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Batalla de gallos 'old school' entre Góngora y Quevedo

Arden Producciones celebra su 25 aniversario en la Sala Russafa con la obra histórica La niebla

20/10/2021 - 

VALÈNCIA. Francisco de Quevedo y Luis de Góngora protagonizaron en el siglo XVII una de las disputas poéticas más encarnizadas de la historia de la literatura. El primero se mofaba del segundo llamándole apenas hombre, poeta nefando, rabadán ignorante, docto en pullas, bufón y chocarrero. El cordobés se defendía burlándose de los pies zambos del madrileño, de sus gafas y de su afición a la bebida, apodándolo Qué bebo.

Su arte de la increpación es reproducido en la obra que conmemora el 25 aniversario de la compañía Arden Producciones, La niebla, programada del 21 de octubre al 14 de noviembre en la Sala Russafa.

“Qué estilazo y qué ingenio en el insulto. Ya podrían aprender nuestros políticos a hacerlo así”, anhela el autor y director del montaje, Chema Cardeña, quien también lo protagoniza junto a Juan Carlos Garés.

En el reparto de odios y papeles, el creador de la pieza ha elegido encarnar al máximo representante de la corriente literaria barroca del culteranismo. Con este rol, considera que salda una cuenta pendiente con la ciudad que le vio nacer, Córdoba.

“Es un lugar muy mágico. Desde que te levantas, puedes cruzar un puente romano para ver una mezquita, atravesando una judería con una catedral cristiana al lado. En escasos metros recorres siglos. Eso provocó en mí este amor por la historia que me llevó a la literatura dramática”, explica Cardeña, quien para celebrar el cuarto de siglo de su compañía, ha decidido establecer un paralelismo con la propuesta con la que arrancaron su trayectoria, La estancia. Si en aquel debut, el tándem creativo glosaba la enemistad y el talento de William Shakespeare y Christopher Marlowe, ahora aspiran a hacer lo propio con dos gigantes de las letras españolas.

A cara o cruz

“Representan dos mundos enfrentados, dos formas de ver la vida, de un universo más prosaico y otro, más sacro. Góngora era cura, religioso, le gustaban mucho el teatro y los toros, pero dentro de una vida conservadora. Quevedo era un mujeriego, fumador, bebedor y vividor, adalid del conceptismo”, detalla el dramaturgo.

En la línea de Arden, la pieza es un viaje por la realidad de nuestro presente pero contextualizada en el Siglo de Oro. Como en anteriores ocasiones, Cardeña contextualiza la acción en un tiempo pasado, para que el ejercicio de comparación ayude a revisar lo que, por cotidiano, deja de ser relevante en el debate.

“Quevedo representa el Madrid de los Austrias, poderoso, excluyente, centralista e imperialista, que desprecia a las provincias, ese Madrid que es España. Nos suena, ¿no?”, interpela el director de La niebla.

También se aborda la justicia comprada y vendida, la corrupción, el racismo y la xenofobia, la misoginia y el mal que aqueja a nuestro país desde su mismo origen: la envidia. Lo hacen con gracejo, pero sin solemnidad. De hecho, los dos protagonistas se enzarzan en sus diatribas en batín, pijama y zapatillas. Sus miserias y grandezas se van desgranando en conversaciones cotidianas que no tan solo son diálogos: ambos enemigos irreconciliables reciben la visita en forma de holograma de Lope de Vega, Felipe IV, La Gallarda y María Zayas.

Cuatro invitados a la discusión

Cardeña se sirve de cada uno de los roles secundarios para introducir un tema de reflexión. La famosa actriz La Gallarda le da pie para hablar del teatro y el fénix de los ingenios para hacerlo del artista protegido y al servicio del poder. “Quevedo y Góngora eran, en cambio, unos apestados. Mi personaje, de hecho, nunca se hubiera podido imaginar lo importante que llegaría a ser para la Generación del 27 ni el precioso discurso que Lorca le dedicó”, lamenta el autor.

En último término, La niebla incorpora al rey a la trama para plasmar la trampa y la dependencia que sufre la cultura del apoyo público, y a la grandísima escritora del siglo de Oro María Zayas para hacer un alegato feminista frente a la feroz misoginia de Quevedo.

“Se la ha comparada con Cervantes, escribió el Decamerón español y era apreciada por toda la corte francesa, pero se la silenció, se la ninguneó y sus obras pasaron desapercibidas. En el montaje da una lección de igualdad al afirmar que del mismo modo que ha empuñado la pluma puede hacerlo con la espada y que las mujeres no son débiles, sino que el problema está en que de pequeñas se les enseñaba a hacer vainicas en vez de a pelear. Si es capaz de parir y de bordar, también lo es de pensar”, se extiende Cardeña.

La obra toma su nombre del poema A la pasión de los celos, escrito por Góngora cuando sufrió un episodio de amnesia que le supuso un bloqueo mental. De resultas, el gran poeta acabó arruinado y se vio obligado a vender su casa de Madrid, comprada en subasta por Quevedo. Con tan simbólica adquisición inmobiliaria, su archienemigo le dio la puntilla en el ocaso de su vida.

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