiene Estados Unidos con China. Vayamos a las cifras que son tozudas. China exporta a España cerca de 30.000 millones de Euros mientras que España exporta a China una cifra cercana a los 6.300 millones de euros. Es evidente que los 24.000 millones de Euros de déficit hablan por sí mismos.
Pero también es cierto que, en el periodo 2010-2017, de acuerdo con la solvente información del Real Instituto el Cano, las exportaciones españolas a China se han multiplicado por 10. Estas exportaciones se centran en los sectores agroalimentarios (especialmente en productos cárnicos alcanzando un 20% de la cuota de mercado entre los importadores de carne de cerdo en China, en el aceite de oliva hasta el punto de ser el primer proveedor de China y en sector vinícola ocupando la cuarta posición), determinados aparatos mecánicos competitivos y en productos vinculados a la automoción.
Por lo que respecta a las inversiones, y esta es una cuestión que he tratado antes en estas páginas, por la parte de China se han ido incrementado considerablemente en los últimos años. En los años 2016 y 2017 por las operaciones de Aier sobre Clínica Baviera, (primera OPA de una empresa China en España), Urbasser y la compra del 51% de Noatum por Cosco Shipping se llegó a alcanzar la cantidad de 1.600 millones de Euros. Sin embargo, el potencial de esta relación es mucho más grande ya que las cifras son todavía insignificantes si las comparamos con las inversiones en otros países europeos como el Reino Unido o Alemania.
De esta forma España ocupa un discreto noveno puesto entre las preferencias de los inversores chinos para invertir en Europa. Es cierto que el retraimiento de la inversión China provocado por la guerra comercial con Estados Unidos, no ayuda pero si las relaciones con China se intensifican es previsible que haya oportunidades.
Del otro lado, en lo relativo a las inversiones españolas en China, en estos momentos son prácticamente irrelevantes. Creo que respecto de aquellas empresas españolas que apostaron, antes del 2007, por invertir en China en general los resultados han resultado decepcionantes. Hay honrosas excepciones, pero las empresas españolas han tenido dificultades en acometer su expansión en China.
Es cierto que las trabas burocráticas impuestas por la Administración china, la inseguridad jurídica, las diferencias culturales no ayudan pero la triste conclusión es que las empresas españolas no tienen la presencia que deberían tener en la segunda economía del mundo siendo un mercado especialmente atractivo y en permanente crecimiento. Es aquí uno de los ámbitos esenciales donde las relaciones institucionales y diplomáticas deberían esforzarse en establecer un marco propicio para garantizar los intereses de nuestras empresas que permita incrementar su actividad en China.
Pero reitero que el tiempo transcurrido entre el 2005 y 2018, entre una visita presidencial y otra, es ilustrativo de esa lejanía que existe todavía entre España y China. La razón no es ninguna animadversión declarada o soterrada (al contrario, la opinión pública china tiene una opinión en general favorable de España a la que sin duda ha ayudado nuestro futbol), si no la indiferencia e ignorancia muchas veces recíprocas. Solo cuando el interés mutuo, la proximidad y las relaciones se incrementen, se empezará a constatar el enorme potencial de la relación. Y aquí ambos países deben hacer esfuerzos.
España tiene una gran oportunidad en este momento. Tenemos algo que interesa a China y se debería aprovechar la situación, actuar con astucia y mantener un equilibrio entre nuestro posicionamiento con nuestros aliados tradicionales y esta posibilidad de intensificar las relaciones on China que nos ofrece el contexto geopolítico actual. En efecto, que el Presidente Xi Jinping haya optado por detenerse en España en su camino a Argentina para la reunión del G20 (y a su regreso visitar Portugal) no responde a la mejorable, como se ha expuesto antes, relación económica entre ambos país si no a buscar a poyos internacionales en la guerra comercial que le ha declarado el Presidente Trump.
La razón es pues claramente estratégica. España, clara defensora de la multilateralismo y de la apertura de los mercados por su posición como potencia mediana, debe conseguir garantías del gobierno chino para hacer más fácil el acceso al mercado chino a cambio de su apoyo. Además, España es una plataforma para la entrada no traumática en Latinoamérica e incluso en el norte de África. Y cabe compatibilizar la cohesión de España dentro del proyecto Europeo con las grandes posibilidades que ofrece cultivar la amistad con el coloso chino.
Es cierto que hay cuestiones muy relevantes que nos separan (especialmente la situación de los derechos humanos interna de China que no debe obviarse si queremos ser necesariamente consistentes con los principios que alumbran nuestro sistema) y otras muchas que nos unen como la apertura del comercio o el compromiso con la lucha contra el cambio climático. En un entorno internacional de cambio protagonizado por la actual deriva que han tomado los Estados Unidos, deberían caber otras opciones que resulten favorables a los intereses españoles y europeas.
Por el momento ¿qué ha resultado de la visita de Xi Jinping? Se han suscrito unos 20 acuerdos de naturaleza empresarial e institucional. Este marco normativo debería contribuir a permitir un mayor acceso de los productos españoles en China. De forma inmediata, los productos del cerdo y la uva de mesa española (muy demandados en China) han resultado los más beneficiados. Son buenas noticias porque son acuerdos técnicos que se aplicaran sobre productos concretos.
Por otro lado, el apoyo del Gobierno española al gran proyecto de la franja y la ruta del Presidente Xi Jinping (que no es solo de infraestructuras sino que también de servicios, de productos de financiación, de ayuda al desarrollo,) ha resultado algo ambiguo. Invocar nuestro compromiso europeo con un programa que hoy por hoy carece de definición y que el fondo no es más que una reacción todavía difusa a la Franja y la Ruta chinas (One Belt One Road), no parece lo más acertado. Por supuesto que España debe desplegar su actividad internacional sin entrar en contradicciones con el proyecto europeo pero es verdad que en esta proyecto de la Franja y la Ruta, uno de los sectores más potentes, de alcance global y de capacidad contrastada como el sector de las grandes constructoras españolas tendría una gran oportunidad para desarrollar su presencia en mercados arriesgados pero inalcanzables si no es de la mano de China.
En definitiva, el futuro está ahora más abierto que nunca e intensificar las relaciones entre ambos países puede contribuir no solo a conocerse mejor si no eventualmente a una mayor prosperidad mutua.