VALÈNCIA. Contaba Nuria Enguita, directora de Bombas Gens Centre d'Art, que la nueva exposición con la que pretenden dar a conocer al público la colección Per Amor a l’Art encuentra su eje común en el tratamiento del espacio no solo como un contenedor inerte, sino como un lugar que afecta al cuerpo. Si esto es así, el centro privado se siente ahora completo. Fue ayer cuando el joven museo abrió las puertas del esperado jardín –que nace con una interesante pieza de Cristina Iglesias- y de la bodega medieval, completando la inauguración del contenedor cultural del pasado mes de julio. Además, también presentaron la nueva propuesta expositiva: El pulso del cuerpo. Usos y representaciones del espacio y Hacia la luz, del artista Joel Meyerowitz. Cuatro novedades en su sede y una por lo que respecta a las actividades pues, tal y como explicó la directora de la fundación, Susana Lloret, el centro ha llegado a un acuerdo con el Ayuntamiento de València para generar un itinerario que vincule los hallazgos arqueológicos de Bombas Gens con las alquerías cercanas, “sin distinguir lo que es público de lo que es privado”, explicó.
Pero vayamos por partes. Con Hacia la luz, el fotógrafo americano refleja su estancia de seis meses en la España de los años 60, una selección de piezas en cuyo ADN está el choque cultural y social que vivió Meyerowitz al pasar de una América en color a un país al que todavía le quedaban años para salir del blanco y negro. “Una de las características esenciales de la fotografía es la suerte”, afirmó durante la presentación. Esa suerte le llevó a que en su primera noche en Málaga, hace medio siglo, acabara con una familia de etnia gitana, inmerso entre canciones de flamenco. “Se sentían muy separados de la sociedad, como un negro en el sur de Estados Unidos”. El choque cultural derivó en una colección que se presenta en España, “donde pertenece”, un proyecto que supuso un punto de inflexión tanto en el Meyerowitz fotógrafo como en el Meyerowitz persona. “Tengo la impresión de que aquella fue la respuesta que desde mi juventud di a la atmósfera creada por la dictadura, que permeaba las vidas de todo el mundo”.
Junta a esta exposición se inaugura El pulso del cuerpo. Usos y representaciones del espacio, con la que Bombas Gens quiere presentar una nueva selección de piezas de la colección Per Amor a l’Art, un discurso que se compone de “las diferentes formas en que habitamos, conocemos y reproducimos el espacio”, explicó Enguita. La selección se compone de interesantes piezas que van de la València de los años 50 a través de la mirada de Robert Frank hasta la excelente serie de David Goldbatt, cuyas fotografías son testigo del apartheid. “Es una reflexión, a partir de la obra de diversos artistas, sobre el modo que habitamos los espacios de la contemporaneidad. Cómo nos relacionamos, ocupamos y usamos la calle y los espacios de ocio, trabajo o consumo. Y a la vez, la exposición es un recorrido por la fotografía del siglo XX”, añadió la directora del centro. La muestra suma otros nombres como los de los autores Bernd and Hilla Becher, Helen Levitt, Cartier-Bresson, Luigi Ghirri, Victoria Civera, Elger Esser, Xavier Ribas, Francesca Woodman o Matt Mullican, entre otros.
La ampliación de Bombas Gens viene plasmada en el centro y, también, fuera de sus muros. De esta forma, Lloret anunció un convenio con el Ayuntamiento de València para generar itinerarios que vinculen la bodega del centro con las alquerías del parque de Marxalenes. “Las cosas que no se cuentan no están vivas”, recalcó la directora de la fundación. De igual manera, con respecto a la colaboración que anunció el gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana (CMCV), José Luis Pérez Pont, por el que el Bombas Gens habría ofrecido sus fondos para itinerar de la mano del organismo, Lloret afirmó que todavía no hay ningún acuerdo cerrado, una idea “prematura”.
La (re) inauguración de Bombas Gens está marcada sin duda por la apertura de su jardín, un espacio para el esparcimiento y la reflexión cuyo diseño firma el paisajista Gustavo Marina. Ubicado en la parte trasera de la antigua fábrica, cuenta con una importante pieza escultórica site specific de Cristina Iglesias, un trabajo que busca crear un lugar de encuentro a partir de la idea de desbordamiento del agua, una conexión con el propio lugar donde se ubica y una historia marcada por la huerta. "Para la creación de esta pieza, he estudiado los cauces del río Turia y la inundación de 1957, así como trazados de regadíos", explica Iglesias. La obra está compuesta por dos acequias que forman una curva, cuyo interior se compone de varias capas de bajorrelieve de bronce fundido y patinado que, superponiéndose, conforman un interior abstracto con elementos que recuerdan raíces y fondos de ríos. Dos bancos de piedra recuperada de la propia rehabilitación del edificio acompañan las acequias.
La otra joya del jardín lleva soterrada en él desde finales del siglo XV. Se trata de una bodega de 39 metros cuadrados perteneciente a una antigua alquería ya desaparecida, y que fue descubierta durante las obras de rehabilitación que convertirían la antigua fábrica Bombas Gens en el actual Centro de Arte."Es un precedente que espero tomen otras iniciativas o propiedades", explicó la arqueóloga Paloma Berrocal, quien alabó la labor de la fundación por lo que respecta a la conservación de los elementos patrimoniales. En el interior de la bodega se pueden apreciar determinados elementos constructivos propios de un lugar de almacenamiento de vino, como por ejemplo bancos corridos sobre los que colocar las tinajas y los toneles, y una pequeña balsa para recoger el mosto que debía llegar desde las balsas de pisado de uva, de las cuales se ha conservado una.