Logró cautivar a las distintas generaciones de espectadores y reformuló el imaginario colectivo en busca de un discurso de consenso adecuado para el fin del franquismo
VALÈNCIA.- Noviembre de 1976. Comenzaba una nueva etapa en RTVE. Rafael Ansón había sido nombrado director general de RTVE en julio con una meta: reformular el imaginario colectivo previo a las elecciones de 1977. Durante este período crucial, tanto de la historia como de la industria, se crearon las bases de lo que sería la producción seriada durante toda la transición y los primeros años de la democracia. José Luis Colina, subdirector de programas dramáticos de TVE y antiguo colaborador de Berlanga en películas como Plácido o Los jueves, milagro, fue el ejecutivo de la corporación que apostó por las adaptaciones literarias, muy de moda en televisiones europeas como la BBC y la RAI, con un primer objetivo: combatir el exceso de americanismo en la parrilla de programación de la televisión pública.
En segundo lugar, la apuesta de trasladar a la pantalla algunas obras literarias debía servir de vehículo para legitimar la creación de la nueva identidad colectiva oficial, y sobre todo, como relato sobre la situación del país que fomentase el discurso del consenso, es decir, la narración oficializada de lo que se ha venido a llamar la ‘Cultura de la Transición’.
En la primera oleada se barajaron autores como Valle-Inclán o Pérez Galdós, además de otros clásicos contemporáneos, pero fue Colina quien apostó por Cañas y Barro, de Blasco Ibáñez. Pese a tratarse de un autor republicano y laico, la novela ya había sido llevada al cine durante la etapa franquista, en 1954, bajo la dirección de Juan de Orduña. Por tanto, algunas barreras se habían superado con anterioridad y eso facilitaba las cosas.
La edad de oro de las series españolas marcó un estilo radicalmente opuesto a las, hasta entonces, conocidas dramatizaciones de Estudio 1. Filmadas entre escenarios naturales y decorados realistas, con una estética totalmente cinematográfica y una mezcla de costumbrismo y naturalismo, desde el punto de vista de producción se buscó ser capaces de competir en el exterior con el resto de producciones europeas y norteamericanas del momento.
La adaptación corrió a cargo del guionista y director de cine Manuel Mur Oti, un cineasta de origen franquista que en este proyecto realizó el mejor libreto de toda su trayectoria profesional. Su labor de adaptación fue especialmente compleja, puesto que la novela de Blasco Ibáñez contiene en realidad pocos diálogos. «Respeto la labor de creación pero adaptar es algo más, hay que tener respeto al autor, que se le convierte de legible en veíble. Hay que ir creando los caminos del actor, los que no estén creados en la novela», explicó en una ocasión el propio Mur Oti.
Cañas y barro fue un soplo de modernidad para la televisión del tardofranquismo y, pese a lo que parece, sigue siendo moderna. Pero no porque fuera rompedora, sino porque los clichés televisivos han avanzado poco. La mala es Neleta (Victoria Vera), casada con Canyamel (José Bódalo), el rico del pueblo. Por supuesto, por interés. Tonet (Luis Suárez) la deja encinta y acaban matando al hijo, pero él también muere. Un modelo de ‘justicia divina’ que aún sobrevive en las sobremesas televisivas.
Rafael Romero Merchant, director de Curro Jiménez y de diversos spaghetti westerns, fue el realizador de la serie empaquetada en seis capítulos de cincuenta minutos de duración. Con un presupuesto de setenta millones de pesetas, se rodó en el otoño/invierno de 1977 entre El Palmar y La Albufera. Participaron actores como Alfredo Mayo, José Bódalo, Luis Suárez y la musa de la transición Victoria Vera. Se emitió entre el 26 de marzo y el 30 de abril de 1978, dentro del programa contenedor llamado Grandes Relatos, con tal éxito que cerró el año como la segunda emisión más vista, solo por detrás de El hombre y la tierra. Una popularidad que no se esperaban en absoluto en RTVE. Nunca hasta entonces una ficción para televisión había conseguido tal éxito. El hito sirvió para afianzar la apuesta de la ficción serializada en la televisión pública, además de aunar esfuerzos con la industria del cine, tal y como estaban haciendo también en otras televisiones europeas, en una dinámica que ha continuado hasta nuestros días.
Estreno: 26 de marzo de 1978. Temporadas: Una temporada de seis episodios. Duración: 1 hora. Creador: Rafael Montero Marchent para RTVE. Éxito: Fue la serie de ficción más vista del año (solo le superó El hombre y la Tierra, de no ficción). El dato: Primera adaptación de una novela española a la televisión.
* Este artículo se publicó originalmente en el número de abril de la revista Plaza