Los enfermos de ELA no se merecen una ley para ayudarles a acabar la vida con dignidad. El Gobierno bloquea la norma. Entretanto, miles de afectados y sus familias viven desesperados por la falta de ayudas.
Una de las señas de identidad de este Gobierno es la crueldad. El Gobierno de la Gente es cruel, sobre todo con los más débiles. Podría recordar a los 34.000 ancianos que murieron desamparados en residencias durante el encierro de 2020, o a los enfermos terminales a los que se les ofrece la eutanasia en lugar de cuidados paliativos, o a las mujeres y niños víctimas de delincuentes sexuales que han visto reducidas sus penas.
En contra de lo prometido, el Gobierno de la Gente ha dejado a muchos en la estacada. Que nadie se quede atrás, nos dijeron, y muchos se quedaron atrás. Son aquellos a quienes ese Gobierno dice defender y proteger. Quizá, entre todos esos colectivos vulnerables, no haya habido uno más traicionado que el de los enfermos de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
El Gobierno de la Gente mantiene bloqueada, desde hace más de un año, una ley de apoyo a los afectados y sus familias. A finales de abril, PSOE y Podemos rechazaron suscribir una declaración de apoyo a dicha norma, promovida por Ciudadanos. No se entiende tanta insensibilidad.
Todos sentimos un cierto escalofrío cuando oímos y leemos las siglas ELA. ¿Qué pasaría si a alguno de nosotros nos tocase esta lotería siniestra como al exbanquero Francisco Luzón y al exfutbolista Juan Carlos Unzué? Conocidos los efectos devastadores de esta enfermedad, sería una de las peores cosas que nos podrían pasar en vida. Comienzas teniendo problemas de movilidad, luego pasas a una silla de ruedas y, por último, acabas en una cama, perdida el habla y la capacidad para comer. Necesitarás un ventilador mecánico para respirar.
La esperanza de vida de estos enfermos oscila entre los tres y los cinco años. Cada año se detectan 900 casos en España. Cada día mueren tres personas por esta patología. No hay un censo oficial de afectados pero se cuentan por millares.
La ELA es una enfermedad cruel, que no da tregua, y muy cara. “Si no tienes posibilidades económicas o familiares, te tienes que dejar morir”, dice un afectado.
Entonces, ¿por qué no se ha hecho nada en esta legislatura horrenda? ¿Por qué esa ley sigue atascada en las Cortes? Cuando el Gobierno ha querido apretar el acelerador para aprobar sus leyes ideológicas, lo ha hecho, apurando plazos y saltándose, en ocasiones, los dictámenes de órganos consultivos como el Consejo de Estado.
“¿Hay dinero para pagarle el botellón cultural a los jóvenes de 18 años y no lo hay para los enfermos de ELA?”
La ley de la abuela Celaá fue aprobada con un Parlamento semicerrado y sin oír a un solo miembro de la comunidad educativa. Idéntica celeridad acompañó a la promulgación de las leyes de la eutanasia, ‘trans’, ampliación del aborto, desmemoria democrática y suelta de violadores, hoy tímidamente corregida. ¿Tienen menos derechos los enfermos de ELA que los niños ‘trans’? ¿Hay dinero para pagarles el botellón cultural a los jóvenes de 18 años y no lo hay para los afectados por esta enfermedad degenerativa?
Mientras socialistas y pijocomunistas siguen apuntalando su proyecto de ingeniería y control social, poniendo las bases de una futura dictadura si las urnas no lo remedian, las familias de los enfermos de ELA se ven desesperadas en el día a día por la falta de ayudas del Estado. Ellos forman parte de esa legión de traicionados por los dos partidos que se presentan como los defensores de los débiles.
No acostumbro a pedir nada en mis artículos porque mi propósito es otro: entretener al lector durante los dos o tres minutos que dedica a leerme cada lunes, siguiendo la máxima de Indro Montanelli de que lo único que no puede permitirse un periodista es aburrir. Con ello me doy por pagado. Pero hoy haré una excepción. Pediré un poco de caridad, compasión y piedad para los miles de enfermos de ELA y sus familias.
Esta petición va dirigida al Gobierno de la nación. Por una vez haced algo que dignifique vuestra labor, entre tanta aberración legislativa. Sacad adelante esa ley para que antes de acabar en el basurero de la historia, al menos podáis presumir de una buena acción —de una solo— cuando, muchos años después, vuestros nietos os pregunten por lo que hicisteis en este quinquenio ominoso.