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tribuna libre / OPINIÓN

Breve ensayo del hartazgo

2/02/2022 - 

Sí, lo admito. Aunque algunos hablen de desidia, insensibilidad o tormento. Yo lo admito, estoy cansado. Como muchos, creo yo. Estoy cansado del subjuntivo y la apatía, de la nostalgia como regla, del recuerdo como especie de amalgama de las frases que quedaron por decir, de la imagen y el reflejo de otros días, de la clase de saludo que se otorga con desprecio, del mensaje por detrás del titular, del que ríe cuando tiene ganas de llorar y del que llora cuando no ha perdido nada, del disfraz, del sombrero, de las chanclas con la banda horizontal, la portada del que aboga por lo suyo y que desprecia el bien ajeno, la basura, el esperpento, los grafitis diminutos en las uñas y la cara de aburrido del que dice aparentar no interesarse, del que asume su no future, del que habla cuando canta, del que escupe cuando habla, del que apura las colillas, del que lame la ceniza, del que luce la chaqueta sin solapas, del que aprende de memoria los eslóganes, del que pisa chicles y se calla, del que calla, del que se ha obstinado en perseguir lo inalcanzable, del que corre por la oferta, el dosporuno, el todoacien, el viernesnegro, del que lanza gorgoritos en la tele con el chándal, con el oro, porque siempre cansa el oro con el chándal, sin el chándal, sobre el coche deportivo de dos tubos, pero luego te lamentas por el mar y por la ausencia de una norma plastic free, y comienzas cada frase con un tú verás que suena a suero y a lejía. Estoy cansado del que termina obsesionado con los mapas, del que eterniza los listados de tareas por hacer, del que se mira en el espejo y se avergüenza, del que ha mordido y se arrepiente sin razón, de los que escriben libros de auto ayuda, o narrativa de auto ayuda, o las novelas que son libros de auto ayuda, o la doctrina que se oculta en las novelas de auto ayuda, o la auto ayuda que se esconde tras el dogma, o la palmada del que indica la respuesta al formulario, de que me indiquen -por supuesto- la respuesta al formulario, de que me den opciones -a, b o c-, de que toleren el abismo y que cercenen el principio inalienable de poderdeciraquelloqueteplazca sin insultos. Me he cansado también del miedo, de la falsa disciplina que ha llegado, de la antigua disciplina también falsa, de los dichos, los refranes, las cadenas, lo que obliga, lo que impide, lo que asusta, lo banal sin apellidos, lo intocable, el letrero de colores y las luces de neón, la caricia digital como antiséptico del mes para que cese la barbarie, y también de que te obliguen a hacer cola bajo el sol, de que te esperen al salir para decirte ¡enhorabuena!, de que controlen el derecho, su infracción y el activismo, de que separen al conjunto en etiquetas, de que promulguen más doctrinas que critican la doctrina, de que estipulen lo que piensas, lo que comes, lo que ves, lo que debates, lo que te excita, lo que detestas, lo que deseas, lo que perreas, lo que te inventas para afirmar que eres feliz. Me he cansado de los caminos ya trazados, de transitar en paralelo al lado de un muro, de no escuchar al que camina al otro lado, de los que piensan que deciden cuando no pudieron ni pensar, de los que callan, de los que asienten, de los que observan en silencio, de los que esperan, de los que duermen, del que descansa y permanece oculto entre las sombras, donde se imprime el sello de lo eterno, el pasaporte al otro lado del peaje, del que suscribe las encuestas o se enamora en una feria, del que masculla la violencia entre milagros de colores, del que recita poesía con las manos, del que reniega de su yo, del que se entrega a la hecatombe de la masa, del que se integra en el complejo mecanismo del olvido, del que termina las botellas por costumbre y se acostumbra a la rutina del placer, del que se moja en agua y no sonríe, del que se inhibe ante la inmensidad del horizonte, del que se asusta ante la piel que ha transpirado, del que no emite más sonidos que suspiros, del que se encoge ante lo etéreo, del que dejó de emocionarse con lo bello, con el cisma, con el pelo electrizado de las noches de verano, con las velas apagadas de un concierto, con las frases que se dicen tan bajito que por eso has decidido que han dejado de existir, con lo eterno, con lo auténtico, con el acto, el impulso, el sentido, lo imborrable, lo que excita, lo que asusta y deja exhausto, lo que empieza con un venga y no termina, lo que empieza con un vamos y se funde en negro extático que es luz. Me he cansado del que calla, del que no grita, del que no soporta ni su aullido, del que aboga por la nada y solo usa el condicional. Me he cansado de estar cansado. Es ahora o nunca y lo segundo no es opción.

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