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SILLÓN OREJERO

Benito Boniato, el adolescente que retrató la editorial Bruguera

A finales de los 70, Bruguera lanzó un personaje de los hermanos Luis y Carlos Fresno que era un adolescente. Una novedad en su universo, que tomaba así un cariz realista. Boniato interactuaba generalmente con sus amigos, con la pandilla, sufría las iras de sus padres, en cuanto podía se evadía a escenarios aventureros donde podía ser desde un vaquero del salvaje oeste a un pirata, pasando por un mosquetero,  y no era raro que se encerrase en la habitación con sus discos

1/07/2019 - 

No se debe desdeñar el poder del realismo. Libros como El pequeño Nicolás de René Goscinny llegaron a ser superventas por mostrar el mundo del los críos tal cual era, con problemas con los profesores y los padres, aventuras cotidianas con los amigos e ideas de bombero e imaginación por doquier. En el mundo del tebeo español, ocurría lo mismo con un personaje como Benito Boniato. Se desenvolvía en lo cotidiano, tenía problemas y anhelos similares a los chicos de su edad y, en algunos casos, se permitía licencias fantasiosas relacionadas siempre con la imaginación del protagonista que le trasladaban a otros mundos y épocas.

El paradigma de esa estructura quizá se encuentre en la historia La saga de los Boniato, un extenso relato que lo tenía todo. Sucedía en el espacio al cabo de muchos siglos, donde un Boniato del futuro se somete a una máquina que permite acceder a los recuerdos de los ancestros. Como argumento de ciencia ficción es excelente.

A modo de meta-historia, el personaje buscaba a su antepasado del siglo XX, que tenía entendido que había sido un famoso protagonista del mundo del tebeo. Se buscaba a sí mismo, vaya. La motivación era la misma que en todas las historietas, los estudios. Ese Benito Boniato del futuro tenía que hacer un trabajo sobre alguna figura histórica de relieve para presentarlo en clase.

Así, en un viaje al pasado a través de sus familiares, llegaba a la prehistoria donde conocía a Boniatuk, el primero de la saga. Ahí, en las cavernas, Benito, a falta de entretenimientos, decidía inventar el fútbol, solo que lo jugaba con una piedra con los resultados imaginables.

En su viaje pasaba por Roma, donde como es habitual y tópico, daba con sus huesos en el circo. El gag estaba en que le echaban un toro. Boniato se hacía con una capa roja de centurión romano y se ponía a darle derechazos. Tras la faena, le entregaban una espada y lo mataba de una certera estocada. Salía a hombros del circo romano, con los pretores y compañías pidiendo las orejas.

Luego, como siguiendo el temario escolar, atravesaba la España musulmana, también la cristiana y se embarcaba hacia América, para regresar a los años de la invasión napoleónica. Todo ello con escenas que seguían sucediendo en el futuro, viajes en moto voladora, copas en sofisticados bares servidos por robots. Y todo, que no era habitual, en una historia larga. Aquello era una maravilla. Una explosión de imaginación que se permitía todos los ingredientes posibles de los géneros de aquella época.

En las historietas cortas también había este tipo de saltos. Podía aparecer como David Crockett en una trepidante aventura por el bosque de la que se despertaba dormido en la sala de espera de la peluquería. También su imaginación le podía llevare a ser Errol Boniato Flint, un vaquero del salvaje oeste... las posibilidades eran infinitas.

En la parte realista, los estudios eran la clave. En una ocasión, por ejemplo, su padre le pillaba que había suspendido muchas y decidía castigarle sin su asignación semanal. Boniato encontraba las notas antiguas de su padre, que también cateaba, y al final este termina dándole dinero para sobornarle y que no se lo contase a nadie. Parece naif, pero para críos que sufríamos angustiados cada vez que llegaban las notas, esas viñetas eran todo un alivio cómico a nuestra existencia.

En cuanto a los típicos equívocos de Bruguera y del humor infantil en general, no eran habituales los basados en polisemia, la marca de la casa. Una vez, Boniato iba a una discoteca, no quería bailar, se quedaba solo sentado y de repente saltaba a la pista, se convertía en el rey y la acababa vaciando con sus bailes salvajes, pero es que le habían tirado una colilla por el cuello de la camisa. Si se iba de caza con sus amigos, terminaba dándole a un avión. Era un humor atrevido y bronco.

La historia de los autores, que eran dos hermanos naturales de Soria, no pudo ser más precoz. Según contaba su biografía en el tomo de Clásicos del Humor dedicado a Benito Boniato, comenzaron a trabajar en Bruguera en 1971 cuando tenían 18 y 15 años. Es curioso que sus primeros pasos fueran en la longeva revista Vida y luz, donde publicaron a un tal Supergutiérrez, "un superhéroe español", que sería un antecedente del famoso personaje de Jan. Así lo creen en ellos, aunque no están seguros. Se lo dijeron a José Luis Viruete en una excelente y extensa entrevista que les realizó en Campamento Kripton.

Como tantos, fueron autodidactas. Aprendieron a dibujar por talento, pero también por empacho de cómics. Los que les compraban y los que tomaban prestados en la biblioteca de la parroquia. Es llamativo que un profesor le dijo a sus padres: "No sé si merece la pena que estudie con lo bien que dibuja". Con ese don, se conoce que ya se veía que podía ganarse la vida sin estrujarse la mollera.

Benito Boniato comenzó a publicarse en 1976 y duró hasta 1983. Según le contaron a Viruete, fue una propuesta que nació de ellos en una época en la que la editorial era la que proponía temáticas. Funcionó muy rápidamente, pasaron de dos páginas a cuatro y luego a ocho. La editorial vio su potencial sobre todo después de que empezase a recibir premios.

La parte negativa es la pérdida de los originales. Por derechos de autor, les pertenecerían a ellos, pero cuando cerró la editorial, no se los enviaron. Los solicitaron, pero les dijeron que en una huelga de trabajadores les habían prendido fuego. Nunca se lo creyeron y nunca supieron donde fueron a parar. Una pérdida irreparable, como tantas otras en un mundo que siempre ha estado poco reconocido y cuidado como es el de la historieta española. 

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