VALÈNCIA. La Fundación Trilema, presidida por Carmen Pellicer desde 1988, nació de una asociación de docentes que tenían como propósito construir un proyecto educativo innovador a partir de la investigación de los pilares por los que se rige la enseñanza. Tras 10 años de formación, documentación y publicación de estrategias de aprendizaje, en 2012 la Fundación asumió la titularidad del primer centro educativo: el Colegio Santa Ana de La Pobla Llarga, en la Comunitat.
“Fue cedido en una situación de crisis por las Hermanas de la Caridad de la Casa de La Salud. Es pequeño y rural”, cuenta Carmen Pellicer a Valencia Plaza. A partir de ese momento, comenzó un proceso en el que se fueron adquiriendo más centros que se encontraban en distintas situaciones, sobre todo de crisis. Ahora son ya siete los centros concertados cuya titularidad pertenece a la Fundación Trilema, el segundo en la Comunitat Valenciana es el colegio El Carmen, en Manises. “Algunos los hemos fusionado con otros, y en todos hemos hecho un trabajo importante de renovación, de innovación y de cambio”.
La reforma educativa que se produce en estos centros se basa en el Modelo Rubik, un movimiento simultáneo, como si de un cubo de Rubik se tratara, de seis pilares fundamentales en la educación. “Yo creo que son seis aspectos que funcionan en cualquier escuela”, dice la directora. “Es decir, todas las escuelas deben tener un modelo de currículo, de evaluación, de metodología docente, de organización del tiempo y del espacio, con el timbre, el patio… Todos los colegios han de tener una dirección, y hoy por hoy, todos deberían apostar por una personalización, una atención a la diversidad y la inclusión”.
Un proceso de investigación exhaustiva en cada uno de esos aspectos para avanzar y seguir aprendiendo es lo que caracteriza a la Fundación Trilema. “Es fundamental planificarlo simultáneamente, es decir, hacer un proceso de gestión del cambio y de la innovación que se mueva a la vez”, declara. Asimismo, también se prioriza la formación de los docentes, con el objetivo de hacerlos capaces de reflexionar sobre cómo se puede ayudar a los niños y a las niñas. Un programa de entre 120 y 140 horas cada curso escolar permite a los profesores y profesoras replantear la metodología de las aulas.
Además, la creación de la red internacional Escuelas que Aprenden está llevando a todo el mundo el ejemplo pedagógico impulsado por Pellicer. Todos estos colegios quieren seguir este modelo, aunque no pertenezcan a la Fundación, y los formadores de la organización lo acompañan. Conformado por aproximadamente 50 centros -colegios e institutos privados, cooperativas, dos ikastolas en el País Vasco, varios centros en Colombia, en Costa Rica, en Chile y en Guinea Ecuatorial- se ha convertido en una estructura muy plural. “Consideramos esa diversidad una gran riqueza”, comenta.
Con iniciativas transgresoras, como las hiperaulas que contienen 60 alumnos y tres docentes, consiguen obtener resultados positivos noticiables. “Hemos medido la mejora del aprendizaje de los alumnos. Eso se traduce en que bajan las tasas de repetición, de fracaso escolar y de abandono, que son los grandes problemas de nuestro sistema. Además, se incrementa mucho la motivación de nuestros alumnos, disfrutan más aprendiendo, y eso ayuda a que todo mejore”.