Es viernes de coger las maletas y volar bien lejos. En coche, en tren o en avión, pero de verdad y dispuestos a darlo todo copa en mano, claro.
Porque ha llegado el momento de volver a viajar haciendo realidad los sueños de meses pasados tan parados. Y nos lo pasamos como enanos y a lo grande allá donde sea y hoy en Barcelona. De la coctelería más sofisticada a ese bar de barrio que nos da calor acogedor. Por mercados con paraditas en bares de vinos hasta llegar a algún restaurante en el que celebrar. Entre mucha bicicleta y patinete, esquivando, pero siempre bailando. Brindando con los más buenos amiguis y a veces en soledad. En ciudad que fue casi casa y ahora de visita relámpago. Así que, como rayo saltarían vamos a recorrerla a golpe de festolín.
Empezando por saborear un Dry Martini en Boadas, donde agachamos la cabeza para besar despacito a una obra de arte compuesta con palabras musicales. Contraste entre el seco más radical y su garbo natural. Conjunción de astros con muchas risas a sabiendas de que es nuestro lugar de y para siempre. Y como novedad lo acompañamos con un bocadillo de cap i pota de la Bodega Montferry.
Tras el pertinente desmayo ante tanta belleza, nos levantamos del suelo decididos a alcanzar el cielo con De la Terre à la Lune 2019 (Château Combel La Serre). Francés de uva vermentino hecho con mucho tino. Expresivo hasta llegar a lo chisposo, se empeña en enseñarnos lo hermoso de un campo de flores. Untuoso con cuerpecillo tirando a redondo nos deja tan satisfechos en L’Ànima del Vi y con una tabla de quesos.
En Negroni descubrimos que existe una Dama Blanca deliciosa, algo sibilina y ante todo muy divina. En noche que se desparrama y que recorremos con un puntito cítrico que invita a repetir una y mil veces. Descubrimiento en uno de aquellos lugares que desprende ese agrado por agradar tan agradable. Y nos agrada con unas aceitunas gordotas. Ni más ni menos para irnos tan a gusto a la cuna mirando a la luna.
Amanece que es bastante, sobre todo con todo lo que nos espera por delante. Patitas en marcha y directos a desayunar. En Granja Elena, cómo no. Allí nos recibe con jolgorio juvenil el Sindicat de la Figuera 2019 (Sindicat la Figuera). Garnacha de Montsant frutosa y cariñosa. Alegría bien puesta con cada cosa en su sitio y gozo infinito junto a las maravillosas judías del ganxet con cocochas de bacalao.
Continuamos con el Cair Cuvée 2018 (Dominio de Cair), tempranillo con un poco de merlot nacido en la Ribera del Duero que nos llena de fuerza para continuar la jornada. Potencia y carácter sin aspavientos. Rellenito y masticable, con el poder de dar montones de achuchones. Y sin más dilaciones nos lo llevamos de paseo hasta Pinotxo, que no podemos dejar pasar sus garbanzos con butifarra.
Es momento de reunir a los coleguis en torno a la mesa más grata, la de Monvinic Store. Nos aventuramos con un Milan Nestarec Dornfelder 2017 (Milan Nestarec) de la República Checa que nos abre las puertas de verdes campos tupidos de césped rasposín. Textura y acidez que conducimos con los pensamientos al Bar Bodega Gol para comernos su fricandó amb mongetes.
Pero la sed no se agota, así que seguimos con el Nostrum MMXIX 2019 (Pequena Adega Romana). Godello y mencía de Valdeorras con sus ánforas discretas. Naranjismo elaborado con ciencia y sapiencia. Equilibrista respetuoso y comedido que, aunque decide irse pronto, nos deja buen sabor de boca con un poquito de lomo del bueno.
Cae la noche y vamos a por gustosa cenita con sus vinos, en Nairod y empezando con el Palmentino Rosso 2018 (Vino di Anna). Nerello mascalese llegado del Etna que nos trae su brisa fresca. La que zarandea con cuidado las matas de fresas y frambuesas. Fino y jugoso, se pone mimoso cuando se encuentra a su vera el estupendo pichón con paté de sus interiores.
Prólogo para un postre de altura, una copa de Oloroso Maestro Sierra (Maestro Sierra) que es sabrosa persistencia. Elegancia sin ambages con sus tonos de frutos secos. Recuerdos que no se borran ni queriendo y que nos recuerdan que en el plato tenemos un dulce, el borracho de almendra, chocolate y vainilla.
Tiempo de despedidas no sin antes brindar con un par de tragos más. El penúltimo Gimlet en el Ideal. Ideal como está mandado sin salirse del trazado y con un variadito de frutos secos. Y el perfecto Dry Martini de Solange. Mágico lugar al que volver muchas veces y si es posible como esta, con la mejor compañía.