Las múltiples aplicaciones para darse el ‘Sí, quiero’ eterno o de una noche loca de recuerdos borrosos han revolucionado la forma de relacionarse y/o aparearse. Y también, de generar (mucho) dinero. ¿El futuro va a ser esto?
VALÈNCIA.- «Una vez me encontré a Nacho Vidal en Tinder, que digo yo que no buscará follar, ¿no?», confiesa a carcajadas Paloma, una fotógrafa de 45 años que durante un tiempo fue usuaria de la reina de las muchas aplicaciones para ligar con los genitales. La idea es fácil. Te abres un perfil en cualquiera de estas apps y subes las mejores y más coquetas fotos de tu persona. A continuación explicas (o inventas) quién eres, qué buscas y qué ofreces, y el servicio de geolocalización de tu dispositivo electrónico —léase smartphone o tablet— se encarga de lanzarte, casi literalmente, al mercado de la carne humana.
Cada una con su diseño y sus modos, todas las apps van a lo mismo: poner en contacto pasiones para todos los gustos. Ofrecen una galería sin fin de gente con la que te has cruzado durante el día a la que piropear con un like y confiar en que haga lo mismo, para poder chatear y que todo acabe en encuentro. A veces, sutil metáfora, la búsqueda se hace con una pantalla con apariencia de radar de submarino donde brillan luces que localizan al posible objetivo por metros de distancia.
Lo dicho, las hay literalmente para todos los gustos.Desde Grindr (para citas entre gays) a Wapa (lesbianas,) pasando por Feeld (tríos). Badoo es para teenagers y en AdoptaUnTío aseguran que tienen más de un millón de hipsters en oferta. Happn aumenta su cuenta a los 21 millones y Lovoo sube a 60. Aunque lo único seguro es que Tinder, la reina —lanzada en 2012 y que genera 26 millones de matchs (te gusto/me gustas) al día, con un acumulado de más de 20.000 millones hasta la fecha—, es la aplicación más descargada de App Store a nivel mundial, superando a Candy Crush y Netflix. Tras lanzar Gold, su opción de pago, la aplicación ha crecido un 19% con respecto al año anterior, sumando un total de dos millones y medio de usuarios VIP en la actualidad.
Lo que está claro es que quien no liga es porque no quiere. Una rápida visita a la tienda Play Store patria muestra más de veinte opciones para ligar, aunque en Estados Unidos, la variedad es infinita. Hay para fumetas (High There!), feos (Ugly Schmucks), que han tenido herpes (Herpes Fish), pastosos (WhealthyMen), payasos (Clown Dating) o amantes de los pañales (Diapermates). Incluso ahora la app Swipebuster te permite saber si tu pareja está usando Tinder.
Cabe recordar que la mayor liberación sexual se produjo el día en que se descubrió que el colectivo gay era un jugoso nicho de mercado plagado de profesionales sin hijos y con sueldos altos que podrían ir destinados, en su totalidad, a sí mismos. Valga un ejemplo de hemeroteca. A Óscar, periodista de 44 años y activo usuario de Grindr— una aplicación para citas gay—, la idea de estas apps siempre le pareció muy atractiva. «Ya no hay que esperar al fin de semana para salir y ligar». Con todo, no siempre le han servido para conocer chicos en el momento que lo necesitaba. Y tampoco lleva bien las preguntas sobre qué le gusta o no le gusta en la cama, «la negociación sobre lo que estoy dispuesto a hacer». «Muchas veces parecen un contrato con decenas de cláusulas. ¿Dónde ha quedado el misterio? Si un chico me gusta, prefiero conocerlo y descubrirlo poco a poco», opina. Y es que el siglo XXI transita por fibra óptica y si puedes comprar todo lo que necesites para habitar una isla desierta con una conexión wifi, por qué no dar con lo que sea que quieras aparearte, de momento o de por vida, a un golpe de clic. Pero, un momento, ¿el sexo no era tabú? Ya no, ahora es un producto. El pasado 14 de febrero —San Valentín para más señas— la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicó su lista con las mejores apps de este tipo.
Roberto Luna, psicólogo y catedrático de Organización de Empresas de la Universitat de València, recuerda que con el 'ciberamor' sucedió lo mismo que con la llegada de los teléfonos móviles: primero rechazados y luego aceptados masivamente. «Son patrones de comportamiento», explica. Y remite a cinco modelos: los consumidores que se adhieren incluso antes de que salga el producto —innovators, entre el 2 y 3% de la población—; los early adopters, entre un 12 y 13%, más precavidos que los anteriores; los early y los late majority, que se suman justo antes y después, respectivamente, de que la gran mayoría lo haga —sumando un 34% de la población por cada grupo—, y por último, los late adopters o laggards, que solo se adaptan cuando el cambio ya está muy arraigado en la sociedad. Y lo de ligar por internet lo está.
Luna añade un lienzo de luces y sombras sobre estas apps que permiten generar códigos de comunicación rápidos, propios de una sociedad individualizada, ergo más relaciones. «En el caso de España, tras salir de una gran crisis donde se ha pasado mal y con horarios de trabajo muy extensos, las personas buscan gratificaciones rápidas donde compensar sus estados de ánimo», afirma. «Por otra parte, estas redes sociales permiten tener múltiples identidades y que además sean perfectamente contradictorias entre ellas. En una puedes ser un golfete y en otra un intelectual. Esa fragilidad de la identidad también provoca una debilidad en las relaciones, que son más efímeras y menos duraderas». Y expone otro factor: la exigencia de inmediatez. «Somos una sociedad cada vez más impulsiva con fracaso en el retraso de la gratificación. Al tener menos tiempo para conocer a la persona, tratas de adivinar cómo será. Etiquetamos a los demás».
«La comunicación humana es multisensorial: miradas, olores... Con los gestos expresamos el 80% de la comunicación. Y todo esto se pierde cuando se usa la tecnología», opina Nuria Oliver, directora de Investigación en Ciencias de Datos en Vodafone y DataPop Alliance. «Allí la comunicación es asíncrona. Puedes tener siete conversaciones a la vez, pero en un SMS no hay sincronía, como ahora tú y yo. No tiene expectativa de ser contestado en el próximo rato. La tecnología nos crea la ilusión de ser multitarea cuando no lo somos. La gran mayoría de seres humanos somos incapaces de hacer varias cosas a la vez».
Carla, nombre ficticio, una administrativa de 46 años, quiso probar una experiencia nueva: hablar con desconocidos, algo que nunca había hecho. Se cansó pronto. «Tras la curiosidad viene el aburrimiento. Aguantar más de un mes tiene mérito». Pese a su buena experiencia, advierte: «Había muchos que esquivar, algunos depredadores sexuales, por darles un nombre». Quizá porque se dio de alta con 37, tomaba muchas precauciones. «Supongo que la gente joven es más kamikaze». «Hay especímenes únicos por esos lares. Tíos que te dicen que la app les va muy lenta y que si habláis mejor por Messenger. Y tras hablar un poco y sin previo aviso, te ponen la cámara web en directo que bajan hacia ese lugar. Una vez un empresario me ofrecía dinero a cambio de sexo porque yo era una chica que no me dedicaba a eso; pagar a putas no le ponía, pero a chicas que no cobraban, sí. Volados de la cabeza había unos cuantos».
Un estudio de Kaspersky Lab desveló que un 11% de los usuarios de las apps de citas en el trabajo son empresarios o jefes de empresas y un 20% gerentes de medio nivel. El mismo perfil que eleva del 10 al 24% su disposición a confesar secretos sobre su trabajo, facilitando el espionaje corporativo. Un 19% lo había sufrido.
«Ojo a los límites», avisa la sexóloga Concha Giménez Belmonte. «Una app para un primer contacto vale. Pero tiene sus riesgos: se puede engañar, distorsionar, manipular». Y acentúa sobre los menores. Dado que cada vez comienzan a descubrir antes la sexualidad, no se trata de vetar estas aplicaciones pero sí habría que ejercer una paternidad responsable y estar muy atento al comportamiento de los hijos. Con todo, reconoce que estamos en la era del móvil y todo el mundo los usa. «En entornos en el que todo el mundo está emparejado y uno se siente solo es perfecto. Una mujer puede ser más activa y no esperar. Y si lo que se busca es sexo, sea cual sea la opción sexual, permite tenerlo rápido». Aunque, advierte, hay que hacer un buen uso sin que se convierta en una adicción ni la única manera de contactar con otras personas. «Usarlo compulsivamente puede acabar bajándote la autoestima», concluye.
Paloma, la fotógrafa que se encontró al actor porno Nacho Vidal, cuenta que no tenía tiempo de relacionarse con hombres que considerara interesantes y usaba Tinder «sobre todo» para divertirse. Su experiencia, recuerda, fue muy positiva: «Conocí a gente que se han convertido en buenos amigos y me lo he pasado teta. No creo que sea muy diferente de conocer hombres fuera de las redes, la calle está fatal» [ríe]. Tiene claro que ha cambiado nuestra forma de relacionarnos: «De momento, te permite hacerlo fuera de tu entorno más cercano con mucha facilidad. Y tenemos un acceso muy directo y sin dobleces a ligar, sea lo que sea lo que busquemos. En teoría hay menos malentendidos. Filtramos según nuestros gustos». Sin embargo, ve dos desventajas importantes que han hecho que haya durado muy poco. «Una es que se supone que las usas por falta de tiempo para salir a la calle y relacionarte y resulta que luego te da igual, porque lo que no tienes es tiempo para quedar. Y la otra, para mí la más importante, es que al final te riges por prejuicios, en este caso, además, muy visuales. Y a la hora de relacionarme intento no tener prejuicios, me habría perdido grandes aventura».
«La comunicación cara a cara es efímera, cosa que no sucede cuando usamos las app de mensajería o redes sociales. Aplicaciones como Snaptchat trataron de recuperar ese espíritu de lo efímero que tiene la comunicación», añade Oliver, que además aporta que las mujeres tienden a ser mayores consumidoras de tecnología. «Pero es obvio que la comunicación mediada por la tecnología tiene un lugar cada vez más prominente; hay una adopción inmensa de smartphones».
«Desde luego que son todo un fenómeno», opina Eva Collado Durán, consultora estratégica de Capital Humano y Digitalización, quien piensa que han surgido por la falta de tiempo de profesionales. «Estamos todos muy ocupados y en consecuencia, más solos. El mundo profesional viaja mucho, por ejemplo, más que nunca». Así que bien usadas ofrecen un gran servicio. «En el tren de València a Barcelona coincidí con una chica que iba a conocer a un chico con el que llevaba dos meses hablando. Y conozco otras cinco parejas que se conocieron por esa vía, tres de ellas mantienen una relación estable y dos se han casado». La diferencia estriba, cree, en si son de pago o no, caso de Meetic o eDarling, más centradas en buscar pareja que en aparearse. «Al final todo acaba en el mundo real», comenta Collado. «Y más en el amor. Al igual que el éxito de una marca personal es acabar dando la mano en el primer encuentro, el éxito de las apps también es encontrarse en el mundo real».
Andrea, oftalmóloga de 36 años, se inscribió en una red «para solteros exigentes». «Sonaba menos cutre que otras como Badoo. Solo me inscribí durante una temporada de manera gratuita, y cuando algún chico contestaba, la respuesta aparecía emborronada para que, si querías saber lo que decía, tuvieras que pagar. Pero nunca pagué. Y nunca quedé con alguien porque jamás leí ninguna respuesta, que además estoy segura de que eran respuestas automáticas de la propia página web para hacerte picar el anzuelo. Me inscribí porque, después de conocer a mucha gente, y de miles de citas frustradas, quería eliminar sesgos como gustos y aficiones, y así al menos tener algo en común».
«Estas apps son un catálogo de mujeres y hombres por igual en el que la gente se desinhibe. Se promueven encuentros y actividades y se pierde la vergüenza», ilustra Eva Collado. «Son un trampolín para conocer gente nueva, tan sencillo como abrir la app», reflexiona Andrea. «Pero después, las complicaciones de las citas en primera persona siguen siendo las mismas y la existencia de química o no ya no depende de la app. Así que no creo que haya influido en nuestra manera de relacionarnos. Considero mucho más transcendentes Twitter y WhatsApp, ya que me comunico con mi pareja mucho más fácilmente a través de alguna de estas aplicaciones que hablando cara a cara. Y él se incomunica conmigo cuando estamos juntos porque está muy atento a dichas aplicaciones», añade Andrea.
Para Andrea, las apps de contactos solo pueden tener ventajas. «No creo que el hecho de ofrecer una amplia gama de personas lo convierta a uno en promiscuo. Conozco más de una relación estable a través de estas apps. Si el manejo que se hace de estas herramientas es con la finalidad de conseguir una relación sólida sí es posible. Aunque mi hermana pequeña quedó una vez con un chico que, decía, tenía interés en la poesía. Yo misma leí su perfil y me pareció muy interesante. Al final quedamos las dos con él. El muchacho se presentó y tenía algún tipo de malformación física. Era interesante su discurso, pero físicamente muy poco agraciado. Las dos nos reímos mucho».
Como explica Eva Collado, las redes se han tinderizado. «En algunas, te contacta gente —en principio— por interés profesional, y a la que te descuidas, te envían un mensaje privado destacando que si tienes una sonrisa muy bonita o lo guapa que eres», exclama. Conclusión: que hay sexo hasta con Linkedin.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 38 de la revista Plaza