Nada de jardines cuidados y limpieza. Lo que se impone ahora es el matorral. Es la nueva doctrina municipal de una ecología zombi, según sea el barrio. Lo llaman biodiversidad urbana
Hay que ver el estado de abandono que ofrecía esta semana el denominado “jardín” del IVAM, esa plaza trasera que iba a ser de esculturas y es un auténtico desastre. Y van meses. Es lo que el concejal de parques y jardines -lo llaman ahora Ecología Urbana-, Sergi Campillo, denomina nueva biodiversidad. Para entendernos, un solar de rastrojos, bichos y matorrales junto al museo que ahora, dicen, quieren “internacionalizar”. Con esa imagen seguro que consiguen todo lo contrario. Igual creen que internacionalizar es traer guiris de vacaciones por la zona para conocer nuestro nuevo paisaje urbano.
He dejado de creer en esta falsa modernidad que nos quieren vender con mensajes de ecologismo y supuesto progreso y/o transición transposmoderna que no es sino más bien retroceso urbano y patrimonial a base de “cultura” del grafiti.
Si es un problema de liquidez, pues se admite y todo claro, pero intentar convencernos de que esa imagen que ofrecen nuestros jardines y alcorques con unos matorrales capaces de albergar una manada de pumas y querer esconderlo con un pseudo discurso ecologista de hipotética modernidad para así poder comprobar, dicen, cómo evolucionan nuestros espacios verdes desde el plano de ajardinamiento natural y salvaje, pues no se lo cree ni el más moderno y menos aún tontos como un servidor. Porque, si la máxima de nuestro entorno provincial, autonómico e internacional es velar por la limpieza, la sostenibilidad, la ecología y la belleza urbana no sé qué pintamos o mejor dicho qué pinta nuestro gobierno municipal manteniendo los jardines hechos unos zorros, salvo si se trata del centro de la propia ciudad de Valencia con tuberías convertidas en maceteros horteras que cuestan un pico y acogen no sé cuántas especies de supuesta regeneración mediterránea. Espero que aún así, ahora, aunque sea un poco/bastante tarde, abonen, poden, remuevan tierra para oxigenar y liberen del sol y el calor el hormigón. Pero rieguen de noche, para ahorrar agua que a quienes tenemos plantas nos sale bastante cara a base de cánones e impuestos.
Aún así, salgan un poco por los barrios y verán el susto que se llevan. Menuda contradicción: plantitas monas y rastrojos. Eso del veneno que se usaba para matar rastrojos tampoco es escusa porque se limpia como toda la vida y asunto arreglado.
Me cuenta un amigo, que de esto sabe bastante, que todo eso de abandonar jardines recién plantados, como la rotonda de entrada a Valencia desde la Pista de Silla o desde la A7/ que más bien parece dar acceso a una ciudad hundida por la pandemia o invadida por los zombis, y nunca mejor dicho, responde a un nuevo discurso ecologista. Prefiero los jardines cuidados, limpios y bien podados -lo de las palmeras ya es de de actuación de un fiscal de medioambiente- que la selva, a no ser que nuestro ayuntamiento nos esté preparando mentalmente dentro de una nueva ocurrencia, para ser candidatos a reserva de la biosfera. Antes, al menos, se fumigaban los árboles para evitar focos de insectos y se limpiaban alcorques. Ahora ya ni se riegan. Igual esperan que aprendamos la llamada natural del agua con un ritual indígena diseñado por el actor/concejal Galiana. El día que alguien desee que volvamos a una normalidad urbana y paisajística no habrá presupuesto suficiente conocido para ponerse al día. Es de traca la imagen de ciudad que damos, ahora que vamos a abrir de nuevo las fronteras a los turistas. Cuando vean nuestras calles lo que van a pensar es lo mal que debemos haberlo pasado para tenerlo todo tan abandonado, cutre y sucio que ha inventado su propio dogma de neo realidad.
A estos modernos del hierbajo y el abandono los mandaría por ejemplo, nada más se pueda cambiar de autonomía, de viaje en autobús ida y vuelta -así nos sale más barato- por ejemplo a Oviedo para que comprueben porqué es una ciudad ejemplar en esto de la limpieza, el orden urbano y la conservación de jardines. Allí están orgullos de cómo su ayuntamiento conserva la ciudad, sus baldeos y la higiene en las calles. Para algo está considera la ciudad más limpia de Europa. Aquí nos mandan al jurado de las Escobas de Oro y antes de entrar a nuestra ciudad ya están dando la vuelta por miedo a si les atacan desde los matorrales fieras o pandemias. Y eso, sin ir más lejos, junto al Parque Central, ese paradigma botánico del que alardean. Si el Jardín Botánico siguiera esas mismas directrices municipales ya estaría arruinado.
Estos políticos de pose, continua foto promocional que les pagamos en su aburrida desescalada, asamblea de barrio y débil teoría sólo saben rodearse de asesores que al parecer son cortos de ideas y aún más de consejos pero dejan la casa sin barrer. Normal. El calor eclipsa cerebros. Cualquier día alquilan los alcorques para crear huertos urbanos a fin de recaudar y de paso “conocer la calidad biológica y metabólica de su producción”. Tiempo al tiempo.