VALÈNCIA. En abril de 2015 la precampaña electoral hacía sus estragos, una universidad africana se convertía en el escenario de la última masacre yihadista, McDonald's alcanzaba el salario mínimo de 10 dólares la hora y Francisco Ibáñez publicaba su enésima historieta de 'Mortadelo y Filemón', la estupenda El tesorero que, sí, se inspira en Luis Bárcenas. En abril de 2015 el mundo seguía con su improbable existencia y nadie parecía sospechar que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en aquellos mismos días y ajeno a la alta concentración de polen en el aire, preguntaría por última vez cuál era la valoración de los españoles sobre la monarquía. Y desde entonces, hasta la fecha.
En abril de 2015 el rey de España ya era otro. Cuatro años antes, para estupor de los inmóviles, Juan Carlos I cateaba por primera vez. Mal ejemplo para el primogénito de sus nietos que catearía en adelante lo habido y por haber como todo hijo de vecino. Pero de 2011 á 2012, Juan Carlos I no solo pareció no tomarse en serio lo de llevar malas notas a casa en cada trimestre, sino que llegó a hundirse hasta el 3,68 sobre 10 de 2013. Aunque la memoria nos traiciona, su suspenso llegó mucho antes del affaire con unos animales de gran peso en Botsuana. Aquella disculpa pública y desangelada en el pasillo de un hospital significaría la puntilla para su reinado.
La monarquía repuntó desde la entronización de Felipe VI en junio de 2014. No mucho: 4,34. Y, como les cuento, el Gobierno Rajoy decidió que no iba más y que si con el jovencísimo monarca el suspenso tampoco se corregía, más le valía al sistema que defienden hacer desaparecer por siempre la duda. El CIS dijo que los españoles ya señalaban de motu propio en la encuesta que el modelo de Estado era un problema. No de los más preocupantes cuando el hambre entraba –y entra– por la puerta y el amor salta por la ventana. Los medios celebraron despejar la incógnita con más silencio y hasta se liberaron de cualquier responsabilidad con su épica autocensura durante el juancarlismo.
El legado del gobierno cesado por corrupción perdura hasta nuestros días gracias al continuismo en lo esencial del Ejecutivo Sánchez. Un continuismo solemne salvo que la causa se debata en Twitter o traicione algún voto de izquierda mal entendido. Por suerte, ante la limitada capacidad de escucha que ostenta España para lo importante, el presente ofrece otras herramientas. Para lo que no nos sirve el CIS tenemos a Cabronazi, cuya audiencia, por si no la conocen, les convino a pensar que es más plural que la de Twitter (ya que se menta la bicha) y nada sospechosa de haberse tatuado al Che en la pantorrilla.
Este agregador de contenido dedicado al humor tiene 12 millones de seguidores. O sea, más población que Bélgica o la misma que la Comunidada Valenciana y Cataluña descritas así, con sus nombres ucedenormativos. Consciente de la libertad que le da a uno no ser el Parlament catalán o el Ayuntamiento de Barcelona, cuya estrategia global pasa por hacer todas las guerras por su cuenta y sentirse profundamente solos desde el ejercicio del aislamiento, Cabronazi vino a potarnos encima –en el mejor de los sentidos– el siguiente mensaje/conflicto:
Quédense con la cifra, que ni es el 68 ni el 32 por ciento; abajo, a la derecha: 217.400 votos. No se ha visto en la prensa española una encuesta demoscópica de ese tamaño nunca, pero tampoco una de un tamaño veinte veces menor al descrito. La encuesta no contó con ninguna campaña de publicidad encubierta por parte de las empresas del Ibex, pero tampoco con la opinión del Fondo Monetario Internacional, la de los europdiputados alemanes o una premonición en directo y desde la casa de Gran Hermano de Aramís Fuster. Nada: la gente que allí se aglutina y que no tiene 200 perfiles en Facebook para votar en repetidas ocasiones, simplemente hizo clic y estos son los resultados.
Me resisto a ofrecerles ninguna valoración porque la tendencia es demasiado evidente. Y soy consciente del valor de los datos; a Cabronazi (gestionada por Cabrodisa S.R.L., sita en Boadilla del Monte, Madrid) no solo le siguen usuarios españoles. Claro que quién iba a pensar que un limeño esté súper interesado en participar en la consulta o que Rusia no vaya a poner a sus hackers a trabajar una vez más en el objetivo del fin del mundo. La tendencia es evidente, insisto, pero la muestra apabullante (¡217.400 votos?). Para que tengan más herramientas les diré que, en realidad, no es la primera vez que esta página pregunta por el modelo de Estado: hace dos años ya lo hizo con una encuesta en directo (durante cuatro horas recabó 131.000 votos). Estos fueron los resultados:
1. República, 65.568 votos (56%).
2. Monarquía, 31.803 votos (27%).
3. Abstención, 19.980 votos (17%).
Felipe VI ha visitado València un par de veces en apenas siete días. A sus pies, como verán en la foto superior o en cualquiera de las imágenes del XXI Congreso Nacional de la Empresa Familiar, no pocos ciudadanos parecen confiarle con emoción la Jefatura del Estado. La edad media, eso sí, no es la de la población activa, precisamente. No es marginal el nicho de aquellos que ven de lo más justo que su figura y responsabilidades recaigan por siempre sobre una persona por la democrática razón de la sangre. Pero desde luego, parece un sentimiento nada radical y solidificado el que duda de esa justicia y no descarta pasar página si se les consulta.
De momento, de eso nada. El CIS ha seguido preguntando desde entonces y hasta ahora sobre todas las otras cosas sobre las que 'sí se vale' preguntar: cuál es la valoración del Gobierno y sus ministros, de los bancos, del Parlamento y del Consejo General del Poder Judicial, de los medios –como ente conjunto–, de las ONG, etcétera. Sin embargo, ha dejado de hacerlo durante los últimos años de aquellas cosas que se podían cuestionar en los 70, 80, 90 o en los 2000, pero no ya bien entrado el siglo XXI. Cosas como la monarquía, las empresas de la religión (también conocidas como iglesias), el Tribunal Constitucional, la Policía, las Fuerzas Armadas, los sindicatos... esas cosas.
Qué cosas, ¿verdad?