¡De qué bars, nano!

Bar Mercado

| 16/10/2020 | 4 min, 53 seg

Chavales, lo comentaba en la entrada de Rojas Clemente. Muy mal se te tiene que dar la cosa para tener un bar cerca de un mercado y no tener buen material. ¿Y qué pasa si el bar está directamente DENTRO del mercado? Pues que con buena poglia bien se foglia, y ser la persona que le hace el almuerzo al tío que (literalmente) corta el bacalao tiene sus ventajas. Pero vayamos por partes. En uno de los pasillos, junto a un puesto de encurtidos y delante de una frutería, está el bar del Mercado del Cabañal.

No te creas que es fácil almorzar allí, y menos en fin de semana
. En época pre Covid, tenías que atravesar un río de gente en movimiento para llegar hasta la barra, y luego ir metiendo codo hasta que te hacías con un sitio. Ahora han puesto una terracita la mar de cuca fuera, pero siempre hay gente esperando para coger turno. Lo intenté, estaba el cuarto en la lista, pero me cansé de buitrear con la mirada a una pobre pareja que alargaba su cerveza, así que mira, entré a ver si había suerte.

La barra de dentro es un matriarcado total. Cuatro chicas dominan el espacio, manejando el cotarro con soltura. Hay un camarero varón que aparece de tanto en tanto con una bandeja llena de vasos, pero vamos, es como el guitarrista de The Corrs, está un poco por estar.

- Perdona ¿Podemos ponernos en este hueco de la barra?
- Claro que sí, guapo.
- Vale, pues un tercio y una Coca-cola Zero.
- Ahora enseguida, hermoso.

Al principio me vine arriba con tanto piropazo. Tengo el día -pensé-, aunque luego la misma chica llamó "guapísimo" a un señor que estaba al otro lado de la barra y que era prácticamente un contenedor de vidrio, así que ahí empecé a dudar de su objetividad.

Las bebidas llegaron enseguida, acompañadas de un cuenquito de cacaos y unas olivas. Pedimos la primera ronda de comida, que consistía en unas albóndigas, una tortilla de espárragos y unas croquetas. Estábamos ahí, hablando de nuestras cosas, cuando una de las camareras que llegaba de las mesas de fuera, le alarga un billete a otra y le dice:

- Cóbrate trece.
- ¡¡Agárramela a ver si me crece!! Ja ja jajota.

Maldita sea ¿Dónde ha estado este lugar todo este tiempo? Estoy en casa. Empezamos dándole a la tortilla. Bien, centro crudito, espárrago crocante ma non troppo. Viene con un poco de tomate rallado por si acaso mermase la jugosidad. Hay otra de patata que me mira como pidiéndome que me meta a darle caña poseído por el ritmo ragatanga. Las tortillas valen un bocata entero, cierto es, pero no son la tapa estrella.

- ¿No?
- No nano - Me giro hacia ti rompiendo la cuarta pared - Porque ahora vienen las albóndigas.


Las albóndigas son otro rollo. Están tan de puta madre que me planteo hacerme con ellas una sesión de fotos de esas que se hacen los padres primerizos con los bebés, en plan sobre mi pecho desnudo y eso. Vienen 4 albóndigas en una cazuela con salsa y patatas. ¿Es romero? ¿Es tomillo? ¿Cómo es posible que un cerdo picado aporte tanta felicidad? ¿La gente sabe que esto está aquí? El espacio tiempo se pliega mientras yo me quemo comiéndome esas bolas cárnicas de pura gozadera. Las croquetas también guays. Pedimos una de pollo y una de rabo de toro, con el consiguiente chascarrillo entre las camareras (el rabo está buenísimo, jaja jajota de nuevo). Súper dignas, pero claro, es que vengo de muy arriba, y lo bueno siempre desmerece ante lo mejor.

Apuro la cerveza. La verdad es que la cosa ha fluido estupendamente. Algunas paradas empiezan a cerrar y cada vez hay menos gente. Es el momento de pedir otro tercio y ver qué más tienen para nosotros.

- Oye, todo muy bueno ¿Qué más tienes por ahí?
- Te puedo poner una ración de patagónicos plancha.
- ¿Es muy grande?
- Vienen diez.
- Demasiado.
- Te pongo media.
- Ponme media. Y el revuelto ese de gulas de ahí.

Recibo la clásica mirada de mi chica de "se supone que comíamos en casa", a lo que respondo con la no menos clásica mirada de "ya sabes lo que has comprado, si conservas el ticket puedes devolverme o cambiarme por una chaqueta". Los calamares bien. El punch se lo aportan la salsa mery que llevan por encima, y las escamas de sal gorda, que son un chispazo parecido a cruzarte con tu ex y ver que ha envejecido peor que tú.


Del revuelto de gulas te puedo contar que tiene dos pros, que son las setas y el picante, y un contra que son las gambas. Son un poco meh, de esas casi transparentes que se ponen un poco por compromiso, pero las setas son como de buena familia. El picante creo que viene del salteo previo con guindillas y algo de ajo. Mientras estamos rematando, veo como una señora al otro lado de la barra, le alarga a la camarera una bolsa con marisco para que se la cocine. Por lo visto, si pagas un suplemento, te hacen allí mismo la carne o pescado que tú les lleves (excepto sardinas, en un caso claro de racismo marítimo). Fantástico. Pues todo eso y dos cortados, casi 27 pavos. Ni 15 por cabeza. Me gusta la carta, me gustan los precios, me gustan las camareras, me parece un barazo espectacular para almorzar.

Echadle un vistazo.

Goza de amplio aparcamiento.

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