EN EL INTERIOR DE LAS COSAS / OPINIÓN

Los barrios que habitamos

27/05/2024 - 

Pancho ha galopado, a su manera, entre los diversos pasillos de tierra del Parque Ribalta, olfateando el rastro de otros perros, revolcándose en la hierba fresca del amanecer. El paseo de ayer nos generó buenas energías, la alegría de un nuevo día, el amanecer entre el canto de pajarillos, y el despertar de árboles, matorrales, y flores primaverales. Mi perro viejito está feliz con esta primavera que ya me permite más recorrido con la muleta a cuestas.

Cuando regresamos a casa, nuestro estimado pakistaní de la esquina ya había comenzado a ordenar sus productos, esas frutas y verduras que nos deleitan cada día. Nos saludamos como vecinos y me cuenta qué de nuevo tiene en su colmado. Desde nuevas especias, frutas latinas, asiáticas, legumbres de su país. Su presencia hace barrio, mucho barrio. 

He viajado recientemente a mi barrio, en Madrid, en Arganzuela, comprobando que han sobrevivido tiendas de proximidad de mi infancia. Sigue abierta la mercería de toda la vida, regentada ahora por una mujer ecuatoriana, el bar de referencia de la misma manzana sigue abierto, traspasado, con una plantilla muy profesional de latinos y latinas. También sigue en marcha la ferretería de mi infancia, que entonces era la ‘cacharrería’, ahora regentada por un joven rumano. No ha bajado persianas la galería comercial, como se llaman los mercados de barrio en Madrid, con sus locales de pescadería, carnicería, encurtidos, verdulería y droguería, la mayoría dirigidos ahora por personas migrantes. El barrio mantiene, además, la farmacia de siempre, el estanco y quiosco de prensa, revistas y chucherías, la panadería, ahora regentada por una empoderada mujer venezolana que ha recuperado el pan de horno y otras especialidades madrileñas perdidas como son los colines.

El pasado sábado, un buen reportaje de buenos periodistas como Bru Rovira y Valentina Rojo en el programa A Vivir de la cadena SER, realizaban un recorrido por distintas calles de Madrid y municipios lindantes, demostrando que los pequeños comercios que a día de hoy se sostienen es gracias a inmigrantes que articulan la vida de los barrios. La población migrante que ya reside en este país, también en nuestro territorio mediterráneo, son fundamentales e imprescindible para la vida de las ciudades. Y no solo están recuperando comercios de proximidad, también son la mano de obra más entregada y cualificada para los cuidados de las personas más vulnerables.

Junto a mi casa madrileña hay, además, un cajero y oficina de CaixaBank, que ya es un lujo terrenal, y una sucursal del BBVA. Mi regreso a Madrid fue alucinante, la verdad. También hay que añadir que en el centro de mi ciudad de nacimiento las cosas, la realidad, son horribles. La gentrificación ha engullido todos los espacios vitales de mis recuerdos. Y ya no existe la vida en la Puerta del Sol, ni en el barrio en Malasaña, en el barrio de las letras, ni en las cavas alta y baja. El capitalismo feroz y la acumulación permitida de tanto piso turístico, de tanto alquiler disparado se han cargado el Madrid de mi pasado anímico. Y no beneficia el nuevo ayuntamiento y Comunidad autónoma que fomentan esta atrocidad económica.

En mi querida València, donde he residido casi diez años, en el barrio del Carmen, la situación es idéntica. He sido testigo de la desaparición de numerosos comercios de proximidad, del mercado de Mossen Sorell, del agobio turístico en el Mercado Central, del turismo más macarra e insoportable, del abuso de los alquileres, subiendo los precios según el mercado turístico, sin respetar el derecho a la vivienda, siguiendo el tipo de tanto negocio indigno. Además, por ejemplo, ya no puedes detenerte en una terraza de la Plaça de la Verge tras degustar y abonar un café. Tienes diez minutos de tiempo límite de ocupación de una mesa en las terrazas. En fin.

¿Hacia dónde van las ciudades? Por un lado se proyecta la descontaminación, las urbes del cuarto de hora, el aumento de zonas peatonales, de grandes espacios para la convivencia intergeneracional, ciudades verdes para vivir y convivir. Pero la realidad, y los gobernantes, están machacando estos planes de futuro. Lo he visto ahora en Madrid y lo sigo viendo en València donde el actual Ayuntamiento está reconstruyendo una ciudad muy difícil para la convivencia medioambiental y vecinal. En fin.

Aquí, en Castelló, la evolución con el actual gobierno municipal ya comienza a mostrar aristas de oscuridad en el desarrollo social y urbanístico. Crucemos los dedos, pero la derecha y, sobre todo, su ultraderecha no están por la labor de rescatar las ciudades para sus habitantes. El negacionismo de Vox ante el cambio climático, nada rebatido por el PP municipal, provincial y autonómico, así como el clasismo social de la ultraderecha, asoman un futuro incierto. Aún estamos a punto de salvarnos en la ciudad que resido, pero dudo que las políticas derechistas y ultras actuales tengan un final feliz. 

Mi vecina Carmen es una de las muchas personas que adora a nuestro pakistaní. Cualquier alimento que solicita se convierte en realidad en unas horas. Cuando baja a comprar le pregunta siempre por su estado de salud y por su felicidad. A mí también me sucede. Decir que somos afortunadas porque tenemos cerca, asimismo, otros comercios de proximidad que tejen la vida de este barrio. 

Ayer comimos un buen arroz al horno que recordó los sabores de la cocina de mi abuela Pepica. Impecable. Restos de un puchero, garbanzos, costilla de cerdo, patata, calabaza, sofrito de tomate, ajo y cebolla, morcillas secas… y todo coronado por una cabeza entera de ajos, rodajas de patata y de tomate. Celestial, la verdad. 

Por mi parte repetí lo que mi padre conquense llamaba ‘mojete’. Tengo superávit de conservas de tomate entero pelado, así que bien troceado, junto a latas de atún en aceite de oliva, cebolla blanca troceada, huevos cocidos, aceite de oliva virgen, sal y pimienta negra fue el mejor plato de acompañamiento para ese sabroso arroz al horno. Maravilloso.

Mi vecina está cabreada con tantas declaraciones de la ultraderecha contra los inmigrantes cuando están integrándose, afortunadamente, en nuestras vidas, realizando trabajos que nadie quiere. Y está más cabreada porque el PP guarda silencio. Carmen es una de las mejores agentes electorales, porque dice que hay que votar en las Europeas para frenar tanta ignominia fascismo. También se ha cabreado con Feijóo por defender a la fascista italiana. Me comentó, además, que escuchó una tertulia radiofónica en la que el portavoz municipal de Vox se defendía de ser acusado de xenófobo diciendo que en Catalunya presentaron de candidato a ‘un mestizo’. En fin.

Buena semana. Buena suerte. 

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