ENTREVISTA A LA DIRECTORA DE LA Fundación Trilema

Carmen Pellicer: “Necesitamos un pacto educativo que despolitice el debate”

28/11/2021 - 

VALÈNCIA. La presidenta de la Fundación Trilema ha participado en la redacción del informe Plan España 2050 en educación, una iniciativa de presidencia que ha marcado los objetivos del futuro sistema educativo español. La teóloga, pedagoga y escritora Carmen Pellicer aboga por una reforma en la metodología del aprendizaje del alumnado y una formación del personal docente, para así conseguir un cambio estructural a medio plazo. “La falta de estabilidad en la legislación educativa hace difícil que abordemos los problemas reales que tiene el sistema y que el debate público se detenga en cuestiones muy banales”, expresa.

-El Informe España 2050 recoge los desafíos educativos que tiene nuestro país en las próximas tres décadas. ¿Qué propusisteis los expertos que participabais en la mesa?

-No se trata tanto de pactar, sino de tener metas comunes como país: bajar las tasas de abandono escolar, de abandono temprano, o un compromiso de inversión mayor en las políticas educativas de los próximos años. Para llegar a un retrato de un sistema educativo envidiable, de éxito y de calidad, que es lo que nuestro país se merece. Ha habido muchas críticas al respecto, puede parecer mucho o poco tiempo, pero 30 años en educación no es mucho cuando uno quiere cambios estructurales. Hubo muchos memes sobre cómo era posible que nos dedicáramos a pensar sobre el año 2050 cuando no éramos capaces de ponernos de acuerdo para 2030. A mi me gusta decir que si uno no tiene un horizonte muy claro, no es fácil juzgar la conveniencia de las decisiones a corto plazo. Es importante dibujar esta ambición.

-¿Hubo unanimidad entre los expertos que redactasteis el documento?

-Éramos unos doce profesionales, muy plurales, cada uno venía de un entorno distinto, con una afiliación política, posiblemente, diferente. Creo que ha sido un ejercicio de reflexión democrática muy interesante. Ha habido mucho respeto y mucha libertad para opinar, mucho consenso. Al final cuando un piensa en un horizonte a medio plazo es mas fácil superar las batallas cotidianas. Hemos hecho un ejercicio de reflexión. Todos los que hemos firmado el documento nos sentimos muy cómodos con los propósitos que hemos hecho. Es, posiblemente, más difícil ponerse de acuerdo luego en las medidas concretas que hacer esto. 

-¿Cuál fue el papel que jugaron los políticos y las políticas en la Comisión?

-Todos los que hemos participado somos buenos profesionales, y hemos tomado como punto de evidencia los datos. Si nosotros nos planteamos la reducción de las tasas de repetición es porque tenemos encima de la mesa suficientes informes e investigaciones contrastadas de nuestro país y de otros países que demuestran que el aprendizaje es totalmente ineficaz y que no mejora, y que económicamente es un lastre en nuestro país. No vamos a caer en demagogias fáciles o baratas. Si las evidencias son objetivas, es mucho más fácil ponerse de acuerdo en qué es lo que hay que hacer para evitarlas. 

-¿Qué pilares se necesitan para construir un sistema educativo de calidad?

-Yo creo que necesitamos un pacto por la educación que despolitice el debate educativo y que tenga suficiente generosidad para tomar medidas estables. Esa estabilidad es uno de los factores más importantes. Ahora se acaba de promulgar una nueva ley y estamos esperando que en las próximas semanas salgan los currículums definitivos. Hemos de apostar por un currículo que responda a las competencias del siglo XXI y que sean necesarias para nuestros futuros ciudadanos. Una profunda renovación en las metodologías docentes y en la formación del profesorado, tanto la formación inicial en las escuelas de magisterio, como la formación permanente y el diseño de la formación profesional, que tiene que se constante. Esto es uno de los grandes desafíos que tenemos en el futuro. 

-¿Cómo se podría organizar este sistema en España?

-Con una organización mucho más flexible y mayor autonomía para los centros educativos, con proyectos plurales y diversos que respondan a las necesidades que tienen los distintos perfiles de alumnos en las escuelas. Es necesaria una inversión importante en Formación Profesional (FP), aunque creo que hemos avanzado mucho al respecto. Cada vez gana más prestigio, pero necesitamos un empujón fuerte para suplir las necesidades que vamos a tener en los próximos años. Una de las cosas que propusimos en el Informe 2050 es la obligatoriedad de la educación en la etapa de los 16 a los 18 años. Es un tema delicado porque la gente piensa que los vamos a encerrar en las aulas, pero ese no es el asunto. Hay que reconocer que ese periodo sigue siendo de formación, y hay que ser creativos a la hora de articular ofertas formativas en ese bienio. Hoy en día un chaval de 16 años no es un adulto como puede que lo fuera hace 50 años. 

-¿Qué implica la politización en las leyes educativas de la que hablabas?

-Primero, implica una falta de estabilidad que hace difícil que abordemos los problemas reales que tiene el sistema, y hace que el debate público se detenga en cuestiones muy banales. Necesitamos dar tiempo a que las medidas de mejora del sistema fructifiquen, en educación las cosas nunca van muy deprisa. Las decisiones que tomas hoy necesitan años para que realmente se hagan realidad. Las escuelas están organizadas para lo que sabíamos hace ya mucho tiempo sobre el aprendizaje, pero hoy sabemos mucho más sobre cómo aprende la mente; y la revolución tecnológica va a ayudarnos a enfocar el aprendizaje de otra manera. Todos estos factores requieren de una reflexión y un cambio que tenga tiempo suficiente para fructificar. 

-La asignatura de educación para la ciudadanía ha estado sujeta a esta politización. ¿Cómo solucionarías este conflicto?

-Es ineludible y fundamental que en la escuela se eduque a ciudadanos valiosos, con un sistema de valores coherentes y responsables de la sociedad que quieren construir. Creo que es necesaria un área donde quepan los valores éticos y la reflexión ética, la educación para los valores cívicos, de conciencia planetaria, respecto al cambio climático, a la violencia y al bullying, a la violencia de género y prevención de la violencia contra la mujer… Hay muchos aspectos en nuestra sociedad que requieren de una educación moral sistemática, que se puede y se debe dar, no solo en la familia, sino también en la escuela. 

-¿Cómo se debería articular?

-Un elemento puede ser la asignatura de ética en las diferentes etapas educativas. Otro factor es apostar por la competencia cívica y personal, contemplada también por la Comisión Europea: además de matemáticas, historia o de saber manejar un ordenador, uno tiene que aprender a manejar su propia vida. Y para esto, necesitas aprender gestión emocional, pero también hay que saber gestionar la salud, tus hábitos físicos, tu estado de bienestar, tener un sentido de propósito vital… Todos estos aspectos también hay que enseñarlos. La escuela lo ha hecho toda la vida, pero con este nuevo propósito tenemos que encontrar espacios y tiempos para poder hacerlo mejor, quizás porque ahora vivamos en un mundo muy complejo. Por otra parte, la covid-19 nos ha dejado una cierta herida a nivel socioemocional que se nota todavía, tanto en el profesorado como en el alumnado. Por lo que también es importante afrontarlo con madurez y aprender de todo ello. 

-¿Cómo se establecen objetivos comunes en todos los tipos de centros educativos a la vez que se respeta de la pluralidad y la autonomía de los mismos? 

-La educación es un bien público, gestionado por el Estado, pero también por la sociedad civil. Por lo tanto, un colegio, de cualquier tipo, puede ser concertado, puede ser una cooperativa, una fundación, o puede ser público, tiene una gestión estatal o civil tendría que permitir esa pluralidad en armonía y en colaboración, no en competencia. Es una de las cuestiones que más se ha crispado y más se ha politizado en los últimos años, y que más daño está haciendo a que no podamos alcanzar un acuerdo nacional. En ese acuerdo y en esa convivencia, no hay que tener miedo al derecho a la pluralidad y diversidad de tipos de centros educativos. Pero siempre hay que tener compromiso al respeto por los valores fundamentales, que son sobre los que descansa nuestra sociedad democrática. Asimismo, la función del Estado es de asegurar que se educa en estos valores que garantizan nuestra convivencia. Y una cosa no está reñida con que existan diversas propuestas pedagógicas, como existen en cualquier país desarrollado. 

-Y las competencias lingüísticas de cada autonomía, ¿garantizan pluralidad o disparidad?

-Sí, naturalmente. Cada autonomía tiene su lengua, y las que tenemos lengua propia, como la Comunitat Valenciana, coexistimos con la lengua castellana y con los programas de trilingüismo en inglés. No creo que la diversidad lingüística sea un problema, lo que es un problema es la politización de esta diversidad. Y eso al final es lo que se utiliza muchas veces como arma arrojadiza. 

-En El libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar, junto a José Antonio Marina y Jesús Manso, presentabais la idea de establecer un modelo similar al MIR (Médico Interno Residente) para los docentes. 

-Si comparamos el mundo de la sanidad con el mundo de la educación, se puede ver que el MIR lo hacen los estudiantes de Medicina al acabar la carrera. Una vez han hecho la formación del MIR, opositan. Es un requisito para demostrar que estás formado antes de opositar. El alumnado hace un número de horas dentro del centro en los másteres de Secundaria y Magisterio, pero nuestra valoración es que son totalmente insuficientes para aprender una profesión que debería ser, junto a la medicina, la más importante para el futuro de una sociedad. Solicitamos que las prácticas se alarguen de una forma más profesionalizada y tutorizada, en colaboración con universidades y escuela. Y que solo entonces, se pudiera opositar. Que nadie pueda ser profesor sin haber pasado, al menos, un año y medio dentro de una escuela. 

Un centro es muy complejo; se trata de involucrarse, de aprender a ser miembro de un claustro, a ser tutor. Un profesor en una escuela hace mucho más que dar su clase, tiene muchos roles. Y su rol de educador, va más allá del rol de instructor. Y esto necesita una formación complementaria a la que se obtiene en la universidad. 

-¿Crees que hace esta carencia en la formación de los docentes hace que caigamos en la cultura de la memorización? 

-Sí. Creo que venimos de un modelo tradicional, donde todo tenía que caber en la cabeza. Hoy conocemos mejor el funcionamiento de la memoria, sabemos otros mecanismos por los que el niño y la niña pueden memorizar cosas fundamentales de una forma más duradera, sabemos también que todos llevamos una memoria en el bolsillo de muchas gigas, y hay que discernir que cabe en la memoria externa del ordenador y que tiene que estar en la memoria física, para ser capaces de construir un pensamiento crítico y riguroso. Es un cambio importante en la metodología, ya no tiene sentido machacar esta memoria mecánica. Pero es verdad que  la revolución del aprendizaje requiere profesionales muy bien formados, y es un cambio que ha ocurrido de manera relativamente rápida: cuando yo empecé a trabajar no existían los móviles. En un proceso muy corto el profesorado ha tenido que abordar muchos cambios fundamentales.

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