Desde La Roqueta Casa Capicúa le da el doble de cocina casera a la ciudad
Llevan ya medio año de singladura en el barrio de La Roqueta, y desde la esquina de la calle Jesús con Padre Jofré, están consiguiendo difundir su concepto de que “Como en casa, en ninguna parte" se filtre, como el buen café, en un vecindario en el que no abundan las propuestas gastronómicas.
Las hermanas Benito están al frente de Casa Capicúa, una propuesta que es la versión asentada y no nómada de Capicúa, su servicio de catering a base de platos caseros y productos de proximidad.
«Estamos muy contentas con la acogida del barrio, vienen sobre todo vecinos, menos los fines de semana, que es el grueso de nuestro público. El menú del día está funcionando muy bien. Nuestra filosofía es zero waste, no nos gusta tirar comida: solo hacemos un entrante, principal y postre y cocinamos menús limitados, que se pueden reservar a través de la web y por teléfono».
En Casa Capicúa se come en cuatro momentos: desayuno, almuerzo, comida y picoteo de media tarde. En el desayuno y el almuerzo se despliegan las opciones: sándwiches como el de pollo adobado casero con tomate seco, pepinillo agridulce, mayo amostazada y rúcula; tostadas como la de aguacate, lima y AOVE con semillas de sésamo negro y avellanas y repostería recién dulce y salada recién horneada.
Café de especialidad, por supuesto. Right Side en el molino y una Rocket tirando expressos. Flat whites, capuccinos, iced y otras modalidades de café y té. «Es uno de los mejores cafés de especialidad de España, y como nosotras, parte de un proyecto independiente que ha ido creciendo».
«Tomamos la decisión de evolucionar de cafetería a algo más, con menú cerrado, a partir de septiembre. A la gente mayor les choca que sea un menú cerrado, pero luego se han acostumbrado. Mezclamos platos de cuchara de toda la vida con recetas asiáticas y marroquíes».
El proyecto de arquitectura está firmado por Carmen Baselga Taller de Proyectos. El concepto y los materiales —ladrillo, madera oscura, azulejo, cerámica— ilustran la narrativa de vida urbana, mar y huerta que se aprecia en la carta. El interior, de techos altos, está marcado por la presencia de celosías y cerámicas que evocan la artesanía local.
Menús aparte, la terraza a pie de calle peatonal invita a alargar el desayuno hasta la hora del aperitivo, pedir ensaladilla o guacamole con mejillones en escabeche, un vermut.
Hay dos unidades de cariño en el barrio de la Roqueta.