MADRID, (EP). Cada año la gripe provoca la muerte de entre 250.000 y 500.000 personas en todo el mundo, según ha informado la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien ha recordado que esta enfermedad se suele originar en invierno en los climas templados y durante todo el año en las regiones tropicales.
En los países industrializados la mayoría de las muertes relacionadas con la gripe corresponden a mayores de 65 años, si bien cuando no mata sí causa un importante absentismo laboral, escolar, pérdidas de productividad y gastos sanitarios.
Respecto a los países en vías de desarrollo, aunque no se conocen realmente los efectos de las epidemias de la gripe estacional, algunos estudios han puesto de manifiesto que el 99 por ciento de las muertes de menores de 5 años con infecciones de las vías respiratorias inferiores relacionadas con la gripe se producen en esos países.
Ante estos datos, la OMS ha asegurado que la forma más eficaz de prevenir la enfermedad y sus consecuencias graves es la vacunación, recordando que desde hace más de 60 años que se vienen utilizando vacunas "seguras y eficaces".
"En los adultos sanos la vacunación antigripal puede proporcionar una protección razonable. En los ancianos puede ser menos efectiva para prevenir la enfermedad, pero aún así reduce su gravedad y la incidencia de complicaciones y muertes", ha señalado, para aconsejar vacunarse a las embarazadas, niños de seis meses a cinco años de edad, enfermos crónicos y profesionales sanitarios.
De hecho, durante años la OMS ha actualizado dos veces al año sus recomendaciones sobre la composición de las vacunas para que cubran los tres tipos (vacunas trivalentes) más representativos de virus en circulación (dos subtipos de virus de gripales A y uno de virus gripales B).
Así, desde la estación gripal 2013-2014 en el hemisferio norte se recomienda la incorporación de un cuarto componente a las vacunas. Con esta incorporación de un segundo virus B a los ya presentes en las vacunas trivalentes se espera obtener una mayor protección contra las infecciones por virus B.
Por otra parte, la OMS ha informado de que algunos países disponen de antivíricos para la gripe, que pueden reducir las complicaciones graves y las muertes, si bien ha comentado que lo "ideal" es que se administren en las fases iniciales de la enfermedad (en las 48 horas siguientes a la aparición de los síntomas).
Dichos fármacos pertenecen a dos clases: los inhibidores de la neuraminidasa (una proteína del virus de la gripe), como el oseltamivir y el zanamivir; y los adamantanos o bloqueantes del canal de protones M2, como la amantadina y la rimantadina, a los que los virus de la gripe son frecuentemente resistentes, con la consiguiente reducción de la eficacia del tratamiento.
No obstante, en la actualidad, la mayoría de los virus de la gripe circulantes son resistentes a los adamantanos, por lo que la OMS ha recomendado los inhibidores de la neuraminidasa como tratamiento de primera línea para aquellos pacientes que necesiten recibir antivíricos.