VALÈNCIA. Aquel tórrido día de finales de agosto de 2001 estaba el salón de plenos del ayuntamiento de Turís abarrotado desde bastante antes de que se iniciara la sesión convocada. Esa mañana once concejales iban a debatir la propuesta que habían presentado seis de ellos.
Tres ediles de la extinta Unión Valenciana, dos del PP y una tránsfuga del PSPV habían registrado una moción de censura contra el alcalde socialista, Baldomero González García. Planteaban, y en esa línea querían votar, sustituirlo por su excompañera Giovanna Rodríguez, una foránea asentada en el municipio y que había formado parte de la candidatura del PSPV en 1999 por la cuota 'chaletera'.
La tensión se cortaba con un hilo de coser. El salón hervía, y no únicamente por el calor propio de la época estival. No cabía un vecino más en el recinto, y, fuera, aguardaban decenas, expectantes, desde bastante antes de que comenzara la sesión con mucho más que curiosidad por saber qué ocurriría.
Los abucheos constantes a Rodríguez y los aplausos reiterados a González hacían presagiar que el guion de la moción suscrita y registrada días atrás podría no tener el desenlace planificado. El PP no había respaldado, a nivel autonómico, esta medida, aunque sus dos ediles, y en particular su portavoz, Rafa Corell, no se habían retractado públicamente de haberla firmado.
En ese pleno, con la máxima presión, lo hicieron. Corell y su compañero se abstuvieron. La moción no prosperó. La alcaldable salió abochornada y el primer edil fue izado y sacado a hombros, en volandas, por numerosos seguidores al grito extasiado de “Baldo, Baldo”. Fue un colofón del todo inusual en una sesión plenaria de estas características.
Baldomero González demostró la popularidad y los nervios de acero que le habían permitido ganar una elección tras otra desde 1979. Primero lo hizo como independiente, y, después, ya como socialista. No obstante, no lo era al uso o a la disciplina. Ejercía como verso libre, diferente. Como su municipio, Turís (o Torís), que está integrado geográficamente en la Ribera aunque institucionalmente haya sido enclavado en el partido judicial de Requena. Dos comarcas muy distintas, lo que provoca que, al final, no llegue a ser ni de una ni de otra.
Como Baldo, que, por encima de cualquier otra connotación política, era alcalde. Y de Turís. Tan de su municipio como la variedad autóctona de uva Moscatel o la cooperativa Baronía de Turís. En aquella moción de censura corroboró que estaba por encima de las maniobras propias de la maquinaria política al uso.
Salió de aquel pleno, y se retiró posteriormente –ya no se presentaría a los comicios de 2003, cuando lo sustituyó su compañera Pilar Blasco-, acompañado del clamor “Baldo, Baldo”. Ese que todavía resuena. Ese con el que hoy lo entierra Turís después de fallecer este sábado tras una larga enfermedad. Descanse en Paz.