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'California Conquest', la película histórica que relataba en 1952 la colonización rusa de EE. UU.

Hubo también una Rússkaya Amérika. Los rusos también participaron en la colonización de este continente. En Alaska, lógicamente, pero con una incursión en California. Un capítulo anecdótico de la historia, pero que fue convertido en una película en 1952 por Lew Landers en la época de macartismo. Años en los que muchos profesionales aprovechaban oportunidades como esta película para que al participar en ellas no hubiera dudas sobre su anticomunismo

9/07/2022 - 

VALÈNCIA. Han aparecido en las redes sociales carteles fotografiados en Rusia en los que se reclama Alaska, nada menos. Lo cierto es que hubo presencia de Rusia allí y más abajo también, en California. Los hechos históricos fueron los siguientes: después de varias expediciones, los rusos se asentaron en las islas Aleutianas de Alaska en 1740. Al cabo de los años, el ochenta por ciento de la población indígena de aleutas fue exterminada, aunque Catalina La Grande había pedido a los comerciantes que se asentaron en su territorio que les trataran justamente, pero ellos iban a por la plusvalía. Como explica Ilya Vinkovetsky, esta ocupación tuvo de original que no se hizo mediante un virrey, sino a partir de una empresa que se dedicaba al comercio de pieles de nutria y foca. Su nombre no era breve: Pod vysochayshim Yego Imperatorskogo Velichestva pokrovitelstvom Rossiyskaya-Amerikanskaya Kompaniya. En los libros de historia, Compañía Ruso-Americana.

También fue curioso que la mayoría de trabajadores que llegaron eran indígenas siberianos. Nunca llegó a haber en Alaska más de 800 rusos, con alemanes bálticos y finlandeses y suecos incluidos. Pese a los incidentes y alguna que otra masacre, la sociedad colonial rusa fue multicultural, no solo por los llegados de Rusia, también por los diferentes indígenas, que además de aleutianos, eran tlingits, kodiaks y otros. El número de indígenas era mayor que el de colonos, aunque la sociedad estaba rígidamente jerarquizada. En eso no se diferenciaba de las demás potencias coloniales. Siguiendo la misma teología pastoral de Bartolomé de las Casas, también se predicó a los pueblos antiguos y hubo misiones, aún quedan unas 90 parroquias. La ciudad que reflejó todo este legado fue Novoarkhangelsk (Nuevo Arcángel), actual Sitka, un municipio que no llega a los diez mil habitantes.

En 1809, en busca de más nutrias para extraer sus pieles y fuentes de alimentos para sus asentamientos al norte, los rusos llegaron al norte de California. Allí se encontraron con los españoles y allí les pilló la independencia de México. El gran símbolo de la California rusa fue Fort Ross. Estaba al norte de San Francisco, en tierras en las que no se había establecido nadie. En unas negociaciones exitosas, lograron tolerancia y comercio con la corona española, algo que los españoles tenían prohibido con cualquier representación de otra potencia europea. En Fort Ross siguió también el modelo multicultural, la expedición rusa estaba formada por los mencionados aleutianos y kodiaks, además de nativos americanos como alutiiq, atapascanos, tribus californianas e incluso polinesios, hawaianos concretamente.

No obstante, Fort Ross estaba en tierras españolas. Al principio hubo una actitud neutral hacia ellos, pero en 1815 se les exigió que desmantelasen los campamentos. Hubo unas hostilidades y parece que hay documentos que prueban que los españoles, cada vez que capturaban a colonos de Fort Ross, les martirizaban para que se convirtieran al catolicismo. De estas torturas surgió la figura de Pedro el Aleutiano, mártir ortodoxo. Les dimos un santo.

Cuando se produjo la independencia de México en 1821, las nuevas autoridades también hostigaron a los rusos para que se fueran. En su mejor época, había 600 personas. Si el zar hubiese reconocido México como estado soberano, se les habría permitido continuar en un territorio delimitado, pero los rusos se negaron. No obstante, en los años 40, se desató la guerra entre México y Estados Unidos y los primeros tuvieron que ceder más de la mitad de su territorio. Para esas fechas, la empresa que gestionaba las colonias rusas consideró que el asentamiento no era rentable y lo vendió. Lo mismo que ocurrió poco después con Alaska.

El pago del dinero acordado por Fort Ross fue un culebrón interesante también, pero no el objeto de este artículo. Lo que importa es que con estos antecedentes históricos, muy poco conocidos, Lew Landers filmó una película en los 50 de las que servían para ganar puntos ante las autoridades macartistas. El New York Times, tras su estreno la calificó de "aburrida", "ridícula" y con "diálogos estúpidos". Más que suficiente para que nosotros la veamos en nuestro sillón orejero.

Al principio de la película, se muestra cómo británicos, franceses y rusos guerreaban por California. Nada más empezar, la atención se dirige a las intenciones del zar y la voz en off advierte: "pero no contaba con el anhelo de libertad de los habitantes de California". En una ambientación de western, ver la actual bandera rusa fundirse con los vaqueros a caballo es sumamente desconcertante.

El primer diálogo es, efectivamente, estúpido. Un diálogo sobre el buen gobierno, la libertad y la enchilada, con metáforas sobre la buena mesa y la democracia, que deja de una pieza. Lo gracioso es que estos discursos en la película los hace el personaje protagonista de Don Arturo Bodega, interpretado por Cornel Wilde, que es un aristócrata español que defiende la anexión de California a Estados Unidos. Por la libertad, claro. De hecho, cuando sale el personaje estadounidense, lo primero que pregunta indignado es "¿por qué la gente de California no puede elegir libremente su forma de gobierno?"

Todo transcurre entre mexicanos malos, bandidos, el noble español y los sufridos estadounidenses que quieren llevar la libertad a esas tierras, pero no hay manera por un boicot. Una conspiración que han montado, por supuesto, los rusos, que aliados con unos mexicanos malos, liderados por Don Fredo Brios (John Dehner), pretenden lograr una secesión del territorio a espaldas de México, montar una Transnistria, entiendo. Sin embargo, ahí está el español para desbaratar sus planes con la espada junto a los "pobladores de California" (también llamados mexicanos, supongo) amantes de la libertad. La película en España se llamó El hidalgo y dado su marcado carácter anti ruso, en el contexto de la Guerra Fría y el anti-comunismo desbocado, es de extrañar que no sea más conocida aquí dadas las características del protagonista.

La idea desde luego era mostrar en Estados Unidos como los soviéticos, apoyándose en una quinta columna, el enemigo interno o lo que se llama traidores, podría apoderarse de su territorio. Es una alegoría evidente. A Cornel Wilde desde luego no se le escapó el argumento, porque unos años antes, en 1947, había formado parte del Comité de la Primera Enmienda, un movimiento de protesta contra el Comité de Actividades Antiamericanas y su lista negra de actores, directores y guionistas.

La cosa salió regular. Lauren Bacall y Humphrey Bogart, dos abajofirmantes, acabaron diciendo que les habían engañado los comunistas para unirse al manifiesto. Ronald Reagan dijo que todos eran "tontos" y que esa había sido la operación más exitosa de los comunistas dentro de Estados Unidos. John Garfield pasó de protestar por la lista negra en este comité a formar parte de ella. El gran Edward G. Robinson se pasó una buena temporada sin trabajo. Sterling Hayden fue citado a declarar y largó nombres. El bueno de Cornel fue de los que tuvo recular y ahí estaba ese personaje de noble español que pone a raya a los rusos para demostrar que, si llegaba a interpretar eso, muy rojo no podía ser.

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