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reflexionando en frío  / OPINIÓN

Barrera, cierra la puerta al salir

12/12/2023 - 

Desde que era imberbe me intentaron inculcar la importancia de actuar como pensaba para no terminar pensando como actuaba. Coherencia de vida que en el cínismo de la política es un brindis al sol, una esperanza propia de criaturas ilusas a las que la existencia todavía no les ha mancillado la inocencia. Tenemos ahora a los de Vox dejando una vez más plantados a los del Partido Popular, rompiendo relaciones, montando el numerito, llamando a Bizarrap para que componga una nueva sesión despechada. Los de Podemos tienen el corazón partido porque Yolanda Díaz les ignora y han dicho que se levantan y se van al grupo mixto; no son más que pataletas de bebés mayores, celosos de la falta de cariño fraternal de sus aliados naturales.

Es todo tan teatrero que ya no se esmeran ni en que esos arrebatos tengan la mínima consistencia; estamos presenciando una cutre obra de ficción de esas que te ponen a las cuatro de la tarde para amenizarte la siesta. Los de Abascal dicen que no quieren saber nada de Alberto Nuñéz Feijóo y de los suyos, que no cuenten con ellos para nada. Menudo drama. Sin embargo, no han hablado de disolver los pactos de gobierno en nuestra Comunidad Valenciana o en ciudades como València (no es lo mismo por si alguno tiene la tentación de simplificar ambos espacios). Si de verdad hubieran querido quemar todos los puentes con los populares habrían sido coherentes y Santiago Abascal habría llamado inmediatamente a Vicente Barrera para que le pidiese el divorcio a Carlos Mazón. El vicepresidente de la Generalitat tendría que haber metido sus cosas en las cajas a medio desembalar y salir de su despacho. Toda actitud diferente a ese comportamiento no es más que pura fachada, una interpretación amateur. Vox debería haber dejado solo a Mazón y que su cuota en el gobierno se hubiese bajado del barco; estoy seguro que esa integridad habría sido bien recibida por la ciudadanía, hubiese sido un buen revulsivo para estimular las comatosas constantes vitales de la formación. No cuela eso de deshacer los lazos con un partido con el que gobiernas en varias autonomías sin renunciar a ese poder; saben de buena tinta que saldrían perdiendo en el régimen de separación de bienes.

La realidad es que en los pasillos y en los corrillos cafeteros los de Vox son percibidos y diseccionados como los pagafantas del PP, referido a este como aquel que actúa para agradar a otro, no entendiendo a su propio beneficio, a la espera de alguna retribución improbable en el futuro, y que es visto como un tonto útil. Me encontraba el otro día con un asesor en un Ayuntamiento en el que gobierna el PP en solitario, y suspirando con una plausible frustración me decía que el alcalde se empeñaba en seguir gobernando por libre sin el apoyo de su partido. Intentan forzar la máquina en las votaciones consistoriales pero en la mayoría de las cosas al final terminan poniendo la cama para que el alcalde de turno duerma tranquilo. Están exprimiendo al máximo la trama novelesca sin sorprender al lector. Desde Madrid, en la sede de Vox, se han dado cuenta de que en la oposición hace mucho frío, que la volatilización de su proyecto sin estar en el Gobierno de España les va a achicharrar implosionando como aquel submarino que visitaba los restos del Titanic; al igual que en el trasatlántico, están intentando agarrarse a los botes salvavidas reservados para la primera clase de los que están ocupando cargos en los gobiernos autonómicos. Recreando la escena final de la película de James Cameron protagonizada por Leonardo DiCaprio se apresuran en coger la última tabla de salvación antes de tocar fondo en el océano demoscópico.

Todo pasa por fidelizar al electorado y conquistar una sólida base electoral, diferenciarse del Partido Popular mientras gobiernan con ellos en las instituciones. Buscan marcar a nivel nacional el perfil propio que sus consellers no están sabiendo crear, cometiendo el mismo error en el que cayeron los asociados al PP en épocas pasadas al mimetizarse con sus compañeros de viaje.

Algo que buscan también desde Podemos al emanciparse de la tutela de una Yolanda Díaz que corre el riesgo de ser fagotizada por el PSOE en las próximas elecciones generales. Los de Pablo Iglesias aspiran así heredar las ruinas de la izquierda del PSOE y desempolvar la reliquia de Izquierda Unida. Su migración al grupo mixto no es más que una simple pose para salir en la foto y que Díaz no les tape, movimiento que no tendrá ningún efecto secundario en la salud del gobierno de coalición; no estamos más que ante una campaña de marketing pagada por el contribuyente y por el boato burocrático del Congreso de los Diputados. 

Disfruten de una nueva edición de los ejecutivos que se hacían oposición así mismos, la eterna paradoja de los gobiernos de coalición. La nueva política era eso, sorber y beber al mismo tiempo, la historia reproducida como farsa y artificio.    

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