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Biotope, un detective nihislita y fumador entre ecologistas de las galaxias

La última novela gráfica de Apollo y Brüno se sitúa en un planeta lejano habitado solo por científicos. Se trata de un thriller que deriva en género de supervivencia y acaba siendo postapocalíptico en su segundo tomo. Trata el tema del ecologismo, pero lo hace desde la distancia del futuro y el espacio exterior con el buen gusto y la elegancia de no tomar partido por los mensajes actuales y sabe hacer un retrato mucho más inteligente. Si algo denuncia es el ruido social en el que vivimos, donde la razón no puede abrirse paso. 

23/03/2020 - 

VALÈNCIA. Publicado originalmente en Dargaud, traducido al inglés por Europe Cómics, la novela gráfica Biotope es una de esas obras que merece la pena degustarlas despacio y con tiempo porque son sumamente placenteras. Con un guión de Appollo y dibujo de Brüno, la historia es un thriller espacial cocinado a fuego lento con múltiples referencias a la actualidad en la que vivimos.

Claro que cuando se dibujó no íbamos a morir todos por un virus, era por la explotación insaciable de los recursos del planeta. Con sutil ironía y elegancia, el guión aborda esas mismas cuestiones pero en el futuro de la colonización espacial para, desde la distancia, enviar un mensaje más claro.

Todo comienza con un grupo de policías que viaja en un shuttle a un planeta lejano. Están fastidiados porque les toca un caso en un planeta periférico, una colonia científica. Resulta que ha habido un asesinato. El trayecto es largo y aburrido. No les han dejado llevarse al perro.

 Al llegar les alojan en las mejores habitaciones de la base. El caso es que dos supuestos homosexuales han tenido una pelea. Uno mata a uno y luego se suicida. Eran de un equipo de geólogos que investigaban la corteza del planeta. Este inicio recuerda enormemente a la película Atmósfera Cero, de Peter Hyams, protagonizada por Sean Connery, que era una especie de remake de Solo ante el peligro, pero en una explotación minera en Júpiter.

La cosa se enreda entre los policías porque los dos subalternos, un chico y una chica, se llevan mal. Es impresionante cómo en tan pocas páginas Appollo introduce esa rivalidad entre ellos y la tensión sexual entre el oficial al mando y la mujer. Ese capitán es el personaje carismático y el protagonista, un fumador, obeso, bajito y calvo, que destaca por su pasotismo, estar de vuelta de todo y aburrirse soberanamente en una ciudad de científicos.

Esos investigadores son el quid de la cuestión. Se hallan en ese planeta lejano estudiando cómo crear lugares sostenibles. Son todos bellísimas personas, pero hay un alto número de suicidios entre ellos y muchas más muertes, supuestamente accidentales, de las que no se tenía noticia. Los detectives de repente se encuentran en un ambiente claustrofóbico en el que nadie quiere cooperar con ellos. Las instalaciones de diseño llenas de gente culta y preparada súbitamente toman la forma del típico pueblo del medio oeste americano donde todos están locos y todos ocultan algo. En realidad, no tiene por qué haber tanta diferencia entre el mundo académico y el del desamparo rural sin ley, pero choca.

En ese ambiente de misterio, los policías son rechazados, les dicen que van a revolver la mierda, les insultan, lo típico. La cuestión es que se desliza que en La Tierra ya ha habido un desastre ecológico y, de pronto, el motor de la historia se acelera cuando se revela que los geólogos muertos trabajaban para una explotación minera que tenía planes para instalarse en este planeta verde y lleno de especies animales entrañables.

 Lo que sigue, aunque no es predecible en absoluto, sí que se ve por dónde va a transcurrir. La intriga dentro de la base viene de acciones ecologistas para conservar el planeta en el que están. Enfrente, están las multinacionales de los recursos naturales. La inteligencia de los autores y lo que hace que su obra sea interesante es que, por supuesto, no se ponen de lado de las empresas, pero tampoco pintan como seres de luz a los ecologistas. Afortunadamente para la obra, son humanos, demasiado humanos. Y en medio está ese cínico policía, cansado de vivir, que observa el sainete como mucha gente observa hoy día el debate político y social, que ya no existe fuera de trincheras bien profundas.

Pero ahí no queda la cosa. Biotope son dos tomos. En el segundo, con más acción que en el primero, nos encontramos con una historia de género Robison Crusoe por motivos que no revelaremos para o estropear la lectura. Alguien se queda abandonado en un planeta que no conoce y tiene que sobrevivir. Con un final que acaba derivando en género postapocalíptico. Todo ello, eso sí, manteniendo la profundidad del protagonista y su saber estar. Es muy atractivo ese hombre, el capitán Toussaints, porque su personaje está basado en la inteligencia y no en que pega saltitos o pataditas, etc... Todo para un final en alto simpático y con una paradoja ecologista brutal.

Nacido en 1975, Brüno tiene mucha obra publicada en castellano en Dibbuks. Con Appollo como guionista tiene Commando colonial, situada esta vez en los años 40 del siglo pasado, también en Dargaud. Con Biotope han firmado una obra de calidad top. Un dibujo sencillo y esquematizado que ambienta perfectamente los escenarios exóticos de ciencia ficción y un guión inteligente, pero a la vez trepidante. Sobre todo hay algo que destaca, es su neutralidad en el ruido ensordecedor en el que se dirime la política actualmente. No trae un mensajito tomando partido por lo que hay que tomar partido como el perro obediente que trae un huesito. Es, dicho de otro modo, aire fresco.

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