Suele decir el CEO de una integradora de software que llevar todo el paquete de tecnologías de la industria 4.0 a una abrumadora mayoría de empresas españolas es hoy como entregar un móvil a un cavernícola. No saben qué hacer con ello. Y tiene razón. En una reunión con responsables de comunicación de una de las multinacionales tecnológicas más solventes de Europa comentábamos la decepcionante acogida de algunas de sus campañas de posicionamiento de producto en el mercado. El problema es que habían generado unas expectativas fabulosas en torno a asuntos como el gemelo digital o la automatización de procesos, y el mercado les pasaba ahora la factura por las esperanzas y las ilusiones que no habían sido capaces de satisfacer.
Cuando se pronuncia el nombre de Airbus, viene a la mente la imagen de una empresa altamente sofisticada. Pero ahora mismo, hoy mismo, mientras lees esto, está centrada en la digitalización de los planos de su avión A320, su producto estrella, diseñado en los 80, conservado con tecnología de los 80 (básicamente en planos de papel), y encallado en los 80. El grupo sabe que le conviene alargar la vida de un producto que ha funcionado muy bien y eso implica pasar los planos a un modelo virtual como prerrequisito para disponer en el futuro de un digital twin. Airbus está inmersa, por ello, en la adaptación de todas las herramientas asociadas a la producción del A320, ya sean PLM (Product Lifecycle Management) o ERP (Enterprise Resource Planning), para alcanzar ese mundo digital, según me cuenta uno de sus principales directivos europeos. El objetivo es llegar al nivel tecnológico del A350, su producto más avanzado, basado en tecnologías… de 2010. Esa es la realidad de la industria. Hay excepciones, con nombre propio, capaces incluso de sorprender con su imaginativo potencial de gestión de datos en tiempo real a gigantes del automóvi y a proveedores Tier 1, pero son pocas aún.
Adivinar el futuro no es lo mismo que diseñarlo. Un directivo BMV proclamaba en el Mastercard Innovation Forum de 2016 que “el próximo coche que compres, y si no el siguiente, será autónomo”, y la directora general de Google España, Fuencisla Clemares, aseguraba en el mismo foro que en el nuevo Internet of Me, basado en la gestión de la identidad como puerta de entrada a la red, “cualquier dispositivo que cueste más de 150 dólares no valdrá para nada si no está conectado”. Hoy seguimos comprando lavadoras sin internet y nadie habla del Internet of Me (para desesperación, quizás, del ámbito de la ciberseguridad).
Es importante tener presente esto para formar criterio en el muy dado a la ensoñación ámbito de la innovación de base tecnológica. Porque gestionar la frustración es un auténtico desperdicio de energía. Algún día explicaré la diferencia entre los vendecabras y los vendehúmos (los primeros son los más peligrosos, pero los segundos usan marketing digital). Hay que medir la distancia entre el mundo posible y el real. En el kilómetro cuadrado del MIT se produce la mayor densidad de startups de base tecnológica del mundo y no han necesitado para ello organizar ningún gran evento global trufado de esteroides en Boston.
Asistimos, en cambio, a la compra por parte del gigante Oracle de Cerner Corporation, una empresa especializada en la gestión de datos de salud (los historiales clínicos del 30% de la población española se gestionan con su software), por más de 25.000 millones de euros, la mayor operación del sector tecnológico este año. Se dice que Larry Ellison ha conseguido, además, captar a un cliente monumental para su nube que parecía tener atado Amazon Web Services. Este movimiento deja una sensación similar a la que provocó la compra por IBM de The Weather Company en ese año 2016 en el que Fuencisla Clemares hablaba del Internet of Me (por cierto, el CEO de The Weather Company pasó inmediatamente a convertirse en responsable de negocio de Watson, la superinteligencia de IBM).
En España, y en la Comunidad Valenciana en particular, tenemos propuestas muy interesantes en la generación y captación de datos. La cuestión es escalarlas y, sobre todo, entrar en la siguiente fase evolutiva, la de los datos de calidad. Este verano, en el espacio 4YFN del Mobile World Congress tenían reservado sitio una decena de startups de The Collider, la aceleradora de MWC que dirige admirablemente Óscar Sala. Empresas con propuestas muy prometedoras, ocho de cada diez relativas a la captación de datos en distintos ámbitos, desde el subsuelo hasta una gota de sangre. Lo que nos dio pie para conversar acerca de la cuestión de cómo dar el salto en nuestro país a la industria de los datos de calidad. Es algo parecido a lo que Javier García suele decir en el campo de la química: somos buenos proveyendo al mercado de electrones verdes, pero no tanto construyendo moléculas a partir de ellos, compuestos de alto valor añadido.
Hay una importante movilización de los fondos de inversión, especialmente en mercados como el norteamericano, hacia los datos que nutren a las tecnologías de vanguardia en ámbitos como la biotecnología, la sostenibilidad medioambiental o la eficiencia energética. Datos relacionados con la salud (sí, Cerner Corporation), y con el planeta, con el entorno. También los susceptibles de uso en otros sectores como el Fintech o el insurtech, por qué no decirlo, con larga experiencia diseñando nuestro perfil de cliente a partir de la información pública disponible, que es monumental, que lo sepas. Se busca generadores de información que permita desarrollar aplicaciones predictivas cada vez más fiables, preparada para ejercicios de simulación apoyados en grandes capacidades de procesamiento y en inteligencia artificial. Moderna fabricó la vacuna contra la covid-19 sin haber visto ni un solo ejemplar de virus en sus laboratorios, sólo con los datos que proporcionaba su ADN.
Hay auténticas bofetadas hoy en día por una planificación creíble de la demanda a seis meses vista en los sectores más afectados por la crisis de la cadena de suministro. Porque la demanda se ha convertido, por increíble que parezca, en un auténtico factor de incertidumbre en el mercado global: las empresas no saben si lo que pide el cliente se mantendrá pasados apenas unos días, y eso vuelve loco a cualquiera. Dave Warrick, general manager de Global Supply Chain de Microsoft, hablaba en NAMES21 de crear una cadena de suministro ‘as a service’, que no dedica esfuerzos a los envíos que siguen una pauta normal y se centra en predecir disrupciones, capaz de interiorizar para ello “el clima como un factor relevante”.
De modo que la industria tendrá que iniciar su camino por el inabarcable arcoíris de tecnologías de la industria 4.0 cultivando y ordenando los datos. Hay sistemas muy económicos y tecnologías accesibles para ello, pero hay que ponerse a crear la máquina que adivine. Y también las sociedades, los ecosistemas, tendrán que aprender a cultivar y ordenar datos si quieren ser la base de los sectores del futuro, condición indispensable para la soberanía tecnológica.