Está muy manido el ejemplo paradigmático funcionarial de ese trabajador del ente público que alarga sus descansos, acogiéndose a una especie de gula que le exime de cumplir con sus obligaciones se recrea en otras labores más ociosas como irse de compras; les protegía el palio de la administración otorgándoles una especie de ventaja sobre el resto de los mortales oficiosos del sector privado.
Con el avance de los tiempos se está procediendo a la erradicación del estatus sacramental de los funcionarios desembocando en un sistema laicista en el que se ha dejado de hacer la vista gorda con el tabú de lo público. Los funcionarios que no den el do de pecho podrán ser degradados o perder su puesto de trabajo si no superan las pruebas de desempeño; los gobiernos, ampliando su ejercicio de transparencia se están comprometiendo, con Javier Millei a la cabeza, en sacar el bisturí y realizar una liposucción a las obesas administraciones.
Sobre el papel, algunos de nuestros dirigentes han cambiado el chip, el descontento de la ciudadanía les ha revelado la necesidad de acometer ajustes de calado en el reparto de recursos públicos. En la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón ha recortado casi a la mitad los cargos ejecutivos de su gobierno. Un equipo al que ha libertado de recursos humanos a diferencia del organigrama engrosado que dirigía Ximo Puig; estructura orgánica que ahora pretende auditar para poner negro sobre blanco a la administración de su antecesor. Toda fiscalización, venga de donde venga, es positiva, el problema es que no termino de asimilar esos aires regeneradores por la sencilla razón de que pese a que ha hecho acomodo a menos gente que el PSOE y sus socios, no deja de confiar las llaves de la región a sus afines. El presidente de la Generalitat acusa al anterior gobierno de haberse cobrado favores colocando a sus colegas. ¿Es que acaso Mazón no ha hecho hueco en su gobierno a parientes de su familia política? El Palau está lleno de mikados aromatizados con el perfume de Eduardo Zaplana. Creo que acierta al llevar a cabo todos estos movimientos regeneradores, la pega está en que, como dice aquella alegoría evangélica, está metiendo el vino nuevo en odres viejos, circunstancia que empaña toda acción de esta naturaleza.
Fue viral el vídeo en el que Javier Millei, en una pizarra, con posits escritos con los nombres de los ministerios antes de que fuese presidente, empezaba a cribar todos aquellos que desde su punto de vista eran prescindibles en la gestión de su gobierno; ahora ha cumplido esa promesa adelgazando a nueve los departamentos. La decisión, los recortes sustanciales del mandatario argentino son más relevantes para el futuro de las democracias de lo que parece. Con la expulsión del elefante de la habitación, se mirara con la lupa el hacer de su Ejecutivo; no solo por parte de sus compatriotas sino el mundo en general. Si su estancia en la Casa Rosada es aprobada con buena nota pondrá en un aprieto a gobiernos como el de España. Provocará en el electorado la duda de si se ha podido gobernar un país con tan pocas carteras porque aquí necesitamos veintidós departamentos. Que sí, que siempre saldrán los que digan que no se pueden hacer comparativas entre países porque tenemos culturas y costumbres distintas políticamente hablando, pero, ¿y si con menos de una decena de ministerios basta para sacar una nación adelante? A mi desde luego se me ha despertado la curiosidad. A más de uno se le terminaría el chollo; estoy por apostar a que habrá muchos parásitos de lo público que estarán investigando a ver si en su árbol genealógico hay algún indiana que se asentara en Argentina y así poder votar contra Millei en las próximas elecciones.
Estén atentos, el futuro de la administración pública puede estar marcado por lo que pase a miles de kilómetros; se puede asentar un precedente, una nueva jurisdicción para establecer unas nuevas leyes que doten al sistema de una mayor eficiencia.
Ya saben, cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar.
