Los cielos están cosidos. Así es como se llama la intervención realizada sobre la fachada del IVAM que ha firmado recientemente Carmen Calvo (1950, València), una de las artistas valencianas más internacionales y reconocidas dentro del panorama artístico
VALÈNCIA. Apenas hace unos días que la obra preside el museo de arte moderno, pero la artista confiesa a Culturplaza que ya ha comenzado su peculiar ronda de consultas para averiguar cómo está reaccionando la ciudadanía ante ella. Al fin y al cabo, no todos los días se ve el retrato de una mujer a escala 9 x 9 metros en un espacio público.
“Al taxista que me ha traído se lo he preguntado. Cuando hemos parado, he comentado: ‘Anda, ¿y esto que han puesto aquí en el IVAM?’. Y se ha callado: se ha formado un silencio. Pero seguiré preguntando. El público es muy importante”, comenta Calvo con una sonrisa. Asimismo, valora de forma muy positiva el resultado de la intervención por su “integración” con el museo: “Tiene mucho que ver con el interior del IVAM, donde se están tratando temas sociales y relativos al ser humano y, en concreto, de género”.
La mujer que protagoniza la intervención de Calvo es todas y ninguna. Sin identidad, pero fácilmente reconocible. “Es una mujer anónima, no importa su edad. Pero es actual: una mujer con todos los problemas vigentes de ahora”, puntualiza. No es precisamente un tema que pille de nuevas a la artista. A pesar de no ser fotógrafa, buena parte de su obra está compuesta por fotografías intervenidas que hablan en muchas ocasiones de la mujer (y el ser humano).
En este caso, la mujer de Calvo está rodeada por una cuerda. “Los objetos hablan”, advierte. La soga simboliza la opresión contra la mujer: su completa anulación. Es algo que la artista conoce de cerca, pues a pesar de atesorar premios tan importantes como el Nacional de Artes Plásticas, es consciente de las trabas y obstáculos que ha tenido que superar durante el camino. “Hay que seguir”, repite constantemente, como un mantra, durante la entrevista.
“No me gusta hablar bien de mí. Después de todo, cuando el artista expone, está en manos de que su obra pueda gustar o no”, menciona en un momento dado. No hace falta. Su trayectoria y su obra hablan más fuerte. Conviene escucharlos.
- Desde hace un tiempo, es más habitual ver obras firmadas por mujeres en los museos, pero ¿es suficiente esta representación?
- Me gusta mucho citar a Estrella de Diego, porque sabe mucho de este tema y se expresa muy bien al respecto: dice que se han dado pasos, pero son mínimos. Desde el punto de vista de mi generación, se ha avanzado: la liberación de la mujer, por ejemplo, mediante la pastilla; el afianzarse sexualmente y, también, políticamente… El reivindicar que haces algo porque quieres hacerlo. Por tu libertad. Porque la quieres ejercer. Y tenemos que seguir. Ha habido una avanzadilla anteriormente, y ahora las jóvenes tienen que continuarla.
- ¿Qué papel está jugando el IVAM en València ahora mismo?
- El cambio que ha experimentado el museo ha sido total. Ahora hay proyectos actuales, con una comunicación dirigida también a la gente joven… Eso es el futuro. Yo lo conozco desde que se inició y ha habido gente que lo ha gestionado muy bien, pero, aunque no me gusta meterme con nadie, sabemos lo que ha ocurrido en València y otras ciudades a nivel político anteriormente.
En el fondo, hay que pensar en el ciudadano. ¿Este museo por qué se hace? ¿De cara a quién? ¿A los artistas? No: al ciudadano.
- ¿Los museos se olvidan de la ciudadanía a veces?
- Los museos están como están. La verdad es que se ha adelantado mucho. El problema es económico. Las propuestas, a veces, no se pueden llevar a cabo. De todas maneras, creo que el papel que está haciendo el IVAM es muy positivo. Lo he pensado siempre, no por haber intervenido la fachada ahora.
- José Miguel Cortés, director del IVAM, comentaba en una entrevista a Culturplaza: “Consideramos que todo lo que viene de fuera es mejor, tendemos a valorar poco lo que hacemos. En general, en la Comunitat Valenciana, hay ese sentimiento”. ¿Lo compartes?
- Sí. Creo que tenemos cierto complejo desde Bienvenido Mr. Marshall. Lo digo porque yo he vivido nueve años en París y, personalmente, sí creo que a veces hemos sido de tirarnos mucho por tierra. Pero ya no. Ahora hay otros sentimientos. Hemos ido cambiando.
También está la cuestión histórica. Hay que tener memoria. Aquí hubo un tiempo en que toda la cultura emigró. Durante el franquismo, el país se quedó mudo. Llevábamos muchos años de retraso. Pero insisto: ya está superado.
- La memoria histórica sigue siendo un tema que se esquiva mucho en ciertas esferas.
- El otro día echaron un documental en la 2 sobre lo que le pasó a la gente que luchó, de forma anónima, contra el franquismo. Yo tengo fotos de esa época. Son muy fuertes. Eso pasó entre los años treinta y los cuarenta; yo nací en el cincuenta.
- ¿A qué tipo de fotos te refieres?
- De los campos de exterminio que hubo aquí, en España. Todo eso tiene que ver con la cultura. Cuando la cultura emigró, el país se quedó seco.
- Al final, todo tiene que ver con la cultura.
- Indudablemente. Lo que está pasando ahora es una cuestión cultural: que haya esas “manadas”, esos asesinatos, esas historias… No es que ocurran ahora, han existido siempre, pero ahora están más vigentes. Todo eso es cultura: educación. Lo que ocurre es que siempre lo pagamos las mujeres. Ha habido cambios, sí, pero todavía queda mucho camino por andar.
Yo empecé muy joven, con 19 años. Ahora voy a hacer 70. Recuerdo que me decían: “Cuando te cases, lo dejarás”. Y ahora, me dicen: “Ah, ¿pero todavía continuas?”. Las mujeres no hemos tenido muchas oportunidades por una serie de historias: la familia, el “cuidar” … Para mí, es una suerte haber dicho “quiero esto” y, a pesar de todo, seguir aquí. Es escoger una actitud u otra. ¿Cuántas mujeres en el cine, la música, la literatura, pueden seguir? Quizá haya una minoría que lo tenga más fácil, pero para la mayoría es muy complicado.
- ¿Cómo mantiene una la ilusión, las ganas?
- Yo no hago otra cosa. De verdad. Y no me resulta agotador porque he elegido esto: mi mundo, creado por mí. Y será así hasta que pueda (a nivel físico y mental). Porque los señores siguen; a ellos nadie les pregunta por qué. A nosotras sí. Y, cuanto más me preguntan, más cosas quiero hacer. Y no lo hago por la fama o el dinero. Lo he tenido muy claro desde el principio: los artistas nunca somos ricos. Somos ricos en otras cosas: en las elecciones, en esta elección. Hacer lo que a uno le gusta en la vida es un gran orgullo.
- Hemos asistido al cierre de algunos locales culturales en los últimos meses en València. Hablando concretamente de arte, ¿hay mercado en esta ciudad?
- El coleccionismo, generalmente, en España es minoritario aún. Y lo de las galerías, sí, es una lucha, porque tienen que invertir para luego ir a ferias, que tampoco son la panacea. Y cuesta dinero. A lo mejor, el que tiene obra mía aquí, es improbable (o difícil) que repita.
Pero, desde que yo empecé, las galerías han abierto y cerrado, no solo aquí, sino en todas partes. Fallecen, también, porque quizá los hijos no siguen… hay muchos motivos. El artista siempre sigue. Siempre sigue. De todas maneras, en València hay un plantel muy bueno actualmente. No hace falta necesariamente cantidad.
- ¿Mejor calidad que cantidad?
- Ya hay calidad. No voy a mencionar a ninguna porque no quiero hacer propaganda, pero la hay.
- Comentabas en una entrevista que “tampoco hay que dar tantas pistas al espectador”, poniendo el foco en que la interpretación de las obras es quizá más importante que el propio mensaje del artista. ¿Es así?
- Los mensajes los tenemos todos los días: en televisión, quien lea prensa. Yo la leo todos los días: soy de papel. En el arte uno tiene que poder hablar, y no me refiero solo al artista, desde la visión. Tiene que estar más o menos informado. Si yo hablo de la intervención en la fachada y digo que las cuerdas están atando a alguien… Pues ya se sabe. Lo más creíble que hay son los signos. Son los que te pueden decir lo que quieres representar.
Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura, tiene un museo en Estambul que habla del objeto. El objeto siempre ha estado ahí. Vas al Prado, o al San Pío V y, cuando ves una obra, siempre hay signos de algo: un libro, una flor… El objeto cierra el cuadro: identifica al personaje. Por eso yo trabajo con el personaje, es lo que más me interesa.
- Y eso que ahora todo es más digital, más intangible…
- Pero estamos rodeados de objetos. Te puedes comprar en Internet, por ejemplo, una prenda, pero yo quiero verla, tocarla… Yo soy voyeur. Y cuando leo, me pasa lo mismo. No dudo de las fórmulas que existen actualmente, de hecho, las utilizo, pero a la hora de la verdad… llevo las cosas apuntadas en una libreta.
- Hay una reivindicación del objeto.
- No es una reivindicación del objeto: mucha gente lo utiliza. Los escritores, por ejemplo. No es un problema de lo que se estila y lo que no: es una elección.
- ¿Cómo se resiste una a lo que se estila, a las modas?
- Es que yo no soy una pintora de modas. El peligro es que un artista, un creador, siga las modas. Eso se barre. El artista tiene que estar en lo suyo, en su mundo: ahí es cómo se va fomentando todo. Y, en ese sentido, está muy bien tener dudas. La duda siempre te va a susurrar: “Esto podría estar mejor”.
- Cambiando de tema: ¿hay mayor censura ahora mismo en el campo del arte?
- Hay más tolerancia. Hemos conseguido una democracia, y hay más fluidez en todo. En ese sentido, creo que está muy bien.
- En ARCO ha habido obras, sin embargo, bastante censuradas públicamente. Por ejemplo, aquella del ninot gigante del rey Felipe VI…
- Eso me pareció una obra banal. Y su autor es un artista y todos tenemos derecho a vivir, pero no por ello me deja de parecer menos oportunista. Siempre hace cosas de “factor sorpresa”. Y la pintura no es sorpresa: la pintura es silenciosa; y se puede decir exactamente igual de esta manera. Me parece una memez, con todos mis respetos al artista.
- Sin embargo, muchas veces se apela al factor provocador que tiene el arte…
- Puedes decir lo mismo. Boltanski, que ha expuesto en el IVAM, con signos, con objetos, dice mucho. Y es silencioso. La falla puede estar muy bien, porque cubre otro espectro y objetivos… pero a veces no hace falta. Al menos, bajo mi punto de vista.
Yo, además, he ido a ARCO desde que empezó. Fíjate si tengo años. Ahora presumo mucho de los años. Una mujer que llega hasta aquí y continúa es un hecho insólito. Y ya no son tanto los años, o las arrugas; lo importante es continuar en algo que has proyectado. Algo que implica un sacrificio y que nunca sabes si va a gustar. Las galerías marcan, pero también los museos a nivel global; quién apuesta por el arte. Y ante todo hay que seguir. Ese es mi plan.